Cuidado con el deseo (1) | El Nuevo Siglo
Sábado, 26 de Noviembre de 2022

El deseo es un movimiento afectivo hacia algo que se apetece. Pero, cuidado: en el apetito puede haber una trampa que no permite evolucionar.

¿Con qué está alineado el deseo, con el ego o el Amor? Justamente ahí está el quid del asunto, pues la motivación es totalmente opuesta: desde el ego domina la pasión, malentendida y popular a fuerza de publicidad: destapa tu pasión, vive tu pasión, apuesta tu pasión, hazlo con pasión… Es altamente probable que esto que escribo te suene absurdo, pues estamos tan acostumbrados, si se quiere tan apasionados por la propia pasión, que perdemos de vista su verdadero significado: dolor, sufrimiento, inacción. Ah, sí, también apetito.  En todo ello se refleja el ego, que separa, segmenta, compite, excluye.  Cuando deseamos ganar y ello implica que otros pierdan, dividimos; cuando en pareja imponemos nuestros deseos sobre el otro, excluimos; cuando deseamos anteponer nuestra visión a toda costa, negamos al otro.

Esos deseos pueden ser muy sutiles, pues el ego es muy hábil para dejarse identificar y se mimetiza como el camaleón: la competencia se disfraza de unidad, cuando en realidad es fragmentación, pues gano yo o los míos sobre el resto. El deseo neurótico de ocupar el primer lugar se disfraza de excelencia, que desdeña las circunstancias y los esfuerzos ajenos.

El deseo de triunfo a toda costa se disfraza de tenacidad, que en realidad es dureza con los otros. Esos deseos son exaltados, aplaudidos, exigidos, pues nuestras sociedades basadas aún en la competencia decimonónica creen que evolucionan desde la dominación y la exclusión. Es a lo que estamos acostumbrados y lo que en últimas valida las guerras a pequeñas y grandes escalas. “Somos unos luchadores, somos unas guerreras”; lo gritamos con orgullo, otra pasión del ego.

Otra cosa es el deseo alineado con el Amor, la fuerza más poderosa que existe en el universo.  Ese Amor une, abraza, incluye, contiene, todo lo opuesto a lo que pasa con la pasión, comprendida lingüística, psicológica y espiritualmente.  El deseo amoroso, integra, anhela el bien de todos sin excepción; deja de anteponer los intereses particulares sobre los colectivos, reconoce la sacralidad de cada ser humano, de la vida, y evita juzgar.  Esto, que parece que correspondiera a otro planeta y no a este, es a lo que está llamada la humanidad y que podremos alcanzar si elegimos cambiarle el rumbo al destino.  Competir no es el máximo logro de los seres humanos, aunque en estos momentos nos obnubilen las confrontaciones deportivas.  Bueno, en todo momento nos pueden cegar, pues ese es el objetivo de la pasión.  El Amor es mucho más… ¿Te animas a descubrirlo?

@edoxvargas