Acorralados por hambre y miedo, migrantes buscan futuro en EU | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP.
Miércoles, 9 de Enero de 2019
Agence France Presse

Ovidio López Tum dejó Guatemala junto a su hija para escapar a las extorsiones de las que era objeto. Como otros miles de migrantes que buscan una vida mejor, atravesó México camino a Estados Unidos, donde pidió refugio.

Este hombre que en su natal Chicamán vendía tortillas, cuenta a la AFP que una noche de 2014 fue atacado a machetazos por desconocidos que pretendían extorsionarlo.

Desde 2017 ya no puede trabajar, tras haber sido herido por esquirlas de una granada lanzada contra su casa. 

A los 53 años, Ovidio reunió sus pertenencias y junto a su hija Ingrid Maribel, de 12, alcanzó la frontera entre México y Estados Unidos a fines de diciembre, luego de diez días de viaje. Detenidos por la oficina estadounidense de aduanas y protección fronteriza (CBP), elevó un pedido de asilo que respaldó con documentos que prueban sus heridas. 

Desde comienzos de año, ambos están alojados, al igual que otros veinte migrantes, en la basílica San Albino de Mesilla, en Nuevo México, tras haber permanecido unos días en un centro de retención de la CBP.

Dice que recibió buen trato de parte de la CBP, un organismo cuestionado luego de la muerte de dos niños migrantes que estaban a su cuidado.

La llegada masiva de demandantes de asilo a la frontera sur ha sido calificada por el presidente Donald Trump como una "crisis humanitaria y de seguridad". 

El mandatario pretende arrancarle al Congreso más de 5.000 millones de dólares para la construcción de un muro antiinmigrantes en la frontera con México, un plan que los parlamentarios demócratas rechazan.

Ovidio teme por la seguridad de su mujer y sus otros hijos, que permanecen en Chicamán, y espera poder reunir a toda su familia en Alabama, donde tiene parientes.  

Le puede interesar: Maduro: ultimátum a G. Lima para retractarse.

 

Instrucciones escritas

Ricardo Chub-Bo, de 40 años, cultivó maíz con su mujer y sus tres hijos, en la localidad guatemalteca de Poptun hasta que la caída de los precios del cereal ya no le permitió alimentar a los suyos.

Con su hija Rosa María, de 14 años, Ricardo permaneció ocho días en un centro de retención, antes de que se dispusiera su liberación.

Habla español, pero no sabe leer y su hija sólo habla el K'iche', un dialecto maya de las montañas del centro de Guatemala.

Tras su permanencia en San Albino, proyectan viajar hacia Filadelfia, donde tienen familiares. Para ayudarlos, la iglesia le dio a Ricardo instrucciones escritas en inglés y un número de teléfono al cual recurrir en casos de urgencia. 

 

Irse, la "única solución"

Gerbin Asmar Hernández, de 26 años, abandonó Honduras junto a su hija Annarut, de 10, escapando a la pobreza y la violencia.

Originario de Santa Bárbara, cerca de la frontera guatemalteca, cuenta que hace algunos años fue víctima de un robo.

"No hay otra solución, hay que irse" del país, dice para justificar su decisión.

Liberado luego de haber permanecido cuatro días retenido, planea viajar al estado de Washington (noroeste) y radicarse allí mientras espera respuesta a su solicitud de asilo. Una pulsera electrónica le fue colocada en una pierna para poder ser localizado por la justicia. 

 

La "nevera"

A Fanny Mencia atravesar México le costó mucho tiempo y padecimientos.

"Sufrimos durante todo el viaje, dormimos en la calle", relata esta hondureña de 26 años que espera un bebe y abandonó su Siguatepeque natal junto a su hijo de 7 años, Anderson Rodríguez.

En su país dejó a su padre y al padre de su hijo, que sobreviven como pueden.

Fanny permaneció tres días en una célula de la CBP a la que los migrantes llaman "la nevera", donde su hijo se enfermó. Se instalará en Tennessee, en casa de su hermana, y pretende darle a sus hijos una buena educación.