El vertido al mar del agua residual tratada de la central nuclear de Fukushima empezará el jueves, anunció el primer ministro nipón el martes, lo que desató reacciones inmediatas y la furia de China, que convocó al embajador de Japón.
"El viceministro de Relaciones exteriores, Sun Weidong, convocó al embajador de Japón en China, Hideo Tarumi, para entregarle una declaración solemne luego del anuncio de Japón, según un comunicado del ministerio de Relación es exteriores.
"El océano es la propiedad de toda la humanidad, no es el lugar donde Japón puede arbitrariamente lanzar agua contaminada", señaló el martes a la prensa el portavoz de la diplomacia china, Wang Wenbin.
Asimismo, agregaron que "esto es extremadamente egoísta e irresponsable, ya que la descarga extenderá los riesgos de contaminación nuclear al resto del mundo, y al hacerlo, Japón está poniendo sus intereses egoístas por encima del bienestar a largo plazo de toda la humanidad".
Ante esta situación, "China insta encarecidamente a Japón a que deje de cometer errores, cancele el plan de descarga en el océano, se comunique con los países vecinos con sinceridad y buena voluntad, elimine el agua contaminada con energía nuclear de manera responsable y acepte una supervisión internacional rigurosa".
El gobierno japonés y el operador de la central TEPCO aseguran, con el respaldo de la agencia nuclear de la ONU, que el agua no implica riesgos sanitarios o medioambientales tras un tratamiento que elimina la mayoría de sustancia radioactiva.
Pero la comunidad pesquera local teme el daño reputacional para sus productos y tanto China como la ciudad semi-autónoma de Hong Kong han impuesto prohibiciones a la importación de alimentos nipones.
El gobierno pedirá a TEPCO "prepararse para el inicio del vertido oceánico, basándose en el plan aprobado por la Autoridad de Regulación Nuclear", informó el primer ministro Fumio Kishida.
El inicio de la descarga está "previsto para el 24 de agosto si las condiciones meteorológicas y marítimas no lo impiden", agregó tras una reunión del gobierno.
En uno de los peores desastres radioactivos, la central nuclear de Fukushima-Daiichi quedó destruida por un masivo terremoto seguido de un tsunami que mató a unas 18.000 personas en marzo de 2011.
Desde entonces, el operador TEPCO ha acumulado más de 1,3 millones de toneladas (el equivalente a la capacidad de 500 piscinas olímpicas) de agua de refrigeración de los reactores radioactivos, mezclada con agua subterránea y de lluvia que se ha filtrado.
TEPCO asegura que el agua ha sido diluida y filtrada para eliminar todas las sustancias radioactivas a excepción del tritio, que se encuentra en niveles muy inferiores al umbral de peligrosidad.
El plan prevé verter el agua a un ritmo máximo de 500.000 litros diarios al océano Pacífico, frente a la costa noreste de Japón.
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Manifestaciones y restricciones a importación
La oenegé ecologista Greenpeace denunció que el proceso de filtración era defectuoso y que una "inmensa" cantidad de material radioactivo se dispersará en el mar en las próximas décadas.
Pero Tony Hooker, experto nuclear de la Universidad de Adelaida (Australia), lo tachó de "alarmismo".
"El tritio ha sido liberado (por las centrales nucleares) durante décadas sin evidencias de efectos perjudiciales para el medio ambiente o la salud", dijo a la AFP.
La Organización Internacional de la Energía Atómica dijo en julio que la descarga tendrá un impacto "insignificante en la población y el medio ambiente".
Sin embargo, el plan japonés genera inquietud en la región.
En Corea del Sur se produjeron manifestaciones en contra y algunos ciudadanos, alarmados, hicieron acopio de sal marina por temor a que el agua de la que se obtiene termine contaminada.
Sin embargo, el gobierno del presidente Yoon Suk Yeol, en plena campaña de distensión de las históricamente distantes relaciones con Tokio, no se ha opuesto al plan de Japón.
Pekín tomará "las medidas necesarias para salvaguardar el entorno marino, la seguridad alimentaria y la salud pública", añadió.
El gigante asiático prohibió la importación de productos alimentarios de diez prefecturas niponas e impuso controles de radiación a los del resto del archipiélago.
La ciudad semiautónoma china de Hong Kong, un importante mercado para las exportaciones marítimas japonesas, también decretará restricciones, anunció John Lee, el jefe del ejecutivo local.
Las restricciones generan preocupación en la industria pesquera nipona, justo cuando el negocio empezaba a recuperarse más de una década después del desastre nuclear.
"Nada de la liberación de agua nos beneficia", dijo Haruo Ono, de 71 años. Este pescador de tercera generación, que vive a 60 km de la planta nuclear, perdió a un hermano en la catástrofe de 2011.
James Brady, de la consultoría de riesgo Teneo, considera que las preocupaciones chinas pueden ser sinceras, pero también ve un tinte de rivalidad geopolítica y económica en su reacción.
"La naturaleza polifacética de la cuestión del vertido de aguas residuales de Fukushima hace que Pekín pueda explotarla", dijo Brady a la AFP.
China "puede ejercer cierto grado de presión económica en el eje comercial, exacerbar las divisiones políticas internas sobre esta cuestión dentro de Japón", agregó.