El lío de las redes sociales | El Nuevo Siglo
Jueves, 12 de Diciembre de 2019
  • Una problemática de orden global
  • Autorregulación, solución más viable

Desde el mismo momento en que las redes sociales comenzaron a masificarse, arrancó un debate sobre la infinidad de ventajas que las mismas representaban en materia de comunicación rápida así como de libertad de expresión y opinión para cualquier persona que tuviera acceso a un computador, un celular o cualquier otro dispositivo con posibilidad de conectarse a internet. Pero al mismo tiempo se prendieron las primeras alarmas sobre el riesgo que semejante ventana de información al instante significaría para una sociedad que no se había preparado para semejante maremagno de temas y circunstancias en la red.

Ya han pasado varios años desde esos primeros debates sobre los programas y aplicaciones electrónicas de publicación y mensajería virtual, sin que hasta el momento se haya encontrado un punto medio en la discusión. Todo lo contrario, el avance tecnológico ha permitido que las funcionalidades de estas autopistas de información y opinión se multipliquen día tras día, sumando nuevas herramientas para transmitir en línea y con todos los valores agregados los contenidos escritos, hablados y en video que el emisor quiera comunicar, sean cuales sean, más allá de si son o no veraces, pertinentes, adecuados, responsables…Todo ello ha llevado a que una gran parte de la humanidad se haya tornado, al decir de no pocos expertos y estudios, en una sociedad epidérmica que aprovecha las redes sociales para reaccionar en tiempo real a cualquier hecho, expresando sus opiniones y criterios al respecto sin límite ni filtro alguno.

La cuestión ha llegado a tal punto que ha hecho carrera la metáfora aquella según la cual ‘los dedos se volvieron más rápidos que la razón’, queriendo significar la forma en que no pocas personas publican en sus redes sociales lo primero que se les ocurre, sin tener el cuidado de tomarse algunos segundos o minutos para analizar y sopesar las implicaciones de sus mensajes. De allí que hoy exista a nivel global un debate, ya incluso desgastado, entre quienes consideran que estas ventanas virtuales son el mayor avance en la última centuria en cuanto a libertad de información y opinión, y otros que advierten que las redes sociales son una especie de cloaca en la red en la que, incluso escudadas en el anonimato, muchas personas vierten odios, mentiras y todo tipo de bajezas.

Como siempre ocurre en algunos países se ha tratado de buscar un punto intermedio, tratando de proyectar regulaciones legales e incluso constitucionales que permitan la libre expresión pero sin caer en los extremos de la injuria, la calumnia o la promoción del delito y otras actitudes antisociales. Sin embargo, en la mayoría de los casos, por no decir la totalidad, esos intentos de imponer filtros y controles se han estrellado con el riesgo de caer en las peligrosas esferas de la censura y las restricciones a un derecho fundamental. A ello hay que sumar que dada la amplia capacidad de acceso de cualquier persona, en cualquier momento y en cualquier lugar del mundo a un dispositivo conectado a internet, es prácticamente imposible evitar que llegue a la red cualquier tipo de contenido u opinión. Ni siquiera las múltiples herramientas que los propios operadores de las plataformas han activado para tratar de revisar lo que cada quien publica han podido ser efectivas en su objetivo, además de actuar minutos, horas o días después de que las informaciones están al aire y se han multiplicado exponencialmente.

Colombia no es ajena a esta problemática, a tal punto que no hay día en que no se genere algún tipo de polémica por lo que se dice y replica en las redes sociales sobre todos los temas posibles. La altas Cortes, los jueces y la Fiscalía han ido sentando algunos límites al respecto, dirigidos sobre todo a que quienes se manifiestan a través de ellas entiendan que son responsables de todo lo que expresen o comuniquen. En el Congreso, entretanto, se han impulsado algunos proyectos para ‘controlar’ las redes sociales, obviamente sin mayor avance. Son múltiples las campañas llamando a la autorregulación de los usuarios de estas plataformas así como intensas las pesquisas para tratar de detectar a quienes están detrás de cuentas ficticias y anónimas y desde las mismas delinquen, calumnian, injurian… La cuestión ha llegado a tal punto, que cada día son más las personas de todos los estratos y las más diversas actividades y profesiones que renuncian a las redes sociales, por más difícil que resulte abstraerse de ellas.

Como se dijo, este es un debate de orden global que está en mora de asumirse de forma igualmente global. Un debate en el que hay que partir de una premisa, se esté o no de acuerdo con ella: las redes sociales llegaron para quedarse.