Cuando el reloj marcaba las 6 PM en las Vegas, los candidatos presidenciales no se dieron ni un apretón de manos al entrar al escenario donde iban a debatir durante 90 minutos. Hillary Clinton y Donald Trump sabían que esta era la última oportunidad para subir en las encuestas o desinflarse como una bomba de helio.
Para comenzar, el moderador de la noche, Chris Wallace, introdujo un tema alejado de la polémica: la Corte Suprema. Clinton dijo que era muy importante dejar claro que “el presidente nombra el nuevo juez y el congreso lo ratifica”, respaldando el rol de Barack Obama en este proceso.
El público, el moderador, los televidentes no sólo querían escuchar sobre las elecciones de jueces, sino que más que todo estaban atentos para ver qué pensaban los candidatos sobre la Segunda Enmienda o el aborto.
Al ser preguntado por primera vez, Trump sacó a flote su deseo de respetar la Segunda Enmienda de “demócratas como Clinton”. Con el texto que le da viabilidad el porte y uso de armas por los civiles, dejó claro que su mayor interés es que la justicia respete este documento constitucional. Aunque las cifras estén en su contra.
Clinton sostuvo que 33.000 personas habían muerto por causa de las armas de fuego en Estados Unidos. El magnate frunció el ceño con el ánimo de mostrarse receptivo. Sus gestos y su manera de hablar lo hacían verse distinto a los debates anteriores, más serio.
Wallace lo notó. Entonces, intentó romper la cordialidad presidencialista entre los aspirantes ¿Qué piensan del aborto?, preguntó. Trump, a modo de salida fácil, espetó que quienes tenían la potestad de autorizarlo o no eran los estados. Clinton, por el contrario, defendió el derecho de la mujer de decidir.
Las posiciones de los candidatos quedaron claras y permitieron darle paso a otro tema: la inmigración. El magnate, jugando una de sus principales banderas, explicó que su idea era reforzar las fronteras porque “la heroína está destruyendo la juventud”. Más adelante, cuando el tono se tornó contencioso, si dejó claro que no le gustaba la migración masiva.
Bastaba una frase más para que la ex secretaria de Estado tomara la palabra y sentara su posición. Ella, como candidata cercana a los hispanos y los afroamericanos, habló que la deportación masiva “va contra nuestra nación”. El magnate, sin embargo, le preguntó por qué Obama había deportado tanta gente durante su administración. A ausencia de una respuesta clara, la demócrata enfrentó a su rival interrogándolo sobre los centenares de migrantes ilegales empleados por él.
Sí o sí, el tono tenía que subir
Antes que se le adelantaran, el moderador Wallace mencionó los documentos de WikiLeaks que comprometían a la ex secretaria de Estado. Pero ella ya tenía una respuesta o, más bien, una salida a esta pregunta, que se encontraba en un país y en un dirigente: Rusia y Vladimir Putin.
“Usted anima el espionaje contra nuestro pueblo”, dijo Clinton, refiriéndose a la presunta cercanía de Trump con el presidente ruso. Según ella 17 instituciones norteamericanas “concluyeron que los ataques informáticos vinieron del Kremlin”. Al magnate este punto no le salió como esperaba. Era, sin duda, la noticia más fresca contra su rival –fue publicada la semana pasada- pero parecía que Rusia también le estaba haciendo daño a su imagen.
El debate ya rondaba cerca de los 45 minutos y el moderador –al estilo colombiano- inició un fast track de temas. No podía dejar de preguntar sobre lo que Benjamin Franklin denominó infaltable en la vida de un ser humano: los impuestos.
Algo ambiciosa, la ex secretaria de Estado anunció que mediante una tributación efectiva iba lograr “el programa de trabajo más grande desde la Segunda Guerra Mundial”. Pero el multimillonario, usando la imagen de Obama una vez mas, dijo que en la administración de este la deuda se había duplicado.
De esta forma, presentó la importancia de incentivar el crecimiento de la economía bajando los impuestos e imponiendo requerimientos a las empresas norteamericanas que salen del país en búsqueda de precios más bajos en la mano de obra.
Pero no sólo se trataba de presentar propuestas, sino también de explicar los problemas. Con una basta experiencia, Clinton sostuvo que el problema con China, mayor amenaza económica de Estados Unidos, era el “dumpling”–incumplimento de las leyes regulatorias del mercado-.
Y, de pronto, empezó un cruce de acusaciones que, en un principio, parecía imposible, pero se volvió realidad. “Donald Trump compró aluminio en China para construir sus hoteles”, dijo Clinton y sin titubear, Trump le respondió: “tu perdiste 6 billones dólares cuando eras secretaria de Estado”.
Ring número 3
Se temía que el debate, como los anteriores, se convirtiera en un ring de boxeo. Así lo fue, en cierta medida, durante unos momentos. “Cuando yo estaba defendiendo a los niños, tu estabas siendo demandado por discriminación racial”, contó Clinton. Al instante, Donald Trump se quejó de la “mala calidad” de la campaña de la candidata que usó mujeres para que lo acusaran de abuso sexual.
Pero esto no fue suficiente para Wallace -el moderador-. Le preguntó a Clinton de dónde venían los recursos de su fundación, quien respondió que el 90% venía de donaciones. Pero Trump, en un gesto de oportunismo tras las declaraciones de su rival a favor de las mujeres, la interrogó, ¿por qué entonces recibiste dinero de Arabia Saudita, un país donde matan a las mujeres?
Así que Wallace, presentador de Fox, tenía que mostrar imparcialidad en sus preguntas. Entonces hizo que Trump respondiera sobre la posibilidad de que no reconociera los resultados electorales. No hubo respuesta.
La noche había sido muy local y Wallace sabía la importancia de conocer las visiones de los candidatos sobre Siria e Iraq. Ambos reconocieron la importancia de la ofensiva en Mosul, Iraq, en la que en este momento participan por vía aérea tropas de Estados Unidos. Al respecto, Clinton dijo que no pondría efectivos terrestres.
Trump habló de “un total desastre” de la administración Obama en Siria. Como la veces pasadas, dejó claro que en ese país Rusia e Irán están ganando la partida, dejando a un lado a Estados Unidos. La ex secretaria de Estado, por su parte, hizo un llamado a construir “zonas de paz” para los civiles que huyen del combate.
El reloj de la pantalla mostraba 90 minutos exactos. Al mejor estilo anglosajón, Wallace concluyó el debate y una vez más los candidatos no se dieron la mano para felicitarse, a diferencia de los dos debates anteriores. Así de tensas serán estas últimas tres semanas: sin saludos, pero con mucha confrontación.