Exparacaidista Bolsonaro vuela sobre Brasil | El Nuevo Siglo
AFP
Sábado, 20 de Octubre de 2018
Redacción internacional
A menos de ocho días para la segunda vuelta, no solo le saca 19 puntos de diferencia Haddad sino que apoyado por grupos productores de noticias, ha construido una verdad paralela en las redes sociales
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NI LAS marchas convocadas bajo el lema “Él No”, ni la publicación -casi por minuto- de las frases que demuestran una sincronía con la dictadura y el racismo, han logrado que el candidato presidencial Jair Bolsonaro pierda fuerza de cara a la segunda vuelta presidencial en Brasil el próximo 28 de octubre.

En 15 días, poco o nada ha cambiado el panorama electoral en Brasil, sacudido por una guerra en la estratosfera de las redes sociales. Allí, como si se tratara de una mezcla entre el ágora y el panóptico, seguidores de ambos candidatos han desatado una batalla enmarcada en las noticias falsas.

En una charla hace poco con editores brasileños, periodistas de este Diario preguntaban cuáles han sido los efectos de las noticias falsas en las elecciones presidenciales de Brasil. Poco alentadoras, las respuestas fueron cosas como que su impacto ha sido “enorme” y que la “verdad paralela” está venciendo a la fuente y a la noticia bien construida.

Este artículo, sin embargo, no busca analizar el fenómeno de las también conocidas “fake news”, pero sí intenta, en el desarrollo del mismo, plantear que Bolsonaro, aparte de seducir a los electores brasileños, ha tenido en sus manos lo que alguna vez llegó a ser el tamal en la política: las noticias que, en vez de decir la verdad sobre los hechos, se acomodan a lo que una persona quiere oír; son falsas.

Denuncia

El principal periódico de Brasil, Folha de Sao Paulo, denunció el pasado viernes que numerosos empresarios estaban financiando grupos que se dedican exclusivamente a la producción de noticias falsas que favorecen al candidato de ultraderecha. Estas desprestigian al Partido de los Trabajadores (PT) o certifican algo que ni el mismo Bolsonaro ha dicho.

En 15 días, luego de la primera vuelta, poco o nada ha cambiado el panorama electoral en Brasil, sacudido por una guerrea en la estratosfera de las redes sociales

En especial, esta red de mensajes viene siendo compartida en WhatsApp, empresa norteamericana que ha decidido, con Facebook, implementar un modelo para verificar la veracidad del contenido compartido y tomar medidas al respecto, bloqueando, por ejemplo, al hijo del favorito para convertirse en presidente de Brasil, Flávio Bolsonaro.

La relación entre “noticias falsas” y elecciones presidenciales poco a poco ha ido mostrando su indivisibilidad. En Brasil, este fenómeno se presenta de manera exacerbada. No es comparable con el “Brexit”, ni con la llegada de Donald Trump. Se trata de un entramado de productores, ingenieros y audiencias que han generado “centenas de miles de mensajes encaminados a los electores, todos falsos, para orientar el voto en dirección de mi adversario”, denunció Fernando Haddad, candidato del PT.

El PT ha presentado una denuncia ante la Fiscalía por, dice la colectividad, “abuso de poder económico y uso indebido de medios de comunicación digital”. Las leyes brasileñas prohíben cualquier tipo de financiación privada de las campañas. Pero, según medios locales, es difícil que esta causa se resuelva antes de la segunda vuelta.

Aunque su victimización por “noticias falsas” es cierta, lo malos resultados del partido de Lula no se deben exclusivamente a este fenómeno. Es claro, tras más de dos meses de Haddad como candidato, que el partido más grande de Brasil se ha equivocado y ha tenido que pagar, como otras colectividades, su descrédito por estar involucrado en numerosos escándalos de corrupción.

brasil

Vuela el paracaidista

Jair Bolsonaro, un excapitán expulsado de las fuerzas armadas por mal comportamiento, vuela en las encuestas como en aquellos días en que los militares gobernaban Brasil y él se lanzaba con su paracaídas desde los aviones.

Los últimos sondeos publicados por las principales encuestadoras, Ibope y Datafolha, muestran que como el 7-1 que Alemania le metió a Brasil en Bello Horizonte, la diferencia entre uno y otro candidato parece no remontable. Imposible, sí.

Son 19 millones que le saca el ultraderechista al candidato designado por Lula, una diferencia que no ha variado en comparación con la primera vuelta del domingo 7 de octubre. Bolsonaro alcanza el 59% de intención de voto; Haddad el 41.

La holgada distancia es mayor a la que el exmilitar le sacó en primera vuelta, cuando estuvo cerca de lograr la mayoría absoluta con casi el 47% de los votos frente al 29% de su rival.

