Este domingo se celebran elecciones municipales en Brasil, con la posibilidad de tener una segunda vuelta en las urnas, la cual está programada para el 29 de este mismo mes. Con sus casi 210 millones de habitantes, la más importante economía latinoamericana -un 44% del total de producción de la región- tiene convocados a casi 150 millones de electores. Se deben seleccionar alcaldes -prefectos- vicealcaldes -viceprefectos y concejales para los 5,568 municipios que en total se tienen en un territorio de 8.5 millones de kilómetros cuadrados.
Este evento, que en lo político tendrá una significativa repercusión en el país, se percibe como una especie de referéndum para la gestión que al frente del Ejecutivo desde Brasilia, viene realizando Jair Bolsonaro. Esta apreciación, no obstante, debe tomar en cuenta que en estas elecciones tienen gran influencia tanto las dinámicas, como actores locales que pueden o no, vincularse con la gestión de Bolsonaro.
El ascenso del actual presidente en Brasil, reconocido como el mandatario No.38 de la República Federativa, tuvo entre sus justificaciones, el talante de “hombre fuerte” capaz de enfrentar el grave clima de inseguridad que deben encarar los brasileños.
Como base a esa expectativa, es de considerar que Bolsonaro es egresado en 1977 de la Academia Militar de las Águilas Negras. De posiciones más bien inflexibles y afín a medidas radicales, poco proclive a generar consensos. Sus primeras disposiciones como mandatario, el 3 de enero de 2019, luego de haber tomado posesión el 1 de enero anterior, consistieron en “destituir a todos los funcionarios comunistas, además de proceder a la venta de no menos de 700,000 activos propiedad del Estado”, tal y como lo documentaron publicaciones como Veja, Infobae, Folha de Sao Paulo y El País de Brasil.
La condición actual de seguridad es dramática en la perspectiva de las elecciones de este domingo 15 de noviembre en Brasil. Se evidencia una dinámica sangrienta que parece estar fuera de control, que hasta ahora se ha cobrado 82 asesinatos relacionados con violencia política, la cual se agudiza en la fase culminante de campañas de proselitismo partidista. El pasado lunes 9 de noviembre se llegó a presentar un ataque sangriento que incluso contó con transmisión en directo en internet.
Esos son los alcances, la última frontera a la que hemos llegado en esta era de “postmodernidad” con la influencia generalizada de “redes sociales” y el apoyo que en ellas buscan variopintos personajes, más bien surgidos de la “Comedia Humana” (1830) de Honorato de Balzac.
Sin embargo, la evidencia sobre la inseguridad generalizada de Brasil, desafortunadamente, no se queda allí. La violencia está generando tempestades recurrentes en la potencia latinoamericana. Tómese en cuenta que en el último mes se informa que dos candidatos y tres trabajadores de campañas políticas fueron asesinados, además de un concejal abatido a tiros. Esto es una muestra reciente de la violencia en Río de Janeiro.
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La inseguridad y actual marea de crímenes es impresionante. Se reporta que, a principios de octubre pasado, un candidato a concejal, en el municipio de Nova Iguacu, fue ejecutado en una panadería. En esa misma ciudad, tan sólo diez días después, otro candidato, Domingo Rocha Cabral, fue asesinado en la calle. Ya para concluir el octubre pasado, Renata Castro, quien hacía campaña por un candidato en Magé, fue asesinada de por lo menos 14 disparos. Los asesinos la esperaron pacientemente al frente de su casa. El martes 10 de noviembre, un disparo de los 15 que le propinaron, hizo blanco en la cabeza del concejal carioca Zico Bacana. Aunque se trate de encubrir, la lógica en la vida es inexorable. Pocos son los logros que puede mostrar Bolsonaro en su tema favorito, el de seguridad.
Pero eso sí, Bolsonaro insiste en mostrarse como un auténtico abanderado de las causas patrióticas, con su añeja y encubridora esencia de populismo. Lo último que ha llegado a decir, es que Brasil no permitirá la intromisión de Estados Unidos en la protección de la Amazonía.
Esta última declaración se originó cuando el presidente electo Joe Biden había propuesto una reunión internacional. La idea consiste en conversar con varias naciones a fin de recaudar un fondo de apoyo que, como mínimo, fuera de unos 20,000 millones de dólares. Esos recursos se le darían a Brasil para apoyar la lucha contra los incendios en la Amazonía. Bolsonaro rechazó de inmediato la propuesta, puntualizando que no aceptaría “sobornos ni criminales demarcaciones”.
Pero no debemos confundirnos. Toda esta borrasca de tragedias en Brasil, ocurre como parte de un entramado mayor: el infortunio que conlleva la embestida formidable y renovada del Covid-19. Al momento de escribir esta nota, Brasil tiene ya casi 6 millones de contagios, además de 163,000 muertos. Se mantiene aún con cierta distancia del desastre de ineptitud y desidia de Trump en Estados Unidos, donde ya se tienen 11 millones de infectados y 245,000 muertos. No obstante, como si nada, Trump tuvo casi 70 millones de votos de “sus incondicionales”. El mito de la racionalidad humana en toda su tragedia. “Cosas veredes, aunque no crederes, amigo Sancho”.
Bolsonaro por su parte, ante las realidades punzantes que acechan al país y ante lo que no parece tener iniciativas, opta por vociferar. Lo último que se reporta como manifiesto del actual ocupante del Palacio de Planalto en Brasilia es indicar: “Ahora sólo se habla de pandemia. Todo lo que se dice es pandemia. Tenemos que acabar con eso. Lamento los muertos; los lamento. Pero debemos aceptar que todos vamos a morir un día. No sirve de nada huir de eso, huir de la realidad. Lo que tienen que hacer es esto: dejar de ser un país de maricas”. Impresionante. Una vez más, el mandatario muestra su talante. Fiel a su estilo, hace una presentación impúdica y mefistofélica, amplia y sincera. Hoy en día eso vende. Cuidado: si los brasileños le siguen creyendo, habrá Bolsonaro para rato.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor Titular, Escuela de Administración de la Universidad del Rosario
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