El cauce del derecho a la protesta | El Nuevo Siglo
Martes, 3 de Diciembre de 2019

Llevar a buen cauce la protesta de este noviembre de 2019 debería comenzar por sacar el miedo de su lado y esto sólo es posible si trae consigo unas normas nuevas claras que le den garantías amplias al ciudadano, tanto a quien participa como al que no de la marcha. El respeto a los demás derechos es elemento mínimo para poderla calificar una protesta social como “pacífica”.

No sólo la ausencia del vandalismo o de alteraciones el orden público la puede definir como una protesta pacífica. Obviamente una marcha acompañada de música y manifestaciones culturales le imprime cordura. Mas dejar hacer, dejar trabajar, dejar protestar, dejar circular tiene que ver con una protesta realmente pacífica.

No es fundamento para hacerse entender tener que truncar la vida económica de un país. La medida de la protesta pacífica está en el respeto de todos los derechos para permitir ganar en la reivindicación de otros. Es un derecho relativo, no absoluto que debe propender por el no afectar intereses generales (Sentencia Corte Constitucional C-122 de 2012).

En este sentido necesariamente la reglamentación de la protesta social bien entendida como pacífica deberá evitar que los medios y vías del transporte público sean bloqueados para la libre movilización de las personas y el acceso a sus lugares de trabajo, de educación, de atención en salud o simplemente al comercio y consumo.

La eficacia de la protesta también está en darle un sentido de transitoriedad, de manera que tengan un tiempo razonable y una motivación reconocida. Tampoco podría consignarse como pacífica una protesta que queda a la deriva de múltiples demandas y demandantes, porque hasta ahí llegaría a ser una cuestión simbólica -que tiene validez- o convertirse en una protesta, sin ton ni son, que limita con la anarquía. Esa misma reglamentación como derecho debería consignar la obligación de tener como mínimo unas propuestas o soluciones en la mira.

Es por esto que acudir a los actores que se vislumbran como idóneos y centrados en propuestas concisas es al menos un comienzo, entre ellos el Comité promotor del paro y los jóvenes que se han visto como interlocutores principales. Esto dentro de la Conversación Social Nacional, instaurada por el Presidente Duque, que busca responder al llamado popular, que pide continuamente que “el Presidente se siente a hablar”.

El cacerolazo gana fuerza si tiene una causa entendible, excepto para quienes van lanza en ristre contra el nombre del mandatario. De ahí que es valeroso del Presidente asumir una posición de vocero principal tratando de imprimir un orden a las más de cien razones o la inconformidad etérea que se respira en la marcha.

Es también la hora de definir el verdadero acápite de “pacífica” de la protesta social donde el respeto a los demás derechos se vuele fundamental. Si la vida diaria se ha vuelto cuadritos cuando hay una protesta social es porque ésta no es realmente pacífica. Colombia comienza a aprender la lección.

* Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI

uribemariaelisa@gmail.com