Por qué Haddad no despega

Encontrar las razones que han llevado al estancamiento del candidato socialista es fácil. Mientras que Bolsonaro recorría Brasil, Haddad estaba esperando a que Luiz Inácio Lula da Silva decidiera si iba a ser candidato o le entregaría la batuta de la izquierda. Ese tiempo lo petrificó. Lo dejó como una figura secundaria incapaz de tomar decisiones y movilizarse por su propia cuenta.

“No tiene una identidad propia, no es el Haddad educador, el candidato (…) no es el Haddad que va a dar un caballo de palo en la parte fiscal, que va a controlar las cuentas públicas”, le ha dicho un exministro de Lula a El País de España. “La única novedad que ha presentado hasta ahora ha sido el corte de pelo. Para luchar contra un fenómeno como el Bolsonaro, eso es poco”, sentenció el alto funcionario.

Mesurado y de lento hablar, el socialista comparte las ideas de Lula da Silva, pero es radicalmente distinto en su forma de hacer política. Evidentemente carece del carisma del, para muchos, hombre más popular de la historia de Brasil. Pero no solo eso. Es que, como se ha dicho, no le dieron tiempo para construir un perfil que lo alejara del excesivo academicismo que acompaña sus intervenciones.

La falta de identidad de Haddad le ha pasado factura. El socialista, buscando un “frente democrático” -así lo calificó- que agrupe las fuerzas políticas más importantes de Brasil, no ha podido convencer a personas de la izquierda y el centro para que se unan en torno a su candidatura.

La semana pasada viajó a Brasilia para reunirse con un peso pesado de la política brasileña, Joaquim Barbosa, expresidente del Tribunal Supremo Federal (TSF), quien le recomendó establecer un diálogo directo con una de las voces más respetadas de Brasil, Fernando Hénrique Cardoso.

Este, días después de la primera vuelta, le pidió al socialista que moviera su programa de gobierno hacia “el centro”, pero muchos le criticaron que no hiciera una declaración pública adhiriéndose al candidato del PT ni criticara a Bolsonaro.

Sorprende, de momento, la posición de Cardozo. En varios de sus libros, en especial la “Presidencia accidental en Brasil: una memoria”, describe la dictadura militar como la mayor afrenta contra la democracia y destaca el papel de Lula, en ese tiempo líder del sindicato de los metalúrgicos, como un hombre importante para activar a la sociedad civil y lograr la transición política.

Por ahora, a falta de una semana para las elecciones, Cardozo se ha mantenido en silencio. Un silencio que se explica en parte por la derrota del Partido de la Social Democracia Brasileña, fundado por él en los 80, cuyo candidato Gerardo Alckim solo obtuvo el 5% de la votación total en la primera vuelta. Un fracaso.

Discurso radical

En momentos de crisis, no hay mejor cura que el rompimiento. Bolsonaro, un “outsider” dentro de la política brasileña (lleva 28 años en ella), ha aprovechado el mal momento de la economía, de la seguridad y de la confianza en las instituciones para presentar un discurso que, en efecto, ataca frontalmente estos y otros puntos críticos en Brasil.

Ha propuesto, por ejemplo, flexibilizar el porte de armas como fórmula para enfrentar las altas tasas de homicidio, que registró 64.000 asesinatos en 2017. En la lista de las 50 ciudades más peligrosas del mundo, Brasil tiene 17, una cifra espeluznante que ha empujado a que los votantes se inclinen por Bolsonaro (Colombia solo tiene dos).

Lo único que puede cambiar el curso de la campaña es que los votantes de Bolsonaro sancionen al candidato por incurrir en financiamiento indebido para producir “noticias falsas”.

No solo la seguridad es un dolor de cabeza. Ante la peor recesión de su historia y un desempleo del 13%, Bolsonaro ha propuesto, apoyado por su seguro ministro de Hacienda, Pablo Guedes, la privatización de casi todas las empresas para revitalizar la economía, aunque en las últimas semanas ha dicho que, a diferencia del neoliberal, él cree que solo unas corporaciones públicas deben ser objeto de esta transformación.

El ultraderechista también ha entendido que en Brasil, como en ninguna otra parte del mundo, la política se hace con los grupos religiosos. Así que se ha aliado con las principales iglesias cristianas del país, que, según estimaciones de algunos analistas, representan cerca de 25 millones de los votos. Como contraprestación, ha dicho que se opone a cualquier forma de aborto y a concederle derechos a la comunidad LGBTIQ.

Estas propuestas que, como lo anunció el ultraderechista la noche de la primera vuelta, no han variado, seducen a la mayoría de los brasileños. En tanto Haddad, desesperado, intenta confrontar a su rival mostrándole a sus seguidores las frases cargadas de odio y división que ha dicho a lo largo de la campaña, y antes. Pero no da.

Lo único que puede cambiar el curso de la campaña, como le dice a EL NUEVO SIGLO Flavia Bozza, analista electoral, es que los votantes de Bolsonaro sancionen al candidato por incurrir en financiamiento indebido para producir “noticias falsas”.