Versos polacos y palabras españolas | El Nuevo Siglo
Foto cortesía
Domingo, 12 de Julio de 2020
Gabriel Ortiz Van Meerbeke

A comienzos de este año me propuse leer premios Nobel de Literatura. No tenía ningún plan específico más allá de desempolvar algunas de las obras de autores galardonados por la Academia Sueca que estaban acumulándose en mi biblioteca -he de confesar que sufro de una pequeña adicción por comprar libros-. 

A medida que la pandemia se volvía rutina, dejé de buscar novelas que me pudieran dar pistas de lo que estamos viviendo actualmente, como por ejemplo “Las Intermitencias de la Muerte”, de José Saramago o “El Amor en los Tiempos del Cólera”, y traté de buscar lecturas que me invitaran a pensar más allá de la distopía en la que estamos inmersos. De algún modo, estas palabras son producto de esta nueva búsqueda y son una suerte de meditación, la cual espero sirva a mis posibles lectores para pensar en temas distintos de nuestro presente agobiante. A continuación, mi primera reflexión.

Hay algo en la literatura de Polonia que me ha hecho pensar en el problema de la traducción. Quizá sea que para los hispanohablantes nos resulte difícil escribir correctamente los nombres polacos, personalmente soy incapaz de escribir Olga Tokarczuk, Wisława Szymborska o Czesław Miłosz -los tres más recientes Premio Nobel de dicho país-, sin antes revisarlos en Internet o en las portadas de sus libros. O tal vez sea la afición de este lenguaje eslavo por las consonantes o sus pequeñas variaciones del alfabeto latino (ł ᶒ ą), que lo hacen lo suficientemente distinto del español, sin llegar a ser totalmente irreconocible -como sería para mí el caso del japonés o el árabe-.

Como nota aparte: también existe el curioso caso de “Solaris”, el clásico de ciencia ficción de Stanisław Lem, escrita en 1961, la cual solo fue traducida directamente del polaco al inglés hasta 2011. Antes de esta versión, que por el momento solo existe como audiolibro y para el Kindle de Amazon, la traducción al inglés provenía de la versión francesa, es decir, una traducción de una traducción.

Con todo, mi inquietud no radica en la imposibilidad de una traducción perfecta, algo que se puede dar por sentado de una lectura en su idioma no original. En cambio, el problema es que la literatura polaca me hace cuestionar el español. Me explico. Dado que no sé polaco, solo puedo acercarme a la literatura de ese país o bien en mi lengua materna o en inglés y por lo general, me ha parecido que las versiones en español no suenan tan bien como en inglés.

Puede ser que la industria editorial anglosajona sea más robusta y tenga mejores traductores, pero la versión al español de “Solaris”, de Joanna Orzechowska me gustó mucho. O habrá quien diga que la economía del inglés -tiene menos tiempos verbales y no se modifican los adjetivos según el género- lo hace más propicio para la poesía y por eso, un poema de Szymborska será siempre mejor en ese idioma.

Incluso se podría hablar de una afinidad poética: tanto Miłosz como Tokarczuk dialogan con la poesía de Blake. De hecho, en la novela negra “Sobre los huesos de los muertos”, de Tokarczuk, la narradora discute con otro personaje tres versiones distintas de una parte de “The Mental Traveller” -El Viajero Mental- del poeta romántico. De este modo, Antonia Lloyd-Jones -la traductora al inglés, quien además se ganó un premio por su trabajo-  tuvo que traducir tres veces a Blake, sin usar el original, -¿no les dije que la literatura polaca invita a preguntarse por las complejidades de la traducción?-. Miłosz, por su parte, se inspiró en la mitología blakeiana (¿?) para escribir su novela “La Tierra de Ulro”.

Sin embargo, no solo se trata de las virtudes propias del inglés, más bien, la pregunta que me he hecho leyendo los premios nobeles de Polonia es: ¿a qué español se está traduciendo? No es un secreto que la industria editorial hispana tiene su centro de gravedad en España y que, por lo general, las traducciones de dicho país se sienten acartonadas para alguien leyendo en América Latina o como mínimo, para un colombiano como yo.

Para dar un ejemplo, en “Sobre los huesos de los muertos” hay un personaje que en la versión original recibe el apodo de ‘Matonga’, y que en inglés traducen como ‘Oddball’ (literalmente ‘Bola Rara’, pero que puede entenderse como excéntrico), pero en español se llama ‘Pandedios’.  Aparentemente, ‘matonga’ es una palabra antigua polaca que significa fantasma o criatura miedosa -tuve que recurrir a una amiga de un amigo para poder llegar a esta definición porque el traductor de Google no funcionó-. Es decir que esta es una palabra complicada de traducir, en parte porque no es común, pero además se está usando como un apodo cariñoso, pero, ¿’Pandedios’?

O, para recurrir a la poesía, donde una palabra mal puesta puede destruir el fluir de un poema:

Se le antojó felicidad,

se le antojó la verdad,

se le antojó eternidad,

¡mírenle!”

“Cien Alegrías”, de Szymborska, traducida por Elzbieta Bortklewicz.

¿Por qué no usar el verbo querer y qué tiene de malo “mírenlo”? Siento, y por la inefabilidad de la poesía no puedo usar otra palabra, que las traducciones españolas podrían ser más universales, si cabe la contradicción, o por lo menos que aspiren a usar un castellano más neutro. Aquí no se trata tanto de dudar de la literalidad de la traducción -repito, no sé ni una palabra en polaco-, más bien de preguntarnos si el castellano que suele usarse en las traducciones de las grandes editoriales resuena más allá de España. Y por eso digo:

“Quiso la felicidad

Quiso la verdad

Quiso la eternidad

 ¡Mírenlo!”