Esta semana la tensión en la península coreana aumentó. El régimen de Kin Jong Un, máximo líder de Corea del Norte, anunció que tenía un plan para atacar la isla de Guam, base norteamericana con 6.000 hombres, luego que Donald Trump dijera que cualquiera amenaza sería respondida con “ira y fuego”. Los expertos coinciden en el potencial nuclear de Pyonyang y no ven otra vía que un diálogo con Washington. Nadie, por ahora, ha tomado la iniciativa. Pero hay un antecedente cercano de negociaciones nucleares: Irán
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KIM JONG UN ha sido el encargado de retroceder al mundo varias décadas atrás. No sólo por su peinado, que recuerda a los jóvenes roqueros de los cincuenta, sino por su obsesión nuclear. La misma que gobernó la cotidianidad de cualquier ciudadano en la Guerra Fría y hoy enfrenta al líder comunista con el hombre más poderoso del mundo, Donald Trump.
Al pie de la letra, Kim ha recordado el papel de Jack. D. Ripper, el general que planeaba comenzar una guerra nuclear en la película Doctor Strangelove, de Kubrick. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, le ha respondido con un aparente discurso de mano dura, anunciado que responderá con “fuerza e ira” una nueva amenaza. Esto, sin embargo, no ha sido suficiente para frenar el líder comunista, quien ha dicho que tiene un plan para atacar a la isla de Guam, base norteamericana en el Pacífico, y a Japón.
60 armas nucleares
La capacidad nuclear de Corea del Norte es más grande de lo que se cree. Los medios hablan de no más de veinte armas nucleares, pero los expertos dicen que hay el triple. Jeffrey Lewis, director del Programa de No Proliferación, explica que en un informe de inteligencia de Estados Unidos se habla de 60 armas nucleares, muchas más de las que se cree.
Esto lleva a que la ventana para la desnuclearización del régimen de los Kim sea muy baja. “Es bastante claro que la ventana para ello, por la diplomacia o por la fuerza, se ha cerrado”, dice Lewis, en la revista Foreign Policy.
Trump, ante la potencia de la amenaza, intenta echarle la culpa a sus antecesores. En ese juego, dice que en el gobierno de Barack Obama se hizo poco para frenar la carrera nuclear de Pyongyang. Y es verdad. Washington, por casi cinco años, negoció con Irán su desnuclearización, pero olvidó una amenaza creciente: Corea del Norte.
El régimen comunista, décadas después, ha logrado consolidar un plan nuclear a nivel tecnológico, logístico y político. Es capaz de hacer 14 pruebas de misiles en 2017, 10 fueron exitosas según The Washington Post, y las últimas dos lanzadas en julio demuestran grandes avances tecnológicos.
En julio 4 y 28, el régimen autocrático de Kim probó un misil Hwasong-14 capaz de llegar a Estados Unidos. Las especificaciones de este artefacto hacen que tenga la capacidad de suministrar dos veces combustible. Al quemarse la primera, recarga de nuevo para tener un vuelo mucho más largo. Así es como llegaría a las costas norteamericanas.
El primer misil lanzado el 4 julio por las fuerzas de seguridad norcoreanas tenía la capacidad de recorrer 4.200 millas. En la prueba voló sólo 37 minutos y viajó 580 millas, lo suficiente para llegar Alaska. Veinte y cuatro días después, probó un misil cuyo alcance es 6.800 millas: podría llegar hasta Nueva York o Boston.
La obsesión de Kim lo ha llevado a demostrar su poderío militar chocando contra una ciudad norteamericana. En un homenaje a su abuelo, Kim Il Sung, el joven líder presentó una película en la que varios misiles colisionaban contra San Francisco.
Pero la velocidad y la distancia no son las únicas cualidades de las armas nucleares de Corea del Norte. Lewis explica que el país ha desarrollado una tecnología capaz de construir misiles balísticos con las proporciones adecuadas de uranio o plutonio. Su uranio es altamente enriquecido y, por tanto, potencialmente más peligroso.
