En zonas de la capital venezolana, se va la luz al menos una vez por semana, durante varias horas. En simultáneo, los habitantes deben administrar el agua que almacenan en tanques bajo los edificios o sobre las casas con un criterio de escasez. El agua solo llega por tuberías una vez por semana, en el mejor de los casos. Hay sectores que tienen más de dos meses sin recibirla.
No siempre ha sido así. “Yo he visto el tema mucho más complicado en los últimos tres a cuatro meses”, asegura Luis Aguilar, director de la Alcaldía de Baruta, una de las cinco que conforman la capital.
El último periodo que Aguilar ha percibido como más crítico coincide precisamente con la cuarentena por la Covid 19, justo un periodo donde al estar en sus casas la gente necesita más de estos servicios. Por el contrario, durante el aislamiento se hicieron evidentes en Caracas fallas que el interior del país arrastraba desde mucho antes, no solo en la prestación de estos servicios, sino también en el suministro de gasolina.
En las regiones, de hecho, se registran apagones que, en algunas zonas, han superado las 24 horas. Lo que se vive ahora en Caracas no se compara con lo que se vive en los demás estados, especialmente los del occidente del país. Pero podría ser el preludio de algo mayor.
“Estos apagones en ciudades como Caracas parecen acrobacias para disuadir un apagón nacional. Se racionan sub-sistemas eléctricos de la capital porque no hay oferta eléctrica suficiente”, dijo el exviceministro de Energía y Minas de los primeros años del chavismo, Víctor Poleo.
Las cosas, efectivamente, parecen estar empeorando. El denominado Comité de Afectados por los Apagones registró 10.356 reportes por fallas de electricidad, en todo el país, durante mayo. Estos son 3.000 más de los que registró en marzo, cuando comenzó la cuarentena.
El descontento es evidente y proporcional a las fallas. En mayo, el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) documentó 1.047 protestas relacionadas con el colapso de los servicios básicos, la mitad de ellas por fallas eléctricas y la otra mitad por fallas en el suministro de agua y gas doméstico, otro de los dolores de cabeza de los venezolanos. En cualquier caso, la cifra total duplica los reclamos que se registraron por fallas en los tres servicios durante todo el mes de abril.
“La realidad del Sistema Eléctrico Nacional es precaria, endeble”, asegura Poleo, quien sustenta su afirmación en cifras: el tamaño de la oferta eléctrica ha disminuido a un 40% de lo que era a comienzos de siglo. “Aun así, con mercados eléctricos erosionados y bajísima demanda, apenas residencial, ocurren apagones”, lamenta.
Algo similar sucede con el agua. Los embalses tienen agua, pero, según cifras del expresidente de Hidrocapital, José María de Viana, la capital venezolana solo recibe 12 mil litros por segundo, cuando hace 20 años, a inicios de la era chavista, la ciudad recibía 20.000 litros por segundo con los mismos sistemas.
“Hay un proceso de deterioro y simplemente los sistemas de los servicios públicos de agua potable y energía eléctrica son sistemas que requieren un proceso continuo de reparaciones, de mantenimiento y de renovación tecnológica, y desde hace años esas prácticas se abandonaron”, concluye De Viana.
Así, los sistemas que abastecen a Caracas de agua, tienen 75% y 50% de sus líneas, respectivamente, fuera de servicio. “Aun cuando haya electricidad, los sistemas de agua no tienen habilitado el 100% de la capacidad de envío a la ciudad”, lamenta el citado exfuncionario.
Los ciudadanos con mayores posibilidades han instalado tanques de agua y plantas eléctricas, mientras la inmensa mayoría improvisa con velas y busca el vital líquido donde sea.
El problema, sin embargo, tiene solución. Para el ingeniero De Viana, en el caso del agua consiste en incrementar el envío a la ciudad desde los sistemas ya construidos.
“No estamos hablando de construir nada nuevo, sino que los sistemas que ya están construidos ponerlos a funcionar a plena capacidad”, acota. No obstante, esto también requeriría una importante inversión, para la que haría falta apoyo internacional.