Inteligencia militar bajo la lupa | El Nuevo Siglo
Domingo, 9 de Febrero de 2014

Aunque suele decirse que la prostitución es el oficio más viejo del mundo, hay quienes sostienen que, en realidad, la actividad más antigua de la raza humana es la búsqueda de información que no se conoce o que otro no quiere que se sepa. Incluso, algunos antropólogos e historiadores sostienen que en los primeros clanes de cavernícolas uno de los oficios de mayor estatus era el del cazador furtivo que podía infiltrarse en el territorio de la presa, estudiarla y escoger el momento adecuado para atacar o, si se trataba de una manada, regresar con la tribu y contarles dónde estaba el objetivo, cómo llegar y sorprender.

Tuvieron que pasar cientos de años para que de ese primigenio espionaje a animales se evolucionara a las grandes operaciones de Inteligencia de los siglos XX y XXI, en donde primó la infiltración física de personal tras las líneas del enemigo o en el núcleo mismo del objetivo político, económico, social e institucional a vigilar. Pero ya en las últimas dos décadas se pasó poco a poco a la interceptación con tecnología de punta a los más distintos formatos de comunicaciones de audio, texto y video,  correos electrónicos y la incursión en las distintas autopistas tecnológicas por donde transita la información.

De hecho, los últimos dos grandes escándalos de espionaje en el mundo no se derivaron de la infiltración de ‘topos’ en el corazón del objetivo vigilado, sino en la filtración de paquetes completos de datos en formato digital. Tanto el escándalo Wikileaks como el del exasesor de inteligencia estadounidense, Eduard Snowden, lo único que ponen en evidencia es que el espionaje continúa siendo una labor cotidiana en todo el mundo, ya no sólo por razones geopolíticas y militares, sino también económicas y empresariales. Hoy más que nunca está claro que el objetivo más valioso en la sociedad no es el dinero ni el poder, sino la capacidad para manejar información.

Dos escenarios

En ese orden de ideas, no termina siendo extraño el escándalo de esta semana en Colombia, luego que quedara al descubierto una casa de fachada de Inteligencia del Ejército en el sector de Galerías, en el centro de Bogotá, en donde, presuntamente, se estaría espiando a los negociadores de paz del Gobierno, entre otros.

Al cierre de la semana alrededor de este caso sólo hay cuatro aspectos claros, más allá de las múltiples hipótesis que surgieron, algunas realmente ajenas a cualquier lógica.

En primer lugar, que efectivamente en esa casa existía una operación encubierta de Inteligencia militar pero la misma estaba autorizada por la cúpula castrense. Segundo, que fue la Fiscalía la que descubrió que algo raro pasaba allí y hace 15 días allanó el sitio e incautó 22 computadores, sin que fuera informada de inmediato de lo que en esa casa funcionaba. En tercer lugar que, hasta el momento, los investigadores no han detectado en los equipos incautados rastros de un espionaje al equipo negociador de paz u otros dirigentes de izquierda. Aunque no se sabe qué pueda pasar cuando terminen las pesquisas a esos equipos, como se dijo, hasta el momento no hay nada, según lo confirmó el viernes el propio vicefiscal José Fernando Perdomo. Y, por último, que hay varias operaciones de fachada de Inteligencia Militar en todo el país y que en varias de ellas se utilizan equipos que permiten interceptar comunicaciones de audio, texto y video, así como correos electrónicos y redes sociales. Lo que no está claro es si tales operaciones tienen autorización mediante previa orden judicial.

Un segundo escenario es el que se refiere a las reacciones al caso Galerías. Es apenas lógico que el presidente Santos, el ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón y el comandante del Ejército, general Juan Pablo Rodríguez, digan que si comprueban actuaciones ilegales en Inteligencia Militar los responsables serán castigados drásticamente. Y también es apenas lógico que se diga que sería muy grave si se evidencia que hay un complot de algunos sectores castrenses y de derecha contra el proceso de paz… Y también es apenas lógico que se insinúe que sería muy grave que dirigentes políticos de oposición estuvieran recibiendo información filtrada por Inteligencia Militar contra el proceso de paz. Y también es apenas lógico que Uribe reaccione molesto, no sólo negando cualquier relación con presuntos hechos anómalos de espionaje castrense, sino señalando que esa clase de acusaciones podría afectar su campaña al Senado en plena recta final… Y también es apenas lógico concluir que en medio del escándalo muchos trataron de pescar en río revuelto, ya sea ganando protagonismo político y electoral, o aprovechando para dispararle al proceso de paz o a las Fuerzas Militares…

Como se dijo, mucho del ruido que generó este escándalo podría desinflarse una vez se devele lo que hay en los computadores. 

Falencias macro

Un tercer escenario se refiere a un marco más amplio en torno a lo que dio lugar a lo que pasó en Galerías, sin importar si allí hubo o no algo ilícito. En primer lugar, es claro que la implementación de la Ley de Inteligencia todavía está en pañales y no se aplican al pie de la letra los controles y filtros establecidos para evitar que se repitiera un nuevo escándalo de chuzadas como el ocurrido en el gobierno Uribe con el DAS.

En segundo lugar, es evidente que la transición entre la accidentada liquidación del DAS y la muy secreta creación de la Dirección Nacional de Inteligencia tuvo muchas falencias, no sólo por el destino de los equipos y plataformas de interceptación de comunicaciones -que a hoy no se sabe exactamente en dónde están y para qué y quiénes los utilizan-, sino porque mucho personal con experticia en espionaje quedó en el aire y hoy se puede estar alquilando al mejor postor, incluso actores ilegales.

Y, por último, preocupa que si hubo un espionaje al Gobierno (más allá de que lo hubieran hecho militares o delincuentes) la contrainteligencia del Estado no lo detectara a tiempo, lo que abre muchos interrogantes sobre la debilidad del nuevo sistema de Inteligencia.

Como se ve, son muchos los flancos que el escándalo de la semana todavía tiene abiertos… Pero, como se dijo, puede que en unos pocos días este hecho se termine desinflando si la Fiscalía llega a comprobar que no hubo nada ilegal en la operación de fachada descubierta en Galerías.