Condiciones de la educación en Latinoamérica | El Nuevo Siglo
Foto cortesía
Sábado, 7 de Diciembre de 2019
Giovanni Reyes

Estos inicios de diciembre han traído los últimos resultados de las pruebas Pisa con cobertura mundial.  Pruebas que dan a conocer, tanto en (i) comprensión de lectura; (ii) ciencias; y (iii) matemáticas, los niveles de preparación de adolescentes, en diferentes países.

En especial los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde) no han desperdiciado el tiempo en extender y profundizar los debates sobre la educación, y respecto al hecho -ya previsible desde hace tres años- de que China se coloca como el mejor país en educación mundial, para jóvenes entre 14 y 19 años de edad.  Con esto, la potencia asiática desplaza del primer lugar a Singapur, quien tradicionalmente había encabezado estas evaluaciones.

En general, el dominio de las principales posiciones en este ámbito de la educación pertenece a naciones asiáticas.  Es de puntualizar, que el primer país occidental, colocado en el grupo puntero, es Estonia, una nación que pertenecía hasta 1991 a la desaparecida Unión Soviética, su área territorial es relativamente pequeña, de 45,000 kilómetros cuadrados y 45 millones de habitantes, enclavada en el este del mar Báltico, al sur de Finlandia.

Fueron 79 países de las diferentes regiones del mundo, los que participaron en esta oportunidad de evaluación educativa con los criterios Pisa (siglas en inglés del Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes). Entre ellos se tuvo a diez latinoamericanos, que en general y de conformidad con los resultados, yendo de los más altos a los más bajos quedaron en el escalafón: Chile, Uruguay, Costa Rica, México, Brasil, Colombia, Perú, Argentina, Panamá y República Dominicana.

En todo caso, en ninguna de las tres pruebas individuales -lectura, ciencias y matemáticas- ni el mejor posicionado de Latinoamérica, Chile o Uruguay, logra estar por sobre el promedio de la evaluación mundial.  De manera genérica también, aunque hay algunos avances al comparar los resultados de los latinoamericanos respecto a los rendimientos de otros años, en varios casos la situación es de estancamiento.

En términos comparativos, en la prueba de lectura, el promedio Ocde fue de 487 puntos, y el mejor latinoamericano, Chile, alcanzó 452.  En la prueba de ciencias, la media de los países más desarrollados de la Ocde fue de 489, y el mejor latinoamericano, Chile de nuevo, tuvo 444.  En matemáticas, el mejor país de la región fue Uruguay con 418 puntos, mientras el promedio de la Ocde fue de 489.32

 

Los resultados de estas pruebas, como toda evaluación, permiten tener elementos de criterio para poder tomar decisiones sobre uno de los aspectos vitales de la competitividad y de la sostenibilidad del crecimiento y el desarrollo en todo país: la educación.  Es de recordar que la educación es la que nos permite la transformación del ser humano en persona humana, mediante la utilización de los conceptos, de la lógica, del lenguaje, del conocimiento y de la formación en valores.

Se le adjudica al filósofo Ludwig Wittgenstein (1889-1951) la frase de que “el límite de tu universo es el límite de tus conceptos” y de que “el lenguaje y la lógica son el límite de tus conceptos”.  Esto es desde el punto de vista del conocimiento.  Por otra parte, es claro que el mayor acervo cognoscitivo no necesariamente implica mayor sabiduría, mayor capacidad de reflexión sobre nuestros actos.  Sin embargo el conocimiento sí es una vía para la sabiduría aunque no la única.

En todo caso, desde la perspectiva de coherencia de los procesos educativos, tenemos el requerimiento de una educación integral, más allá de los conocimientos específicos y de las destrezas que podemos llegar a desarrollar.  En este tipo de consideraciones es de tener cuidado con las especializaciones extremas que parecieran ir en contravía, excluyentemente, con la formación en valores. Allí están las competencias del ser y del saber, eventualmente contrapuestas a las “pragmáticas” competencias del hacer.

La educación por otra parte constituye la inversión por excelencia en el recurso humano, que es el recurso más valioso que tiene todo país, sociedad o conglomerado humano.  Las razones de ser, las características de una sociedad se fundamentan al final en los seres humanos que las conforman, con sus valores, sus actitudes, su cultura.  Una sociedad es lo que es, a partir de la dinámica integrada de los seres humanos que la conforman, la historia que comparten, los valores en los que se fundamentan y los fines que persiguen.

Es precisamente en esta época de grandes amenazas para nuestra supervivencia -véase para ello, tan sólo, el problema planetario del calentamiento global- en esta época de grandes desafíos anunciados, cuando debemos enarbolar la esperanza, vivirla mediante una práctica educativa que nos garantice supervivencia para nuestra especie.  Es ahora cuando con mayor ahínco debemos emprender la ruta siempre renovada del conocimiento, de nuestras relaciones humanas, basadas en el desarrollo, la cooperación y el acopio científico.

Es evidente el gran esfuerzo en particular en dotación de recursos, que han desarrollado las sociedades latinoamericanas en cuanto a la educación.  Se ha avanzado bastante en cobertura.  Pero los retos ahora se centran en lo fundamental -en unos países más, en otros menos- en la consecución o énfasis de calidad. 

 

En ello está el desafío para ir más allá de sólo indicadores de gasto e inversión, para pasar a los contenidos, los que indudablemente deberán encaminarse por los resultados que emergerán de las sendas de la eficiencia –uso de recursos- eficacia –resultados y servicios que son correspondientes y coherentes. Se requiere de resultados educativos tan oportunos como necesarios para el logro de un desarrollo efectivo en lo económico, equitativo en lo social y sustentable en lo ecológico.

(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.