Sesgo de grupo | El Nuevo Siglo
Jueves, 26 de Diciembre de 2019

Con excepciones, como en todo, el alto gobierno ha caído en la trampa del sesgo de grupo.
Palabras más, palabras menos, en estudios políticos se conoce al sesgo de grupo como ese fenómeno en que los individuos de un equipo terminan plegándose a la opinión que promueve el más obstinado en la materia.
Es así como han ido calando dos ideas claves mediante las cuales la Presidencia enfrenta este momento histórico crítico que vive el país.
La primera, de orden interno, lleva a la gente de Palacio a colegir que este es un lío generado solo por los exaltados que salen a las calles, en tanto que quienes permanecen en sus casas apoyan al Gobierno.
Y la segunda, de naturaleza externa, les hace pensar que todo esto obedece a un proyecto teledirigido por Rusia para desestabilizar a las democracias del área.
En el primer campo, surgen, por supuesto, varios componentes que consolidan la interpretación grupal del primer anillo:
Que las centrales obreras quieren derrocar a Duque, pero que no podrán lograrlo.
Que un grupo de recalcitrantes uribistas “pura sangre”, llenos de odio, coinciden con semejante propósito.
Que las encuestas en las que el Jefe del Estado solo cuenta con el apoyo del 24% están al servicio de los anteriores.
Que para atraer incautos, los conspiradores se valen de la psicología del rumor e inventan agrias discusiones a gritos entre Duque y el presidente Uribe en el segundo piso del Palacio.
Y que llevados de una despreciable e impúdica vileza, levantan falsos testimonios para comprometer la fidelidad del Presidente en los aposentos del mismo Palacio.
En el segundo campo, el externo, las premisas no son menos alarmantes:
En ellas, aparece el presidente ruso desde La Fortaleza (el Kremlin) dando las órdenes para que la protesta en Colombia se expanda y termine refundando el Estado, previa anticipación de las elecciones presidenciales.
Que desde Moscú, Putin y Lavrov se despiertan a diario con el único objetivo de conmocionar al país mediante las redes sociales para que, como borregos, los manifestantes emprendan un plantón en Compensar, otro en el parque de los hippies, u organicen un cacerolazo con concierto incluido frente a la Ermita, o en el parque Lleras.
En resumen, que en perfecta comunión (de la que solo guardarían distancia los llamados pura sangre) los conspiradores de Bogotá y Moscú pretenden obligar a Duque a tomar ciertas decisiones a cambio de no exigirle la renuncia:
Que retome las negociaciones de paz con el Eln en La Habana.
Que impulse como propias las 16 curules de paz para las víctimas del conflicto.
Que nombre un nuevo Gabinete ofreciendo cierta dosis de mermelada (aunque no pase de ser “light”)
Que cambie a la cúpula militar, sin importar a quienes ponga, pero que la cambie.
Que aleje a Uribe de toda decisión que tome y que lo deje completamente solo en caso de que la Corte lo emprobleme.
Y, por último, que siga hablando de “Conversación Nacional”, si es lo que quiere, pero que, en la práctica, y a lo largo de los próximos dos años, se siente a negociar uno tras otro los 13 puntos de la agenda, cogobernando, patrióticamente, con los promotores del paro.