Relevante sucesión eclesial (III) | El Nuevo Siglo
Viernes, 29 de Mayo de 2020

Culminando esta serie sobre este tema, del cual hemos destacado su importancia por el origen de esta potestad y cinco siglos en nuestro país, pasemos a mencionar al muy erudito Mons. Luis Concha Córdoba, nacido en Bogotá, y quien había sido muy apreciado Arzobispo de Manizales. Gobernó, acá, con prudente pastoral en 1959 a 1967, elevado pronto a Cardenal. Debió afrontar las inquietudes sociales, con tendencia marxista, de algunos sacerdotes. Como Administrador Apostólico hizo presencia en la Arquidiócesis Mons. Aníbal Muñoz Duque, por quebrantos de salud del Cardenal Concha y para afrontar la visita de S. Paulo VI, quien asume como tal en 1967. En 1972, ya en sede plena, es elevado a Cardenal, y prosiguió siempre con el gran dinamismo que lo caracterizó en las Diócesis que regentó previamente, y en la Presidencia de la Conferencia Episcopal de Colombia.    

Entre los últimos Arzobispos de Bogotá, está el Cardenal Mario Revollo Bravo (1984 a 1994), con labor pastoral muy cercana a los problemas de la Capital y del País, de los Sacerdotes, Religiosos y laicos. Lo sucedió el Cardenal Pedro Rubiano Sáenz, (1994-2010). Fue un pastor nato, desde Sacerdote en las sedes de Cúcuta y Cali, su jurisdicción de origen. En Bogotá fue grande su esfuerzo por darle a la ciudad una pastoral muy comprometida. Tuvo dedicación plena a Presbíteros, Religiosos y fieles.

Entró a dirigir la Arquidiócesis, en el 2010, el polifacético Cardenal Rubén Salazar Gómez, nacido en Bogotá pero quien creció en el Huila y Tolima, con formación en el Seminario de Ibagué y en el Bíblico de Roma, de gran preocupación como Sacerdote por la Pastoral Social en la Conferencia Episcopal, y en las jurisdicciones de Cúcuta y Barranquilla que regentó antes de Bogotá. Ya en esta sede capitalina se empeñó por llevar adelante una pastoral cada día más cercana a los fieles. Fue eficiente Presidente de la Conferencia Episcopal, como varias de sus predecesores, y del Celam.

Sorpresivo para él,  y para muchos, no por su preparación ni capacidades sino por su gran modestia y sencillez, llegó, a finales de abril, nombramiento de sucesor del Cardenal Salazar, renunciante desde tres años atrás por edad, la designación del Papa Francisco en un fiel imitador suyo, Monseñor Luis José Rueda Aparicio. Desde que conocí a Monseñor Luis José, cuando fue nombrado Obispo de Montelibano (2012), comencé a palpar su gran personalidad, no basada en títulos, que sí tiene, como doctorado en Teología Moral en la U. Alfonsiana de Roma, ni en los cargos que ha desempeñado, sino en su sencillez y compromiso pastoral.

A 58 años de edad y 8 de Obispo, quien hacía 22 meses había sido trasladado a la historia sede Arzobispal de Popayán, sucediendo al muy apreciado Arzobispo Iván Antonio Marín, recibe Mons. Luis José este nuevo encargo de la sede Metropolitana de Bogotá. Son estos cambios en la dirección de las parcelas de Dios ciertamente algo relevante, por los poderes que se reciben, trasmitidos desde el mismo Jesucristo en sucesión apostólica.  De tener en cuenta que un Obispo residencial no es Vicario del Papa sino del mismo Redentor, aunque debe dirigir su jurisdicción en armonía con él, a través del cual recibe su nominación.

 *Obispo Emérito de Garzón