Releyendo | El Nuevo Siglo
Sábado, 26 de Noviembre de 2022

De vez en cuando rebusco papeles viejos o libros que ya no se consultan para cerciorarme de si hace 20 o más años hacíamos planteamientos semejantes o muy diferentes a los que formulamos hoy. Es un ejercicio que ayuda mucho a obtener una perspectiva sobre la manera como hemos venido enfocando o lidiando con los problemas que afectan a Colombia. Casi siempre me tropiezo con afirmaciones y postulados que me dicen que como que no logramos superar algunas situaciones que se presentan como si fueran insolubles. Y resulta desconcertante porque tengo bien sabido que el país ha progresado mucho. Lo que ocurre es que parece que hay problemas que persisten, se agravan o continúan formando parte de una lista de prioridades que es urgente atender. Es un ejercicio que hago al azar sin proponerme encontrar algún tema específico.

En esta ocasión me encontré con un discurso de Luis Carlos Sarmiento, en la 19ª asamblea de Anif, ya hace más de dos décadas. Ha sido un empresario muy exitoso con una conciencia filantrópica que, justamente, lo ha hecho merecedor de numerosas distinciones nacionales e internacionales. Una personalidad esencialmente constructiva y con gran compromiso y fe en las potencialidades de su patria. Entonces, releí el texto que hubiera preferido reproducir completamente pero el espacio de esta columna sólo me permite recoger algunos párrafos que corroboran esta preocupación que señalé anteriormente y que conviene tener siempre presente porque no le ayuda a Colombia que pasen los años, las décadas y que algunos problemas graves persistan así sus características tengan otros matices y merezcan una valoración diferente.

Sin más rodeos, presento algunas de sus tesis en los párrafos más relevantes: "quiero insistir, en cambio, en tres factores de largo plazo, que vienen incidiendo en forma negativa sobre la economía desde hace varios años y que son en buena parte independientes de los temas y factores de la coyuntura. Son ellos, el aumento constante del gasto público, con el consecuente incremento del tamaño del Estado; la inestabilidad y falta de firmeza de las reglas de juego para el sector privado y, por último, el problema de altísima violencia y la inseguridad que deprimen la inversión y ensombrecen el clima de los negocios."

"Estos problemas, junto con el de la debilidad de la justicia (...)amenazan la conformación definitiva de un clima favorable para el desarrollo económico; desaniman a los inversionistas nacionales y extranjeros, frustran sus esfuerzos y deprimen sus inversiones, colocan a Colombia en una situación de desventaja frente a otros países donde no se presentan estos inconvenientes e inevitablemente se reflejan en toda la actividad nacional y contribuyen a agravar los problemas de bajo crecimiento y carencia de empleo con su inseparable secuela de empobrecimiento de la gente."

Y más adelante "estamos convencidos que nuestro país no tendrá un sitio entre las naciones civilizadas y que su economía no alcanzará todo su potencial si en nuestro medio imperan la impunidad, la barbarie, la violencia y el temor de los ciudadanos sobre su futuro". (...)"cuando apreciamos el dinamismo de ciertas inversiones extranjeras en Colombia, a pesar de nuestra violencia e inseguridad, deberíamos pensar cuál sería su comportamiento y vigor en condiciones de normalidad, paz y seguridad".

Pues me doy por bien servido al haber tenido la fortuna de encontrar textos tan reveladores sobre nuestra realidad, la de hace más de 20 años y la de ahora. Y no se niegan los formidables esfuerzos para superar los problemas mencionados. La verdad es que nos hemos quedado cortos. Y eso es algo que debemos tener muy presente. Si registramos un progreso significativo, innegable, es indispensable ambicionar una situación mucho más favorable para el bienestar de todos los colombianos.