Escalada sin control
La probabilidad de que inicie una guerra nuclear es baja, según los expertos. Los motivos son ampliamente conocidos. Pero lo cierto es que la política nuclear de Corea del Norte puede debilitar las alianzas de Estados Unidos en Asia y crear una escalada sin control en la península coreana. Una guerra tal vez, no necesariamente nuclear.
En la región Asia- Pacífico, Corea del Sur y Japón son los principales aliados de la Casa Blanca. Un mal movimiento de Washington puede inmediatamente derivar en una acción de Pyongyang contra Tokio o Seúl, que han confiado su seguridad nacional después de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea (1952), a Estados Unidos.
Tanto Japón como Corea del Sur han firmado compromisos para abstenerse o abandonar la carrea nuclear. Estos países han depositado toda su confianza en la capacidad nuclear de Washington para hacerle frente a eventuales amenazas de sus vecinos, China y Corea del Norte.
“La capacidad nuclear de Corea del Norte es más grande de lo que se cree. Los medios hablan de no más de veinte armas nucleares, pero los expertos dicen que hay el triple”
Seúl, en 1970, puso en marcha un plan para iniciar su carrera nuclear, luego de que Pyongyang volviera pública su intención de contrarrestar la amenaza de potencias extranjeras con arsenal de este tipo. Sin embargo, Henry Ford, presidente de Estados Unidos, convenció a su aliado de no seguir con su proyecto.
Corea del Norte intenta generar confusiones sobre la efectividad de estas alianzas. Richard C. Bush, Director del Centro de Estudios Político de Asía en Brookings Institution, se pregunta, ¿si Corea del Norte los ataca, Washington estaría dispuesto a tomar represalias con armas nucleares?
Este dilema no es nuevo para Estados Unidos. Después de la Segunda Guerra Mundial sus aliados, Francia e Inglaterra, prefirieron construir su arsenal nuclear ante el expansionismo soviético, antes que confiar su seguridad a Washington. En términos de política internacional esto se llama “desacoplamiento” y fue lo que Obama intentó evitar con Corea del Sur, que le hizo caso y se abstuvo. Lo mismo, aunque digan que fue una imposición arbitraria de Washington, pasó con Alemania.
El silencio chino
Los ojos del mundo, cada vez que Corea del Norte lanza un misil balístico, están puestos sobre China. El gigante asiático es el único que, de momento, puede parar la carrera nuclear de Kim, por su estrecha relación comercial, política e histórica, que viene desde 1953, tras la guerra.
Ocho años después del fin de las hostilidades y con un país partido en dos, Pekín firmó un “tratado de amistad” con Pyongyang. En este, entre muchas cosas, planteó una solución a la futura crisis nuclear: Corea del Norte debía, por un lado, acabar con sus ensayos nucleares y Estados Unidos y los surcoreanos, por su lado, debían poner fin a sus ejercicios militares conjuntos en el Pacífico asiático.
Los chinos, un tiempo después, siguen pensando igual. Eso queda claro al ver su habitual silencio cada vez que Pyongyang lanza un misil y Trump exige una respuesta inmediata y certera en contra del intento, que Pekín concede de manera diplomática: invitamos a Kim Jong Un a que cese sus acciones... Pero esto no es suficiente. Washington quiere “mano dura”.
La Casa Blanca, cansada del doble racero chino, ha impuesto medidas contra empresas de ese país que comercializan con Corea del Norte. Según Reuters, el martes Trump le dijo a algunos de sus funcionarios que buscaba imponer nuevas sanciones contra Pekín por su poco compromiso.
Washington considera que las contravenciones contra China han servido para que al interior del Consejo de Seguridad no se oponga a la aprobación de nuevas medidas para disuadir a Pyongyang .
Estas “han desempeñado un papel importante para lograr que China se encuentre a bordo”, dijo un diplomático a Reuters. Pero en ese país las sanciones de Washington no han caído nada bien, así se evidencia en la prensa local.
