Por Giovanni E. Reyes
Aparentemente fue un auténtico golpe de timón en el manejo de las relaciones internacionales por parte del presidente Obama. No obstante, al escudriñar un poco más nos damos cuenta que las conversaciones con representantes de Cuba venían desde hacía por lo menos año y medio. Y el puntillazo final habría tenido lugar en octubre pasado en una reunión de muy alto nivel en el Vaticano.
Por ello, la presencia del Papa Francisco se anotó un importante logro más en la actualización o “aggiornamento” de la iglesia del cristianismo católico. Es evidente que Francisco cree más en la solidez de logros que se alcanzan con un “bosque que crece”, antes que andar confiando en la espectacularidad pirotécnica producto del “árbol que cae”.
Hasta aquí una primera lección: mantener muchas de las negociaciones de alto nivel fuera de las controversias de los micrófonos y de la opinión pública, puede acelerar mecanismos de concertación y lograr –cuando menos- puntos focales de acuerdo, a fin de que las partes aproximen posiciones.
Se trata de avanzar en los aspectos que unen, dejando de lado los que separan y dividen. Estos últimos, por supuesto, son pasto fácil para políticos tradicionales que medran entre la confusión, la expectativa y la manipulación de grupos electorales generalmente poco informados.
El punto a destacar aquí, sin embargo, es la esperanza que se tiene en cuanto a que la sociedad cubana pueda contar cuanto antes, con las oportunidades de desarrollo que de manera plena no ha tenido hasta ahora.
Generalmente, en especial cuando se trata del comercio de bienes, la distancia y el tamaño que existe entre dos economías son aspectos esenciales, que determinan la relación comercial entre ellas. De ello se sustenta el criterio del llamado principio “gravitacional” del comercio del mundo. En la medida en que una economía pequeña se encuentre cerca de una economía grande, ésta última se constituye en el mercado natural de la primera.
Ese es el caso que se presenta en los países latinoamericanos que se encuentran en la sub-región México-Centroamérica-Caribe. Aun cuando México es una economía grande, en términos latinoamericanos –junto a Brasil constituyen cerca del 68 por ciento del producto interno bruto total de la región- su cercanía con Estados Unidos hace que un 87 por ciento de las exportaciones del país latino tengan como destino la potencia económica más al norte.
Este rasgo de dependencia de los mercados se acentúa en la medida que las economías, tales como las centroamericanas y las caribeñas, tienen relativamente menores capacidades totales de producción. De manera que con todo lo expuesto anteriormente, Estados Unidos es el mercado natural de Cuba. De allí que el embargo o bloqueo –en todo esto las palabras tienden a tener una carga ideológica polarizante- tenga mayores repercusiones negativas en cuanto a oportunidades de comercio para la isla.
Hasta ahora las medidas de Washington respondían más a intereses políticos corto-placistas a fin de satisfacer al electorado de derecha más recalcitrante de La Florida. Esto ha sido importante en las elecciones dado principalmente que este estado no tiene una tendencia clara en cuanto a preferencias electorales demócratas o republicanas, en particular en comicios presidenciales.
Se trata de un estado que fue decisivo, como se recordará, en las controversiales elecciones del 7 de noviembre de 2000, en las que legalmente, el Colegio Electoral terminó ganándolo George W. Bush, a pesar de que en el voto popular había ganado Al Gore. En ello el estado de La Florida fue decisivo.
En el actual panorama, las generaciones más viejas, aferradas más al odio hacia los Castro, rechaza las medidas de apertura, pero las generaciones jóvenes tienden a respaldarlas. Hasta ahora también, el bloqueo que favorecía los intereses políticos más conservadores de los cubanos de La Florida, también servía –faltaba más- de pretexto para culpar de él, virtualmente a todos los males que se presentaban en la isla.
En lugar de aceptar la ignorancia, enmendar procesos y conseguir resultados útiles para la mayoría de la población, por lo general regímenes autoritarios necesitan de crisis permanentes, de enemigos a los cuales culpar de los desaciertos recurrentes que ejecutan. Prueba de ello fueron los sangrientos regímenes dictatoriales en Centroamérica y la Venezuela actual.
El desafío es que se consoliden instituciones incluyentes en Cuba. Instituciones que promuevan el crecimiento de capacidades entre la población reforzando la educación, y que además se generen oportunidades -se promuevan inversiones y empleo- para grandes conglomerados sociales, que han sido marginados. De no lograrse eso, las esperanzas del acuerdo que se celebra, constituirán una decepción más. En medio de reiteradas ineptitudes uno tercamente se aferra al optimismo.-
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Universidad Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario