20 de julio de 2020 | El Nuevo Siglo
Sábado, 25 de Julio de 2020

La pandemia del Covid-19 está destruyendo la vida humana y la economía. Por más optimismo que tengamos no podemos ocultar la dimensión de esta tragedia. El subconsciente aprehende cualquier noticia que nos aliente, pero las cifras nos aterrizan en la verdad: puede que se nos esté acabando nuestro paso por la tierra. Todos los gobiernos lucen inseguros de sus propias medidas. ¿Seremos capaces los humanos de superar esta situación? Ante tamaño interrogante saltamos clamorosos a decir que sí, que la superaremos, sin saber ni cuándo ni cómo. Comprendemos la necesidad de colaboración y entendimiento entre todas las ramas de la medicina y entre todos los pueblos del planeta. Sin embargo, las divisiones por causas que ayer parecían importantes y hoy son irrelevantes siguen guiando la conducta de dirigentes insensibles.

Cuando deberíamos propiciar la cooperación seguimos cultivando el odio al adversario. Los periódicos de todas las latitudes brindan sus páginas a los heraldos de la confrontación. Siempre se encuentra el pretexto para desenvainar la espada. Por todo eso, valoramos la insistente llamada a la unidad del Presidente Iván Duque en el discurso de instalación virtual del Congreso de Colombia. No se trata de un recurso retórico. Ha sido una constante de sus mensajes a la Nación porque ha comprendido, como pocos, que es el momento de construir un nuevo Estado, cercano al hombre común y capaz de propiciar la cohesión social.

El Ingreso Solidario es un ejemplo de cómo debe gobernarse. Llegar a casi tres millones de familias, en tan corto tiempo, es prueba de que cuando se quiere y se sabe, se puede. “Es la hora de gastar”, ha dicho J. C. Echeverry. Así como las empresas necesitan que les llegue plata para no perder empleos, las familias pobres necesitan que les llegue plata para saciar el hambre. Las cifras del gasto deben darse a conocer minuciosamente para vencer la incredulidad que suscitan las cuentas oficiales. La necesidad tiene cara de palo, decían los abuelos.

Pues bien, no es hora de preocuparse por el déficit fiscal, ni por el monto de la deuda, ni por las calificadoras de riesgo.  Ni por las reformas tributarias neoliberales de Anif. Así mismo, los políticos de menor cuantía, que a diario declaran naderías, saben que los grupos violentos que se nutren de la coca y la minería ilegal, y se amparan en la dictadura de Maduro, son los que quieren y hacen la guerra.

Ciertamente, es absurdo afirmar que el Presidente Duque utiliza la emergencia para coartar libertades y que el Congreso virtual es un pretexto para no hacer control político. Lo paradójico es que esta afirmación la hacen quienes callaron al Congreso para que se sometiera mudo a los designios del pacto habanero. En la tropelía de la pequeñez debemos destacar la serenidad activa de las bancadas Conservadora y de Cambio Radical y los editoriales ejemplares de El Nuevo Siglo y El Tiempo.

Este 20 de julio se cumplieron 210 años del comienzo de la lucha por la Independencia Nacional. Ayer, como hoy, la unidad en la diferencia nos permitirá a los colombianos ser superiores a los grandes desafíos. En momentos de dificultades Pericles (431 a.c.) redefinió la democracia ateniense. Los dirigentes del mundo libre en el Siglo XXI tienen la obligación de impulsar el gran cambio histórico que exige la renovación de la relación capital-trabajo.