In memoriam de Borges | El Nuevo Siglo
Sábado, 24 de Agosto de 2019
  • Charlas con Bioy Casares
  • Gómez y el exilio creador

 

En un nuevo aniversario del nacimiento de Jorge Luis Borges, el 24 de agosto de 1899, los expertos y profanos recuerdan que por razones políticas y de algún jurado que no entendió su obra magna se le negó sistemáticamente el Nobel de Literatura. Pero lo cierto es que no se encuentra otro escritor moderno en lengua castellana cuyos cuentos y poemas despierten tanto interés entre los grandes filósofos y escritores del mundo.

Borges tomó siempre con humor los desplantes de los jurados del Nobel, en cuanto siempre adujo, como Balzac, que él escribía para una docena o quizás media docena de amigos. Es más, su primer libro de poemas, “Fervor de Buenos Aires”, lo editó modestamente, de su propio bolsillo, para repartirlo entre sus allegados.

Hoy por hoy no faltan los que todavía consideran que el cuento es un género menor, que no compite con la novela, cuando en realidad ambos son fundamentales y herramientas de mentes geniales. Más allá de ello, algunos consideran que los poemas de Borges son superiores a sus cuentos. Se trata de discusiones bizantinas, las cuales solía, con humor, plantearle el propio escritor a su amigo Bioy Casares, que nos legó el compendio de las charlas que sostuvieron por años sobre los más diversos temas de la literatura, la cultura, las personas y cosas del día en su grata tertulia nocturna. Allí se percibe que el interés de Borges por los más diversos temas de la cultura era apasionante y crecía por un estado de conciencia vigilante y crítico, que lo mantenía enfocado en los temas del espíritu así como en los más terrenales.

El compendio de Casares está compuesto por más de mil seiscientas páginas con anécdotas y deleitantes comentarios de Borges y en ocasiones de otros interlocutores. Allí, por ejemplo, se encuentra un curioso pasaje sobre Colombia, en el cual el escritor argentino dice: “En la embajada de Colombia me explicaron que Colombia era el único país de América donde se hablaba el español de España. Yo estaría de mal humor porque les contesté: En España nunca hablaron bien el español. ¿Y desde hace dos siglos para qué les sirve? Para hablarlo de cualquier modo y para escribirlo peor. ¿Qué mérito puede haber en el modo de hablar de una gente incapaz de escribir un libro? No, yo no me arrepiento del 25 de mayo ni de San Martín, ustedes no deben arrepentirse de Bolívar y al mismo tiempo se jactan de ser casi españoles. Viven felices en el metete. Son unos brutos”. Así eran los sorpresivos rayos que lanzaba Borges, cuyo castellano era implacable y un modelo del estilo y la brevedad que el porteño tanto admiraba en Gracián. Tampoco se dice quién era el embajador de Colombia entonces, lo que se puede indagar por la fecha del comentario a Casares. Pero fue una prueba de cuando lo castellano no quita lo bolivariano, ni a la inversa.

En otra oportunidad estuvo Borges en Bogotá y fue presentado por Álvaro Gómez en una conferencia en el Museo Colonial, diagonal al Palacio de San Carlos. El dirigente conservador hizo una cálida presentación del escritor, destacando que se singularizaba por escribir sobre personajes de la vida diaria del antiguo Buenos Aires, como los compadritos, lo mismo que describió la ciudad en la que residía en su niñez, cuando vivía en la embajada de Colombia con sus padres. Gómez destacó como uno de sus poemas preferidos de Borges el dedicado a su antepasado Francisco de la Prada, asesinado por crueles montoneros, sin saber el jefe político colombiano que algún día aciago tendría el mismo infortunio que ese hombre de leyes argentino. También destacó que lo emparentaba con Borges no solamente la admiración con el vate argentino, sino su condición de conservadores. Esa tarde estaba Borges de buen humor, cuando de improvisto, al final de la chispeante charla, un profesor de filosofía de la Universidad Nacional pidió la palabra y alcanzó a decir “maestro, yo no me he leído toda su obra, pero…”. En ese momento Borges lo interrumpió y le ripostó: “No se preocupe, yo tampoco”. Las risas se hicieron generales y se levantó la memorable sesión.

Borges decía que el impulsor del modernismo en nuestra región no era Rubén Darío sino José Asunción Silva, que escribió primero sus poemas. Y destacaba a “La María” como uno de esos libros que se leen de un tirón. Conocía “La Revolución en América”, de Gómez, que, según dijo, le llamaba vivamente la atención. Incluso provocó moderadas risas al recordar que el exilio solía ser creador, puesto que sabía que en esa condición había producido su libro el dirigente conservador colombiano.