El crédito del FMI a Colombia | El Nuevo Siglo
Miércoles, 30 de Septiembre de 2020

Nuevo paso en financiación de plan anti-pandemia

* Una evidencia del manejo positivo de la economía

 

La decisión que se adoptó la semana pasada consistente en utilizar la línea de crédito flexible que Colombia tiene en el Fondo Monetario Internacional (FMI), marca un interesante nuevo paso en el arsenal de medidas desplegadas en la financiación de los gastos contracíclicos para combatir la pandemia y buscar la recuperación económica.

Esta línea de crédito, cuyos orígenes se remontan al acuerdo que Colombia celebró con el FMI en 1999, y cuya vigencia y características técnicas se han venido prorrogando desde entonces, es, guardadas las proporciones, el equivalente a un derecho de sobregiro que los bancos comerciales otorgan a sus buenos clientes. Este crédito puede utilizarse en cualquier momento y sin condicionalidades especiales.

Colombia es uno de los seis países que gozan de esta facilidad en el Fondo. Su cuantía, que se calcula en función de la participación accionaria de nuestro país en el capital del banco multilateral, asciende en la actualidad a US$ 17.300 millones. La Nación ha resuelto solicitar el desembolso de cerca de una tercera parte de esta facilidad: US$5.300 millones.

Desde cuando esa facilidad crediticia se le otorgó a Colombia y que es, como lo hemos dicho, bastante automática, pues no está condicionada a largas negociaciones previas ni a gravosas condicionalidades, como ocurre  con otros créditos del FMI a los países miembro, constituyó un reconocimiento de esa entidad global a la seriedad y cumplimiento con que nuestro país ha manejado siempre sus compromisos internacionales. No se había solicitado, hasta ahora, su desembolso. La monetización de este crédito servirá también para enjugar una buena parte del déficit presupuestal del 2021 que, según la Contraloría General, puede ascender a 30 billones de pesos.

Esta operación financiera tiene, además, tres ventajas adicionales para Colombia: en primer lugar, fortalece el nivel de las reservas internacionales del país pues, al monetizar este crédito, se aumenta dicho monto, que maneja el Banco de la República. En segundo término, el empréstito dinamiza y le da liquidez el mercado de capitales doméstico. Y, por último, dispensa al país de los engorrosos trámites que implica la colocación internacional de bonos de deuda pública que, aunque están abiertos para Colombia, no dejan de ser más dispendiosos y costosos que la utilización automática de esta línea de la que disponemos en el FMI.

Afortunadamente para nuestro país la financiación externa y doméstica de los instrumentos de deuda pública está abierta con las entidades multilaterales (Banco Mundial, CAF y Banco Interamericano), lo mismo que el mercado de capitales, tanto externo como interno, para la colocación de los títulos de deuda del gobierno colombiano. Esto no es fortuito: es el resultado de un manejo macroeconómico y fiscal muy responsable que se ha mantenido a lo largo de la historia.

Como último bastión crediticio, en caso de necesitarse, queda también abierta la posibilidad de que el Gobierno le solicite un crédito extraordinario al Banco de la República para financiar gasto público. Un evento que, aunque previsto por la Constitución del 91 y si se cuenta con el voto unánime de la junta directiva del Emisor, nunca ha sido utilizado hasta ahora.

Es bueno tener, pues, esta tranquilidad en el frente crediticio para financiar los inmensos gastos hechos y los que restan en la lucha contra la pandemia así como en la gigantesca tarea de apoyar la recuperación de la economía y el empleo, que muy averiados los va a dejar el coronavirus.

Las mismas expectativas de crecimiento se han venido corrigiendo a la baja. Por ejemplo, mientras el Gobierno calcula que en 2020 la economía colombiana caerá 5,5%, el propio FMI en su última proyección estima que en este año nuestro PIB disminuirá 8,2%. Habiéndose descartado, por el momento, una nueva reforma tributaria, y al seguir flotando todavía en el horizonte el riesgo de que se presenten rebrotes de la pandemia en el último trimestre de 2020, es evidente que el instrumento primordial que tendrá que seguir utilizando el Ejecutivo para financiar los gigantescos requerimientos de la recuperación económica tendrá que seguir siendo un incremento en los volúmenes de crédito público contratados. Por eso la utilización parcial de la facilidad de que disponemos en el FMI, que se anunció la semana pasada, es una buena noticia.