ALGUNOS son militantes y otros están alejados en el partido de Los Republicanos franceses. Sin embargo, para todos los que tienen anhelo presidencial es claro tanto su arraigo conservador como que unidos en torno a un candidato único podrán alcanzar, de nuevo, las llaves del Elíseo.
Antes de la doble vuelta regional, surtida a mediados de este año, se creía que la derecha tradicional francesa, iba a ser irrelevante de cara a la presidencial que tendrá lugar, también en dos rondas, en abril próximo. Pero, el resultado electoral evidenció el fuerte apoyo de sus bases y le abrió un espacio imperdible para, cerrando filas tras un candidato adecuado, recupere el papel central que ha tenido en el país desde la posguerra mundial.
Vale recordar que los conservadores han tenido cinco de los ocho jefes de Estado de la V República y si bien en 2017 su carta, Francois Fillón, no logró el pase a la segunda vuelta (lo que no ocurría a los Republicanos desde 1998), por factores de peso como que el liberal Emmanuel Macron captó con su discurso de centro-derecha un vasto sector de los votos de este partido, ese fiasco es cosa del pasado y, ahora, miran con mucho optimismo el 22.
Tras el triunfo de hace 5 años, el actual presidente Macron y aspirante a la reelección, llevó al gabinete prominentes figuras de Los Republicanos con quienes implementó, durante todo su mandato, un plan de reformas de claro origen conservador. De allí su éxito y buen gobierno.
Pero ahora el escenario electoral es diferente. Convertidos en la primera fuerza política del país, la derecha tradicional francesa, que tiene a su haber destacados líderes, tienen el reto de unirse y elegir a uno de ellos para entrar en franca lid con las tres opciones hasta ahora consideradas las mas fuertes: Macron, quien sin embargo tuvo un duro revés en las regionales; la ultraderechista Marine Le Pen, quien viene en caída libre desde hace dos meses y el polémico periodista Emir Zemmour, de igual tendencia que sin oficializar su candidatura ha subido como espuma en los sondeos, llegando a desplazar a la tradicional líder de la Agrupación Nacional.
La irrupción de Zemmour en la escena política también obligó a las filas ultraderechistas de Le Pen, pero también a los presidenciables conservadores a posicionarse sobre sus temas predilectos -migración, identidad, seguridad e islam-, considerados los de mayor interés para los franceses, quienes sin embargo han priorizado el empleo y la salud como sus mayores preocupaciones.
A seis meses de la primera vuelta presidencial, Los Republicanos no tienen candidato definido y, obviamente tampoco programa. El 4 de diciembre se verificará el Congreso partidario al que esperan llegar unidos y proclamar una carta única para disputar el Elíseo.
Por lo pronto hay seis precandidatos, tres de ellos catapultados por sus contundentes triunfos en las regionales: Xavier Bertrand (Altos de Francia), Valérie Pécresse (Isla de Francia, región de París) y Laurent Wauquiez (Auvernia-Ródano-Alpes), las dos más pobladas del país. Completan el abanico el exnegociador europeo del Brexit, Michel Barnier, el diputado Éric Ciotti y Philippe Juvin.
Bertrand, a diferencia de los otros dos reelectos presidentes regionales se alejó hace unos años del partido, pero busca ser su candidato y por ello volvió al redil. "Confío en los militantes, pienso que desearán ver que alguien encarna sus valores y puede hacerlos ganar", aseguró hace pocos días tras conocer que es el mejor ubicado en los sondeos de la derecha tradicional.
"Ahora todo el mundo ha entendido que las elecciones presidenciales son un juego a tres bandas", estimó este líder conservador, muy fuerte en el norte de Francia y de gran reconocimiento nacional.
Por su parte la conservadora Pécresse, exministra de Nicolás Sarkozy, sostuvo tras su contundente reelección regional que “ha emergido un equipo de Francia de la derecha y del centro, en el que voy a participar".
Múltiples retos
La unidad de la derecha tradicional francesa es, hoy más que nunca, necesaria para ser una real alternativa de poder. Además de la disputa con la extrema derecha debe enfrentar una naciente disidencia.
Se trata de una de sus más prominentes y antiguas figuras, el alcalde de Le Havre, Édouard Philippe, quien, pese a dar un paso al costado de Los Republicanos en 2017 cuando el actual jefe de Estado centrista lo nombró primer ministro, acaba de desechar regresar al partido. La razón, que parece una estrategia política concertada con el presidente-candidato Macron, fue el lanzamiento de “Horizontes” con el que según sus palabras busca “participar en la constitución de una nueva oferta política" y ampliar, de cara a la muy posible reelección del actual presidente en abril, su base de apoyos hacia la derecha, terreno tradicional Republicanos.
Y, como si esto fuera poco, el histórico partido conservador es consciente de que si pese a la unidad y la elección de un candidato único no logran pasar a la segunda vuelta “será el caos”. Es por ellos que analistas como Étienne Criqui, profesor de Ciencias Políticas en Nancy, señalan que esta impensable “explosión” se evitará si, el elegido -que da por descontado será Bertrand, logra el apoyo unánime del partido y cuaja en la opinión pública.
A ello tienen que sumar que si bien la base electoral les ha dado un fuerte empujonazo, deben abrir otro frente de batalla contra las opciones de la ultraderecha: Le Pen y Zemmour. Las encuestas por lo pronto les dan 17% y 15% respectivamente en la intención de voto, mientras a Macron lo ubican con un 24%. El único que ha entrado, hasta ahora en la medición es Bertrand que alcanza un 11%. Pero si Los Republicanos logran su estrategia de unidad podrían remontar y plantar cara al favorito Macron.
A nivel interno, Los Republicanos tomaron todas las precauciones posibles para mostrar unidad y evitar exponer su división, como enterrar la idea de primarias abiertas a los simpatizantes como en 2017 y obligar a los aspirantes a apoyar al vencedor.
También la derecha tradicional, que tiene en su haber dos presidentes de Francia de 1995 a 2012 -Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy- enfrenta un máximo reto: neutralizar la conocida estrategia del actual presidente galo de granjearse el apoyo de los moderados conservadores, bajo el argumento que su regeneración política está por encima de los partidos.
Indiscutiblemente la derecha francesa está en medio de dos importantes fuerzas que buscan estrecharle el cerco: Macron intentando conquistar a los de centro-centro y la extrema derecha de Marine Le Pen, que aspira a convencer a los del ala derechista. Pero estar en esa tenaza es una oportunidad de oro para que los conservadores luchen denodadamente, pero sobre todo unidos, para recuperar el poder.
Algunos analistas recordaron una frase que el editorialista de Le Fígaro, Guillaume Tabard, escribió hace dos años en uno de sus libros: “no es exagerado decir que la derecha, por primera vez en su historia, corre peligro de muerte”. Pero en ese momento el escenario político era diferente y así lo admitió en estos días el propio Tabard al sostener que “el desgaste de Macron en el poder y la dificultad de Le Pen para aparecer como alternativa creíble ante una mayoría de franceses podrían permitir a Los Republicanos un espacio, con un candidato adecuado, que les devuelva el papel central” que ha tenido en el país.
Que la “derecha moderada es claramente la única fuerza de alternancia”, tal cual lo expresó Christian Jacob, presidente de Los Republicanos, es lo que se debe demostrar desde ya. De la inteligencia en el actuar, el trabajo por la unidad y el compromiso de mantenerla, tanto de dirigentes como presidenciables, penden no sólo las llaves del Elíseo el futuro del conservatismo galo. /Redacción internacional.