Hace 165 años una mujer abrió la puerta para estudiar los cambios del clima por la influencia humana. Poco después un físico demuestra el principio del efecto invernadero
¿Qué pasaría si la atmósfera de la Tierra estuviera enriquecida con CO2? En 1856, la estadounidense Eunice Foote experimentó, casi por casualidad, las bases del cambio climático, colocando los cimientos para las ciencias que hoy tratan de anticipar los efectos del calentamiento del planeta.
La científica había llenado cilindros de vidrio con diferentes mezclas gaseosas y encontró que el que contenía dióxido de carbono (CO2) retenía más calor que los demás.
"Una atmósfera constituida por este gas daría a nuestra Tierra una temperatura elevada", señaló en su informe, publicado en The American Journal of Science and Arts.
Sus investigaciones coinciden con la fecha, 1850, que hoy sirve de referencia para calcular la evolución de las temperaturas con respecto al período preindustrial, como lo hacen los expertos climáticos de la ONU y el IPCC, reunidos actualmente.
Eunice Foote, cuyos trabajos han sido redescubiertos recientemente, se inscribe en la línea de los investigadores que han penetrado los misterios del clima y estudiado la influencia humana sobre su evolución.
"No ha habido ningún momento +Eureka+, con una figura dominante en el campo de las ciencias del cambio climático", pero sí una acumulación de conocimientos, señala Alice Bell, activista climática.
La idea de "acondicionar el medio ambiente para que el clima sea más agradable existe desde hace mucho tiempo", explica Marie Hélène Pépin, del servicio meteorológico de Francia. "Cuando los romanos conquistaron la Galia, cortaron los bosques para poder plantar campos y cultivar la vid", añade como ejemplo.
No es ciencia ficción, es Física
Desde la época de Cristóbal Colón hasta el Siglo de la Ilustración, los colonos europeos justificaron los tratos brutales a los autóctonos, "vistos como +menos que hombres+ porque no sabían organizar su entorno", continúa.
En 1821, después de lluvias torrenciales, olas de frío y escasez en Francia, se realizó un estudio para saber si la deforestación había desempeñado un papel, sin llegar a una conclusión clara.
Años más tarde, el físico francés Joseph Fourier "se dio cuenta de que la atmósfera juega un rol determinante para evitar que el calor se disperse inmediatamente en el espacio", explica el historiados Roland Jackson.
Hacia 1860, el físico irlandés John Tyndall demuestra el principio del efecto invernadero, cuando los gases atrapan la radiación del suelo calentado por la radiación solar.
En diciembre de 1882, una carta publicada en la revista científica Nature hace referencia a sus trabajos. "Podemos concluir que la creciente contaminación atmosférica tendrá una influencia notable en el clima mundial", resume la carta, firmada por H. A. Phillips, estableciendo el vínculo entre las emisiones de las actividades humanas y el cambio climático.
A finales del siglo XIX, el químico sueco Svante Arrhenius, antepasado de la activista Greta Thunberg, advirtió sobre el consumo de energía fósil y su influencia en el aumento del CO2 en la atmósfera. Pero en ese momento, los científicos estaban más interesados en las épocas de hielo.
En la década de 1930, algunos incluso creen que un calentamiento global moderado podría ser positivo. Según Robbie Andrew, del Centro Internacional de Investigación Climática de CICERO, "no tuvieron en cuenta que esto no sólo cambia las temperaturas, sino también otros aspectos del clima".
En 1958, un programa de televisión estadounidense, The Bell Telephone Science Hour, explica que el CO2 emitido por las fábricas y los coches podría calentar la atmósfera y que esto afecta "la vida misma".
Pero los temores de un enfriamiento del clima ligado a una eventual guerra nuclear y a la contaminación por aerosoles ocuparon las mentes hasta los años 1980.
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En 1975, el investigador estadounidense Wallace Broecker -en un artículo publicado en la revista Science titulado "Cambio climático: ¿estamos al borde de un calentamiento planetario pronunciado?" -, es el primero en usar estos términos antiguos en el lenguaje actual.
Con el paso del tiempo, la ciencia climática se volvió más avanzada y tuvo que hacer frente al cabildeo de la industria para minimizar el impacto del consumo de energías fósiles.
