Así va el proceso político en Bolivia | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Sábado, 27 de Julio de 2019
Giovanni Reyes

LAS controversias, la búsqueda de legitimidad política y el reforzamiento en las posiciones de gobierno -o el acceso al mismo por parte de la oposición- son aspectos claves en la dinámica de la política actual boliviana.  Todo un proceso que deberá culminar el próximo 20 de octubre con la elección del mandatario para el período de gobierno de 2020 a 2025.  En todo esto, es innegable que Evo Morales (1959 -) el actual presidente, tiene un papel por demás protagónico y controversial.

Este rasgo controvertible como actor político de primer orden, que le es propio a Morales, se fundamenta en tres factores esenciales: (i) es evidente el agotamiento natural en el poder, por parte del actual mandatario, quien iría ahora por su cuarto período de gobierno; (ii) su actual candidatura tuvo el voto negativo de la población boliviana en el referéndum del 21 de febrero de 2016; y (iii) las cortes permitieron a Morales buscar una nueva reelección luego de lo pareció ser una “eficaz” interpretación por parte de habilidosos abogados actuando a favor del presidente.

Veamos con más detalle.  En primer lugar, Evo Morales tiene ya tres períodos presidenciales que dieron inicio con base en la elección de finales de 2005.  Ha sido presidente de los bolivianos desde hace ya casi 15 años y pretende serlo, al menos, hasta el año 2020.  Aquí reside la primera controversia.  Estos cargos en particular cuando se ejercen durante un tiempo considerable, son auténticamente homicidas.  No se puede quedar bien con el gusto de todos, todo el tiempo y con ello la renovación del poder constituye un mecanismo de “oxigenación” en cuanto a actores y propuestas en la conducción de un país.

Morales surgió con el voto mayoritario de los indígenas.  Un indígena él mismo, puso como primer tema de la agenda, con absoluta justificación, las preocupaciones sociales.  Había surgido indudablemente, una notable y positiva expectativa en un país con más de la mitad de su población compuesta por los pueblos aborígenes –un rasgo que sólo Guatemala tiene también, en toda Latinoamérica y el Caribe. 

Se hizo evidente que Evo Morales tuvo, como viento impulsor de popa, los altos precios de las materias primas de exportación de Latinoamérica.  Un escenario que cubrió casi desde 2003 a 2014 en la región.  Altos precios en los mercados foráneos, necesidad de abastecer la gran demanda de China e India, grandes demandas mundiales de estos materiales, en particular minerales, todo ello hacía que los ingresos para el gobierno boliviano le asegurara recursos que mejoraran las condiciones de vida de grandes conglomerados sociales.  De allí surgió una dinámica política fiscal expansiva conformando el Estado de Bienestar.

 

Una situación similar, a partir de esa marea alta de precios de las exportaciones, fue la que también configuró las dinámicas sociales de relativa abundancia, de los gobiernos de Lula en Brasil, Uribe en Colombia, Correa en Ecuador, Chávez en Venezuela, Bachelet en Chile, los Kirchner en Argentina, para sólo citar casos emblemáticos. 

Sin embargo, luego vinieron los años de las vacas flacas, tal y como lo habría presagiado José al interpretar los sueños del faraón egipcio.  Situación que saben bien los expertos en contenido y exégesis bíblica, en particular en el capítulo 41 del libro de Génesis.  En tal sentido, conviene brindar atención a los escritos de Casiodoro Reina, 1569; y de Cipriano de Valera, 1602. 

Se trata de conocimiento antiguo cuyas lecciones para la vida presente no deben perderse.  Pero es claro nuestro escenario y dinámica actual: tendencia a la barbarie, desprecio al conocimiento y en general, a nuestra herencia de la Ilustración.  Se impone la evidencia.  Vivimos una la época donde el alimento chatarra también va dirigido a formas de actuar y de actitudes, épocas de violencia éstas, con su pensamiento rápido y efímero, con presencia de modas cada vez más transitorias.  

Esos años de vacas flacas operó como las mareas cuando bajan: ponen en evidencia a quienes se estaban bañando sin calzoneta.  De esa cuenta los logros de muchos gobiernos no pudieron mantenerse y las crisis han surgido.  Un ejemplo angustioso, dado que el país camina por el doloroso sendero de crisis humanitaria, se tiene en la Venezuela chavista; pero es justo reconocer –aunque con menos notoriedad mediática- que el caso de Haití es permanente y lacerante.  En todo esto hay demasiada tela que cortar.  Allí está también la situación patética de Honduras, Guatemala, El Salvador, o la actual Nicaragua de Ortega.

En todo caso, Bolivia tiene problemas, por supuesto, pero es de reconocer que cambios que han sido dirigidos a lo estructural de las condiciones económicas y sociales, han mejorado a amplios grupos sociales en ese país.  Ese es el componente que se ubica en una perspectiva alentadora de desarrollo.

Pero la insistencia de Morales y la “destreza de tinterillos” para hacer legal la nueva oportunidad de reelección luego del rechazo mediante referéndum popular, lo ya mencionado de febrero de 2016, hace que la legitimidad se vea desfavorecida, hace que la percepción se relacione con la permanencia indefinida en el poder.

Por ahora, el actual mandatario boliviano se encuentra repuntando en las encuestas.  Los datos para fines de julio de este año, 2019, le dan una favorabilidad de 37 por ciento, frente al 26 por ciento del segundo candidato más opcionado, el expresidente Carloa Mesa. 

En la estrategia de la campaña oficial, es de vital importancia que Morales trate de imponerse en la primera vuelta electoral. Su figura es controversial y también suscita animadversiones entusiastas. 

El caudal antivoto para el actual presidente boliviano es notorio y al parecer de activa y disciplinada militancia. Con relativa facilidad, los resultados le podrían ser adversos al actual mandatario, en una segunda vuelta electoral, o balotaje, como le llaman en Bolivia a este desempate por ocupar la presidencia del país. 

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario. El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna.