El mundo del futuro | El Nuevo Siglo
Domingo, 21 de Octubre de 2018

“Vienen tiempos para la resistencia. Y hay con qué”

Ya son bastante usuales los libros que tratan de hacer una descripción del futuro y de cómo ha de ser la persona que quiera sobrevivir en ese nuevo mundo. Tecnología, ecología, criptomonedas, poliamor (¡!) y otras cosas por el estilo caracterizarían ese hábitat de los siguientes años. Cada persona deberá estar en esa onda o de lo contrario quedará marginada del “progreso y desarrollo” de la humanidad. La verdad es que se trata de una futurología para un grupo de gente que puede darse el lujo de estar innovando su vida cada semana, pero poco que ver con el ciudadano de a pie que no tiene más lujos que trabajar y hacer cuentas. Pero, además, estos futurólogos se niegan a hablar del horizonte humano, o quizás inhumano, que subyace con mucha frecuencia a esa isla de la fantasía que se propone para vender libros por montones (¿o tal vez no?).

El mundo del futuro, a juzgar por lo que se dice y repite sin cesar a diario, en mi parecer tiende en buena medida a engañar al ser humano. Eso sí, con mucha astucia y finas estrategias. Y hay signos de cómo es ese nuevo mundo. Por ejemplo, muy cercano al uso habitual de sustancias sicoactivas las cuales serán “normalizadas” por su consumo extendido. Un mundo que tendrá absolutamente relativizada la vida humana y la seleccionará según un puro criterio de utilidad o comodidad y, como reza el dicho: “lo que no sirve, que no estorbe” (abortistas, amigos de la eutanasia, eliminación de los pobres y los refugiados, etc.). Un ambiente de tremenda soledad pues se ha sembrado en él una enorme desconfianza en las demás personas y, por tanto, los arquitectos deben dedicarse a construir apartaestudios por miles pues quién está pensando en matrimonios y familias en esa utopía planteada. Será una existencia sin vínculos de ningún orden pues el hombre y la mujer quieren ser definitivamente libres de toda atadura. Tal vez se enamoren de un árbol o un animal o una estrella, o de sí mismos, cosa sí muy usual hoy en día, a lo sumo.

Pero la historia también ha demostrado que la humanidad tiene en su esencia más íntima algo que la ha salvado de todas estas utopías sin sentido. Eso sí, muchos morirán cruzando el mar Rojo, bien sea por decisión propia o por engaño adquirido. Pero el resto superará la prueba y quizás por instinto o por fuerza del espíritu se encargará que aquello que nos hace realmente humanos se conserve con potencia. Nada suplirá el amor. Nada será capaz de aniquilar totalmente la fuerza inherente a la vida y una vida con sentido. Ningún embate logrará que todos los hombres y mujeres se envenenen a sí mismos ni se hagan agentes de destrucción de la vida. Ninguna propuesta tecnológica o avance científico, menos aún una ideología o régimen político, evitará del todo que la humanidad mire hacia el cielo en busca de trascendencia. Habrá, como los ha habido siempre, días oscuros, mentiras que brillen por un rato, héroes con pies de barro, ideas con consistencia de pompas de jabón, las habrá. Pero la creación llamada hombre y la llamada mujer, contiene tal potencia que nada contrario a su naturaleza la podrá aplastar del todo. Pero vienen tiempos para la resistencia. Y hay con qué.