Con impactos del cambio climático cada vez más visibles, las sociedades deben actuar, advierten los científicos. "Es como si hubiéramos despertado en una película de ciencia ficción. Pero no es ciencia ficción, es física", resume el historiador Spencer Weart.
Cambió hasta el lenguaje
Las catástrofes naturales y los fenómenos extremos no son las únicas consecuencias del cambio climático para la humanidad. También modifica el lenguaje, añadiendo palabras nuevas.
Algunos fenómenos climáticos aparecen o se refuerzan, como los "remolinos de fuego". Pueden desencadenarse con incendios muy intensos, si las diferencias de temperatura y los vientos inestables crean un remolino capaz de aspirar las llamas. Podrían multiplicarse en California y Australia.
Las "tormentas de fuego" van acompañadas de relámpagos y truenos, pero sin lluvia. Aunque difíciles de predecir, sus principios básicos son siempre los mismos: los grandes incendios provocan un calor extremo y mucho humo que, al elevarse hacia el cielo, interactúa con la humedad del aire para formar una nube.
Esta nube, después de haber soltado una tormenta de fuego, se llama "pirocumulonimbus" (o nubes de fuego). Australia lo vivió en 2019 y 2020.
En las ciudades, la ola de calor va acompañada de la "isla de calor urbana" cuando la falta de vegetación, el reemplazo de las coberturas naturales por superficies artificiales (moles de hormigón y demás) y la contaminación disparan el termómetro en comparación con las zonas de campo.
Transformación en sabana
Todavía es más preocupante el fenómeno del "termómetro húmedo" o TW: esta medida tiene en cuenta la humedad relativa y sus posibilidades de evaporación.
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Como un cuerpo no puede perder calor si esta temperatura exterior TW supera la suya, los científicos deducen que las personas no pueden sobrevivir por mucho tiempo a 35 grados TW.
Los científicos creyeron que este tope nunca se superaría, pero unos investigadores estadounidenses observaron el año pasado dos lugares, uno en Pakistán y el otro en Emiratos Árabes Unidos, donde sucedió por poco tiempo.
Las nuevas previsiones de los expertos climáticos de la ONU, el IPCC, que están siendo validadas por 195 países, recalcan la creciente amenaza que representan algunos "puntos de ruptura" climáticos que podrían conducir hacia un cambio dramático e irreversible, según fuentes que han tenido acceso a la versión preliminar del texto.
Entre estos puntos de inflexión figura la transformación en sabana o "sabanización" que en el peor de los casos podría darse en el Amazonas.
También se crean círculos viciosos que refuerzan los cambios.
Por ejemplo en Groenlandia el efecto albedo, es decir la capacidad de reflejar una parte de la energía solar, disminuye. A falta de tormentas que aporten nieve fresca, Groenlandia se oscurece. Este ligero cambio de color tiene consecuencias: como es menos blanca refleja menos luz solar, lo cual acelera su calentamiento.
¿Actuar?
Otras amenazas provienen del permafrost, un suelo continuamente congelado que ocupa una cuarta parte de las tierras del hemisferio norte. Contiene el doble de carbono que la atmósfera pero se derrite debido al calentamiento global, lo que lo convierte en una bomba de relojería.
Ante estas catástrofes anunciadas, algunos deciden no actuar porque consideran que es demasiado tarde; se les llama "doomism" en inglés (de "doom": ruina, destino trágico). Otros se dejan arrastrar por la "solastalgia", la angustia provocada por la degradación del planeta y la pérdida del medio ambiente, o la "colapsología", la teoría del derrumbe de nuestra civilización.
En el lado opuesto se sitúa la joven sueca Greta Thunberg, quien condujo a parte de su generación a actuar, una corriente conocida en Italia como "Gretini".
Algunos se sienten tentados por el "turismo de última oportunidad" para ver paisajes o animales en peligro de extinción. Otros se quedan en tierra por el "flygskam" ("la vergüenza de tomar el avión" en sueco).
Siempre les queda la opción de leer una novela o ver una película de "ficción climática" o "cli-fi", o un documental sobre el "carbono azul", la capacidad de los océanos para absorber CO2.