El periódico China Times, adscrito al Partido Comunista, escribió que ese tipo de medidas no logran detener a Corea del Norte. “Los Estados Unidos piden ayuda a la China cuando no pueden resolver sus problemas con Corea del Norte, y algunas elites de Estados Unidos incluso quieren instar a China a reclamar la plena responsabilidad de la cuestión o amenazan con tomar represalias”, dice.
“La capacidad nuclear de Corea del Norte es más grande de lo que se cree. Los medios hablan de no más de veinte armas nucleares, pero los expertos dicen que hay el triple”
La ambivalencia China, que responde evidentemente a intereses geopolíticos: quiere lejos de sus costas a las fuerzas norteamericanas, no ha impedido que el Consejo de Seguridad de la ONU actúe en contra de Pyonyang.
Sanciones
El sábado 5 de agosto los 15 miembros del Consejo de Seguridad, incluyendo China, votaron a favor de imponer nuevas medidas contra Corea del Norte por el lanzamiento de misiles balístico el 4 y 28 de julio. Las sanciones, que son de tipo económico y laboral, están diseñadas para bloquear una tercera parte de las exportaciones de Pyonyang equivalente a 3 millones de dólares.
Mediante la Resolución 2371 de la ONU, se decidió prohibir la compra, venta o transferencia de carbón, hierro, mineral de hierro, mariscos, plomo y mineral de plomo a otros países. También el organismo restringió la mano de obra norcoreana en el extranjero, que, pese a las restricciones, existe, no sólo en países aliados.
Algunos expertos, sin embargo, dudan de la efectividad de estas sanciones. Richard Nephew, en la revista 38 North de la Universidad John Hopkins, opina que estas medidas tardan mucho en ser un instrumento efectivo para frenar a Corea del Norte. Los antecedentes, en este caso, son significativos.
En 2006, tras un ensayo nuclear del régimen comunista, la ONU le impuso sanciones que fueron ratificadas y ampliadas el año pasado por reincidencia. Así lo acredita un informe de un centro de seguridad con sede en Londres, Royal United Services Institue, insiste que los norcoreanos “explotan redes de suministro ilícito” y añade, “las brechas permita que esta actividad persista”.
Nephew considera que, por el contrario, el efecto inmediato de estas sanciones pueden perjudicar al gobierno norteamericano, que convencido de su efectividad, no desarrolla una nueva estrategia ante la realidad nuclear de Corea del Norte, que es indiscutible.
Mesa de negociaciones
Todos los caminos, por donde se mire, apuntan a un diálogo entre Washington y Pyonyang. Pero aún no hay ninguna pista-así sea mínima- que demuestre cuál país tomaría la iniciativa de sentarse en una mesa de negociaciones con el otro.
En ese escenario, Estados Unidos debe tener claro hasta dónde puede exigirle a Pyonyang. Expertos como Newphew y Bush consideran que es tan complejo el panorama, que es muy probable que diálogo sea exitoso con el desescalamiento de las tensiones regionales. Pero es difícil que Corea del Norte acepte eliminar su arsenal nuclear.
Estados Unidos, si decide negociar, tiene que comenzar a construir nuevas alianzas que le permitan llegar al régimen de Kim Jong Un. Una de ellas, por supuesto, es China. Eso parece que ha hecho Trump desde que llegó a la Casa Blanca. Pero no deja de ser cierto que la diplomacia internacional no es el fuerte, por ahora, de su administración.
Aunque no es imposible llegar a un acuerdo con Pyongyang. Estados Unidos cerró el Acuerdo Nuclear para la Desnuclearización de Irán, en 2015, país que fue por décadas una de sus mayores amenazas. A cambio de levantar las sanciones contra el petróleo y financieras, Teherán se comprometió a limitar su capacidad nuclear. Esto lo hará durante 15 años. La estrategia está clara. Sólo falta adecuarla a una nueva realidad: el régimen autocrático de los Kim.
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