Por Mauricio Alejandro Fernández Castillo (*)
EL tema de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos a partir de la Revolución Cubana, analizado como una simple pugna entre sistemas económicos opuestos, ha reducido la verdadera dimensión cultural de esta realidad.
Otra mirada más profunda ve la historia del Caribe insular y continental como un todo, a partir de una identidad común –siempre en transformación y reinvención, que por su ubicación estratégica en el continente de América ha jugado un rol importante en la formación de lo conocido como el “mundo ‘moderno’”.
El mestizaje cultural (a veces espontáneo a veces conflictivo), como consecuencia natural del encuentro entre continentes, ávidos del “otro”, absorbe de Abya Yala, del África y de la Europa Imperial -española, francesa, holandesa e inglesa, y origina una nueva identidad, aunque diversa, compartida por grupos sociales inmersos en las Naciones y Estados del Caribe.
La posición de la Isla de Cuba como centro geográfico, bisagra de américa, la hace clave para los intereses geopolíticos de cualquier Estado. Es por esto el valor estratégico de las disputas por el control del mar, de las rutas comerciales y de los enclaves para los actores de la colonia, y entrado el siglo XIX y por supuesto en el XX, para la política expansiva y de posicionamiento estadounidense de convertirse en el hegemón continental ¿América para los americanos?
La revolución y el establecimiento de un proyecto político distinto en el continente (en la “zona natural de influencia y de responsabilidades especiales”-¡Tamaña violación!), y la reacción estadounidense hacia el mismo, ha producido las tensiones que desde el ¿embargo o bloqueo? hasta la actualidad, han dominado las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
Si bien el éxito de políticas sociales que han logrado desarrollarse bajo una dura austeridad económica, le han permitido a Cuba resistir –frente a una evidente desigualdad económica y político-militar ante su vecino, el pulso geopolítico, que parece estar llegando a un punto de encuentro (si lo miráramos en términos geográficos del reconocimiento de Cuba como centro geográfico del continente), al reconocer la fuerza política de lo que representa Cuba en el imaginario de la identidad Caribe, y su extensa influencia en los procesos de autonomía y de emancipación de los Pueblos Latinoamericanos frente al intervencionismo y poder estadounidense.
La repentina voluntad del ejecutivo estadounidense por levantar las restricciones económicas impuestas a la isla, y de reanudar sus relaciones diplomáticas, puede darnos pista sobre la transformación de la política exterior de Estados Unidos hacia el futuro para con Latinoamérica y el mundo, al igual que de los procesos internos de cambio político dentro de la Isla.
El restablecimiento de relaciones diplomáticas -¿autocrítica del ego americano? ¿Perfil del liderazgo mundial? ¿Necesidad Cubana de no sucumbir ante la falta de recursos? inyecta y renueva la legitimidad –perdida y no muchas veces definida, no solo entre estos dos países, sino que oxigena diplomáticamente al Gobierno estadounidense en las relaciones con el resto de países, del cual puede sacar ventaja en materia de negociación a raíz del fragmentado escenario de bloques político-económicos latinoamericano. Unos cancerberos de la incipiente Alianza Pacífico y otros estableciendo débiles alianzas entre vecinos, condicionadas con nuevos actores expansionistas a nivel mundial. Divide y reinarás se escucha a lo lejos.
Cuba por su parte, con todo el acervo y la legitimidad histórica obtenida por sus innegables conquistas sociales, sumada a su intacta dignidad internacional en un escenario diluido en la multipolaridad, busca mantener su sistema social -decepcionados muchos, reforzándolo con las ventajas que traería consigo una apertura económica controlada.
Sin embargo, estos beneficios mutuos esconden una cuestión más álgida: Guantánamo. ¿Preparación para el cierre total del campo de concentración internacional y posterior entrega de la soberanía a Cuba?
La discusión se encuentra abierta. Mucho más para Colombia, que más allá de adelantar diálogos de paz con las guerrillas en territorio cubano, es hora –aunque con 200 años de tardanza de vida Republicana, de dejar a una lado el provincianismo mental y político-territorial, para articular una política exterior que ponga la atención que se merece el Caribe, escenario estratégico para la geopolítica mundial y latinoamericana desde hace ya 500 años -¡Cuánta indolencia frente a la pérdida de mar territorial en San Andrés!
Por más que el auge económico del continente asiático active estratégicamente el océano pacífico, la geopolítica latinoamericana –que afecta a países europeos con presencia en el Caribe-, girará en torno al resultado de la nueva dinámica cubana y estadounidense, que reforzará la importancia de la zona en temas comerciales, políticos y de lucha contra el narcotráfico para el continente en su totalidad, que encontró en Cuba, un bastión de resistencia más que política, de identidad.
(*) Profesor del Centro de Estudios Políticos e Internacionales (CEPI) de las Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.