El periodismo como espectáculo | El Nuevo Siglo
Domingo, 16 de Febrero de 2020

“Dávila y Nassar mostraron sus quilates”

En cierta forma, muy posiblemente, la crisis del periodismo de la que formamos parte tiene que ver con la irrupción de la tecnología en los medios de comunicación que permiten trasmitir los eventos en tiempo real, es decir cuando ocurren, como ha pasado con gentes que filman un asesinato, la tragedia causada por la crecida de un río y mil otros eventos. Mas captar un momento, un instante, no necesariamente explica lo ocurrido ni revela siempre la verdad.  Muchas de las cosas que pasan son consecuencia de otras. Por ejemplo, cada vez son más frecuentes los casos de obras de ingeniería que presentan graves fallas en el país, que no siempre tienen que ver con la corrupción y la compra de materiales malos, sino que según se desprende de investigaciones serias tienen que ver con la equivocación en los cálculos de la obra y su resistencia, como pasa con varios puentes. Lo que se repite cuando se trata de edificios y túneles mal construidos.

En cuanto a los medios de comunicación se tiende a considerar que la transmisión instantánea, en vivo y por lo general irreflexiva, permite que el hombre del común se forme su propia opinión, cuando de improviso se queda en ascuas sin saber el origen de los hechos. Cuando no se va a la raíz en los fenómenos sociales y políticos, se conoce la verdad a medias. Por tal razón, en la medida que la improvisación impera en la superficialidad de la información, que se repite por las redes sociales, en algunos países tiende a cobrar fuerza el periodismo investigativo, en particular para entender la sociedad en la que vivimos en medio del vértigo de los acontecimientos.

Un ejemplo de la formación de la opinión es el que está cobrando fuerza en las redes, mediante programas como el de Vicky Dávila, una recursiva y audaz periodista, que está consiguiendo cada vez más audiencia mediante el trato imperativo que la da en Semana a la noticia y las polémicas que mantiene con sus invitados. El reciente desencuentro con Hassán Nassar, por el caso del uso de un avión de la Fuerza Aérea, en el que viajó la familia presidencial, muestra cómo se propagó el incidente por las redes a gran velocidad. En este caso se cumplió una de las sentencias de Oscar Wilde, que le decía a un periodista que lo entrevistaba y de antemano se excusaba de hacer preguntas fuertes, que eso no le preocupaba, más impertinente pueden ser las respuestas. Y eso fue lo que ocurrió en el momento que Hassán entró a decirle como respuesta al interrogatorio de la periodista sobre el vuelo presidencial, que si ella había viajado alguna vez en el avión presidencial. Ella responde. ¿Que, sí había viajado con familiares? Y pareció que no recordaba. Al insistir Hassán, recordó que había viajado con su esposo.

En realidad, Hassán, quizá por ser de la misma profesión que ella, le repreguntó y la sacó rápidamente de casillas, lo de nuevo le da la razón a Wilde. Entonces, vino la andanada de adjetivos e improperios, que parece ser lo que más cautiva a la audiencia. Usted, es un cretino, un faltón, un cobarde, en fin. Yo lo lleve a la FM.

Éste siguió insistiendo en la repregunta y la eventual normalidad del viaje de la primera dama con sus hijos y amigos. En realidad, la invitación del entonces presidente Juan Manuel Santos a Vicky de acompañarlo en el vuelo presidencial con su esposo, no es equiparable con la de la familia presidencial actual. Lo que supuestamente importaba era si se violaba alguna norma. Lo que no se da cuando en un vuelo rutinario se gasta la misma gasolina, siendo que lo que se aprovecha es un espacio. Lo mismo se aplica al presidente Duque al viajar al cumpleaños de su hija y de pasada cumplir allí con algunos actos oficiales.

Por supuesto, los opositores al Gobierno, consideran otra cosa y pretenden que la primera dama solamente puede utilizar el avión para eventos oficiales, sin percatarse que también está en juego la seguridad de la familia y sus amistades, por lo que es razonable entender lo sucedido.

En cualquier caso, de lo que se trata aquí es de analizar el encuentro de dos periodistas en funciones diversas, pero que conducen a lo mismo: un choque de trenes. Hassán es un caballero, un brillante periodista, quien, entre otras cosas, sin importar sus simpatías por el uribismo se destacó por sus exclusivos méritos. Consiguió hacer notar un pequeño canal, por la sencilla razón que interrogaba fuentes de distinta índole y color político, siempre con altura, agilidad y respeto por el público. Así que abrió espacios de opinión en los medios que lo contrataron donde opinaban elementos de distintas tendencias, cuando en otros espacios la cosa parecía amañada y tendenciosa a favor del gobierno de turno, incluso, al contrario.

Vicky es profesional y temeraria en sus escritos y trabajo periodístico, suele estar respaldada por investigaciones serias. Hassán es un tanto más mesurado, así en esta vez mostrara al rudo mosquetero fiel al rey, pese a que se contuvo al recibir los improperios y prefirió salir del escenario. Considero que ambos mostraron sus quilates profesionales en tiempos de cambio y de un público voluble e inestable. No siempre se da “la dulce mesura cartesiana”.