El gran escultor | El Nuevo Siglo
Sábado, 26 de Noviembre de 2022

La tributación pertenece al dominio de las ciencias sociales. Ofrece respuestas, pero no exactas. Siempre queda un margen de incertidumbre sobre las consecuencias futuras que tendrá lo que se decide en el especioso campo de los impuestos.

La reforma tributaria que acaba de aprobarse no es una excepción. Plantea preguntas que no tienen por el momento respuestas matemáticas. Solo el tiempo las irá respondiendo.

Presento a continuación algunas de ellas:

1. ¿Cuál será el recaudo real que se obtendrá con la nueva reforma? Esto solo lo sabremos en el 2024 cuando entren al fisco los ingresos correspondientes a los nuevos impuestos. ¿Serán 20, 18, 15 billones? No se sabe con certeza. Hay estimativos gruesos, pero no certezas. Los hechos gravables sobre los cuales se liquidarán los nuevos tributos hunden sus cimientos en el cenagoso terreno de un año de bajísimo crecimiento económico como será el 2023.

2. ¿Qué tanto de este recaudo podrá llevarse a financiar nuevos programas de gasto público social como lo quiere el gobierno, y qué cantidad deberá ahorrarse y destinarse a disminuir el déficit fiscal como lo ordena la regla fiscal? Punto también a definir.

3. ¿Cuáles serán los efectos reales de esta reforma sobre el sector privado? ¿Ella entrará en aplicación en un año como el 2023 que como se sabe será de severo enfriamiento de las economías de todo el mundo, incluida la colombiana?

¿Habrá contribuyentes que ante el mazazo de la nueva reforma tributaria buscarán otras jurisdicciones para radicarse fiscalmente? ¿Se desacelerará la llegada de inversión extranjera sobre todo en el sector minero energético? Hay indicios de que algo de todo esto empieza a darse. Lo que no sabemos aún es la magnitud.

4. ¿Cuál será el efecto que las nuevas normas fiscales tendrán sobre la industria petrolera y gasífera? Todas las cifras indican que la elevación de la tributación efectiva sobre este sector será inmensa. El ministro Ocampo – en respuesta a un artículo que publiqué en estas páginas- me dice que el efecto más doloroso será en el 2023 pero que de ahí en adelante las cosas empezarán a suavizarse. Pero esto implica que el precio internacional de los combustibles bajará a partir del 2023, sobre lo cual no hay tampoco certeza.

5. Es claro que al gobierno empieza a comprender que se le fue la mano en la presión fiscal que impuso a las personas jurídicas, o sea, a las empresas. Hasta el punto que el ministro Ocampo dice que no le chocaría una nueva reforma tributaria, pero para “bajar” las tarifas que quedaron establecida para las personas jurídicas.

Recuérdese que originalmente se dijo que el propósito central de la reforma era bajar la tributación de las personas jurídicas y subir la de las personas naturales. Resultó siendo exactamente lo contrario: cerca del 66% de lo que ahora va a recoger el fisco provendrá de mayor tributación de las empresas.

6. ¿Es sostenible jurídica y económicamente en el tiempo un impuesto permanente y progresivo al patrimonio como quedó consignado en la nueva reforma? El exministro Néstor Humberto Martínez ha presentado cifras muy inquietantes según las cuales – mirando hacia el futuro- un impuesto al patrimonio como el que quedó establecido desborda los límites de la progresividad y ocupa terrenos confiscatorios. Dijo, en efecto, en uno de sus recientes escritos: “Además de convertirse en permanente surge la pregunta de si este no resulta confiscatorio y, en tal sentido deviene inconstitucional. Debería saberse que los grandes contribuyentes tuvieron que entregar por este tributo, durante los últimos 15 años, el 16% de su patrimonio. Ahora, los mayores patrimonios pagarán indefinidamente el 1% de su valor (el 1,5% hasta el próximo gobierno), de suerte que dejarán en los bolsillos gubernamentales el 15% de sus activos, en quince años, y en treinta años, el 30% de estos. Es decir, en los próximos seis lustros estos contribuyentes habrán tenido que entregarle al fisco casi la mitad de su patrimonio, si se suma lo ya pagado”. ¿Es esto defensable y sostenible?

7. ¿Si la inflación no baja y los intereses siguen por las nubes ¿cuál será el efecto sobre el servicio de la deuda y el pago de sueldos y servicios del estado? ¿Terminarán consumiendo buena parte de los nuevos ingresos tributarios?

Las preguntas podrían seguir haciéndose indefinidamente. La tributación plantea solo atisbos, pero no respuestas inapelables. Solo el tiempo -ese gran escultor de que hablara Margarite Yourcenar- es quien tiene la última palabra.