¿CÓMO dirigir un país con un norte flamenco anclado a la derecha y un sur francófono que vota a la izquierda? Bélgica, sin gobierno desde hace un año, vive con cierta indiferencia este 'impasse', lejos de su récord de 541 días.
"Estamos acostumbrados", "nada de anormal", "no vemos ninguna diferencia". Los viandantes consultados en el barrio europeo de Bruselas relativizan la supuesta crisis que atraviesa el Estado federal belga desde diciembre de 2018.
El 18 de diciembre, el entonces primer ministro belga, el liberal francófono Charles Michel, anunció la dimisión de su gobierno tras la marcha de los nacionalistas flamencos de la N-VA por diferencias en la política migratoria.
La marcha del primer partido flamenco dejó un gobierno de centro derecha en funciones y sin mayoría en el Parlamento. La salida de Michel en octubre de 2019 llevó a Sophie Wilmès a ser la primera mujer al frente del ejecutivo belga.
Las legislativas del 26 de mayo no ayudaron a deshacer el nudo gordiano de la formación del gobierno por el retroceso de los partidos tradicionales en beneficio de la extrema derecha en el norte y la izquierda radical en el sur.
El país se dispone así a pasar una segunda Navidad sin una nueva coalición al frente, vista las dificultades que enfrentan los responsables nombrados por el rey para intentar allanar el camino a la formación de un ejecutivo.
"Con o sin gobierno, la paz social continúa", relativiza Reda, un belgo-marroquí que busca empleo. "Es la 'belgitude'", ironiza Odile, diseñadora de vestuario, usando un término que hace referencia a la identidad y alma belga.
Pero el callejón sin salida impide al gobierno en funciones votar un nuevo presupuesto anual, en un contexto en que el déficit público estimado en unos 11.000 millones de euros para 2020 aleja a Bélgica de los objetivos europeos.
Aunque las regiones belgas tienen importantes competencias en educación, cultura, ayudas familiares, el gobierno central es el responsable de financiar la justicia, el ejército o la política de asilo, entre otras.
La gestión a corto plazo "es molesta, estamos perdiendo tiempo", admitió recientemente en el diario Le Soir el general Marc Compernol, jefe de la Defensa del ejército belga, a quien la falta de un marco legal le impide reclutar.
¿Crisis existencial?
Bélgica se pregunta cuánto tiempo durará esta situación o, incluso, si las aspiraciones divergentes entre flamencos, en el norte del país, y valones, en el sur, no significa el inminente fin del Estado federal.
"No hay nada que debatir entre el norte y el sur del país. Tenemos que preparar una comida y la nevera está vacía", se alarmó a finales de noviembre el constitucionalista francófono Marc Uyttendaele, hablando de crisis inédita.
El politólogo flamenco Dave Sinardet no comparte esta visión, ya que, a su juicio, la verdadera "crisis existencial" en Bélgica fueron los 541 días sin gobierno entre 2010 y 2011, un récord para esta monarquía europea.
Entonces, "se hablaba más de división, había realmente una crisis en torno al hecho de que se debía negociar una nueva reforma del Estado, previa a la formación de un gobierno", explica.
De los 541 días sin gobierno, "485 días" se destinaron a negociar esta sexta reforma del Estado que otorga más poderes a las regiones y a las comunidades lingüísticas, agrega Sinardet.
¿A qué se debe entonces el bloqueo actual?
El avance de los ecologistas y de los extremos en los comicios acentuó la fragmentación del paisaje político y complicó la constitución de coaliciones otrora "evidentes", "tendencia que se observa en otras partes de Europa", apunta.
Actualmente en Bélgica, sólo el Partido Socialista francófono, dirigido por Paul Magnette, aparece como seguro para formar parte de una futura coalición.
Los principales interrogantes que planean desde hace meses son si la compartirá con su principal rival, la N-VA, o si los partidos de centro derecha flamencos dejarán de lado a este último para formar una coalición "arcoíris" de liberales, socialistas y ecologistas tanto francófonos como flamencos.
Si el 'impasse' se mantiene, otro escenario posible es un regreso a las urnas a principios de 2020.