Sacudido por una nueva ola de atentados desde hace seis meses, Líbano deberá prepararse a incremento de la violencia aún mayor, aseguran analistas, en momentos en que el país atraviesa una profunda parálisis política agravada por el conflicto en la vecina Siria.
El jueves, cuatro personas perdieron la vida en un atentado en los barrios del sur de Beirut, bastión del poderoso Hezbolá chiita, menos de una semana después del asesinato de un dirigente sunita.
Estos ataques son los últimos de una larga serie de incidentes que ilustran los efectos del conflicto sirio en la situación política y de seguridad en Líbano.
"Pienso que la situación en términos de seguridad seguirá deteriorándose", indicó Hilal Khashan, profesor de ciencias políticas de la Universidad Americana de Beirut (AUB).
"Las explosiones son una consecuencia directa de la situación en Siria, pero la búsqueda de una solución a la crisis siria está en el punto muerto", explica a la AFP este especialista.
Las consecuencias del conflicto sirio son importantes en Líbano, un país políticamente fragmentado, cuyas instituciones están actualmente paralizadas.
El gobierno cayó hace nueve meses, con la renuncia del primer ministro, y las negociaciones sobre la formación de un nuevo gobierno están desde entonces bloqueadas.
Se aplazaron las elecciones legislativas y es posible que no se celebren las elecciones presidenciales previstas en mayo.
Estas tensiones vienen de la profunda división que existe entre el Hezbolá, aliado de Irán, y la Coalición del "14 de marzo", un movimiento pro-occidental creado en respuesta al asesinato en 2005 del ex primer ministro sunita Rafiq Hariri.
Y esta división no ha hecho más que empeorar tras la decisión del Hezbolá de mandar a sus tropas a luchar junto al régimen sirio de Bashar al Asad, contra una rebelión apoyada por un gran número de sunitas libaneses.
"Hay una división profunda y fundamental en este país", explica Karim Makdisi, profesor de ciencias políticas de la AUB.
"Regresa por épocas pero el problema de fondo permanece, y cuando aparece une crisis regional específica todo vuelve a surgir", explica.
Desde el inicio de la guerra en Siria en marzo de 2011, el Hezbolá ha sido el blanco de cuatro atentados en su feudo del sur de la capital.
Estos ataques son una muestra de la inusual vulnerabilidad de este movimiento armado y de una tendencia a la radicalización de los sunitas en Líbano, estima Sahar Atrash, analista del International crisis group.
Según ella, el conflicto en Siria, la intensificación de la propaganda religiosa y un vacío en las instancias dirigentes de la comunidad sunita en Líbano alimentan esta tendencia.
Los dirigentes habituales de la comunidad sunita "están perdiendo terreno frente a gente más radical", subraya, porque para muchos los líderes de siempre "no son lo suficientemente fuertes para intervenir contra el Hezbolá". Y esta impresión es aún más fuerte desde que el Hezbolá comenzó a apoyar al régimen sirio.
"El conflicto sirio ha agravado la división entre sunitas y chiitas", estima esta analista.
Líbano fue asolado por una guerra civil entre 1975 y 1990. El frágil equilibrio comunitario que se alcanzó tras el conflicto se inscribe en un sistema político complejo, a menudo en crisis.
El primer ministro Najib Mikati renunció en marzo y desde entonces la ausencia total de consenso entre el Hezbolá y la coalición del "14 de marzo" ha impedido que se forme un gobierno interino.
"No imagino que a ambos bandos sentándose en una misma mesa", explica Sahar Atrash. "La división es tan profunda y lo que está en juego es tan importante, incluso esencial para ellos, que nadie querrá hacer compromisos", explica Atrash.
Para Makdisi, los políticos libaneses están siendo "increíblemente irresponsables" y que "cada campo está jugando a un juego muy peligroso".