De Boccaccio a Ma: lecciones sobre la pandemia | El Nuevo Siglo
Foto archivo Anadolu
Domingo, 17 de Mayo de 2020
Giovanni Reyes

Se trata de obras literarias que, con el estilo único que nos brinda la narrativa, nos informan sobre interpretaciones, reflexiones y lecciones de vida. Las obras pueden ir desde Giovani Boccaccio (1313-1375) en la Italia medieval, hasta “La Peste” (1947) de un autor que nacería 600 años luego del referido italiano: Albert Camus (1913-1869), por cierto uno de los Premios Nobel de Literatura más jóvenes: lo obtuvo en 1957, a los 44 años de edad.

Otras obras sobre pandemias, más contemporáneas y sorprendentes incluirían “Severance” de la escritora china, Ling Ma (1983 - ).  Se trata de un logro literario publicado por primera vez, tan sólo el 14 de agosto de 2018, hace menos de dos años, y que, de acuerdo a una reseña publicada por la BBC, desde Londres, tiene un mérito importante: Ma logra anticipar que “una pandemia podría convertirse en una especie de serie de televisión.  Que no nos encontraríamos de un día a otro en un mundo nuevo, sino que el drama se estaría desarrollando como una obra de ficción, transmitida digitalmente”.

Las lecciones se refieren a las prioridades de la vida, a la importancia de cosas que en el acelere diario, no vemos y por ello no valoramos; a cuestionar asuntos que dábamos por resueltos.  Por ejemplo, que el mercado ofrecía prácticamente todas las soluciones.

En medio de todo, esta tempestad parece no amainar, convivimos con brotes y rebrotes del Covid-19.  Y luego lo más trágico: hay grandes sectores que, contra toda evidencia, contra mínimos estándares de entendimiento, parecen no darse cuenta de la dinámica en curso.  Formarían parte de uno de los capítulos del libro “Ensayo de la Ceguera” (1995) del Nobel de Literatura 1998, el portugués José Saramago (1922-2010).

Véase este caso: al momento de escribir esta nota la cifra de muertos en Estados Unidos se acerca a los 88.000, con casi 1.800 muertos al día producto del Covid-19.  En ese país, que debe enfrentar el peor desastre mundial, comparando el embate de la pandemia con otras latitudes, el número de contagios es más de 1.4 millones de personas, casi 23.000 contagios nuevos por día. 

Es evidente la tragedia ascendente, producto del comportamiento exponencial de este tipo de coronavirus y del manejo que se le ha dado en esa sociedad, que paradójicamente tiene el mayor desarrollo científico del planeta.

 

 

Es cierto que otros países deben manejar también su tragedia interna.  Pero es precisamente la gestión en enfrentar a la pandemia, a partir de necesidades particulares, que los países demuestran las diferencias de sus condiciones internas, la presencia y efectividad de sus instituciones, y por supuesto, el liderazgo bajo el que actúan.

Es evidente la necesidad de detener los contagios.  Mientras el virus no se “desactive”, producto de su reproducción en cadenas de ARN y con ello, de las mutaciones del material genético, mientras no se operen mecanismos de inmunidad, o mientras no se tenga vacuna efectiva, la marea de contagio y muerte se estaría manifestando como hasta ahora: imparable.

Es de velar por la salud de las personas, pero en ello las diferencias mencionadas de las instituciones tienen un papel muy importante.  No es lo mismo tener la urdimbre institucional de Europa Occidental en general, que vérselas con las condiciones erosionadas de la institucionalidad en Latinoamérica. 

No es lo mismo el liderazgo de mujeres como Ángela Merkel o Jacinda Ardern desde Berlin y Nueva Zelanda, respectivamente, que enfrentar la tempestad teniendo al frente a los individuos que mandan desde Washington, Brasilia, Caracas o Managua.

Sin embargo, en medio de todo, superar la pandemia, al menos en lo coyuntural, paliar los impactos dramáticos que se están teniendo, han implicado en especial en Estados Unidos dos posiciones. 

Una: la solidaridad y el reforzamiento institucional.  Esto es lo que se requiere como solución incluyente y sostenible. Que la sociedad en su conjunto tenga más y mejores bienes y servicios públicos. Todo ello a partir de las condiciones particulares de las diferentes regiones.  Por supuesto, algo esencial es la lucha permanente contra la corrupción. 

Dos: las posiciones de fuerza, simplista.  Se trata de que gana, sobrevive en este caso, el conjunto de los más “aptos”. Es la posición prepotente que ha predominado en el liderazgo de varios países, tales como Brasil, Venezuela, Nicaragua o Estados Unidos. Es la opción violenta del armamentismo doméstico en la potencia del norte. No se piensa, ni se dialoga, esas son debilidades.  Es la posición que considera también como debilidades, las opciones basadas en la solidaridad.  Es la lógica los “rambo”. La senda del matoneo: pocas palabras y golpes duros.  Es la atrofia mental exponiéndose en toda su miseria.

De nuevo se debe reiterar: los problemas son complejos y es de genuinos demagogos señalar soluciones fáciles, tan mágicas como inexistentes. Son las “soluciones” fundamentadas en las mentiras, falacias más bien surgidas de un libro surrealista, que de responsable conducción de sociedades: “si el jabón mata el virus ¿por qué no hacen una vacuna de jabón?”.  Fácil, directo.  Blanco y negro.  Innecesario pensar.

Se ha dicho muchas veces que no vamos a quedar igual luego de esta pandemia.  Es de esperar que las lecciones sean duraderas. No obstante, todo el dolor que pueda implicar, las crisis permiten aprendizaje, innovación, es decir de cambios que mejoren. No se trata de alimentar prejuicios. Se trata de descubrir nuevas formas de convivencia, con base en la preeminencia de la persona humana, de un creciente humanismo, en modelos de desarrollo eficientes en lo económico, equitativos en lo social y sustentables en lo ecológico.

* Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario. (El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna)