Invasión de la cancha no se resuelve con medidas como prohibir el ingreso de periodistas o no transmitir los partidos por la televisión
______________________________
Esa manía de los colombianos de copiar lo malo de otros países ha convertido los estadios y sus alrededores en un polvorín, con el agravante de que las autoridades no han tomado medidas eficaces para controlar a esos que se dicen hinchas del fútbol pero que en realidad son vándalos.
Cuando en 2010, con ocasión del Mundial Sub-20 se retiraron las vallas de los estadios que fueron sede, se pensó que la medida sería definitiva, pero el tiempo le ha dado la razón a quienes criticaron la determinación.
El buen comportamiento de los aficionados, que incluso se resistieron a lanzarse a la cancha para festejar goles con jugadores que se acercaban a la tribuna, duró muy poco y hoy lo que está haciendo carrera es ver cómo los campos de juego son invadidos por vándalos a los que no les importa el espectáculo, sino agredir al rival, por el solo hecho de no compartir el gusto por este o aquél equipo.
Pero las medidas deben ir más allá porque no es solo en los estadios del país en donde se está viviendo esta nueva etapa de violencia, copiada de otros países, sino que se extiende a los alrededores de los escenarios deportivos.
Hace unos años, se recuerda, unos aficionados de Millonarios y Nacional se citaron por las redes sociales para dirimir sus diferencias de una manera irracional, pero fueron interceptados y unos y otros regresaron a sus sedes cabizbajos porque en su mayoría perdieron algo que los identificaba: sus largas cabelleras.
Desde luego que esa no es la forma de controlarlos. No. Corresponde a las autoridades hacerlo y como las leyes y normas expedidas no han sido eficaces, pues deben tomar medidas que sí los obliguen a recapacitar y a no seguir dañando un espectáculo que hasta los 90 fue un programa de familia y no como hoy, solo para valientes.
Antes de lo ocurrido en el estadio Pascual Guerrero de Cali esta semana, se presentó otro hecho que invitó a la reflexión: el bus en que se transportaban los jugadores del Deportes Quindío fue apedreado y uno de los integrantes del cuadro cafetero resultó herido.
También, meses atrás el bus del Real Cartagena fue apedreado, como ya había ocurrido en una ocasión en Bogotá cuando en cercanías al estadio El Campín, un proyectil impacto en la humanidad del Carachito Domínguez, quien prestaba sus servicios al Deportivo Cali y quien por esas cosas del fútbol, pocos meses después terminó vestido de azul y blanco.
También es justo recordar que Millonarios debió pagar una sanción porque sus hinchas invadieron el gramado de El Campín en un partido frente a Bucaramanga y que el castigo aplacó un poco a los culpables porque en los partidos subsiguientes no pudieron ver al equipo de sus amores y además el club vio sus arcas resentidas porque tuvo que jugar a puertas cerradas.
En Armenia, los seguidores de Nacional casi que acabaron con el estadio Centenario y no es extraño que seguidores de unos y otros equipos se citen en carretera para agredirse, entre otras cosas porque aunque las autoridades de Policía saben que se hacen caravanas, muy rara vez las acompañan o les imponen frontera.
Ahora, se presenta la invasión a la cancha del Pascual Guerrero en un partido aplazado entre Cali y América. Pero, aunque ello fue grave, hay algo que empeora los hechos y es que los enfrentamientos comenzaron en la tarde, mucho antes del partido y ninguna autoridad se percató.
Luego en las tribunas hubo grescas, que se extendieron al gramado y a las afueras del estadio sanfernandino, causando un daño mayúsculo al espectáculo y a la imagen del fútbol profesional colombiano.
Medidas
Son muchas las medidas que se pueden implementar para contener a los vándalos en los estadios y una de ellas parece ser el regreso de las mallas de seguridad.
¿El Campín, el Pascual Guerrero, el Atanasio Girardot y demás escenarios en los que se disputen juegos de la Liga, la Copa o el Torneo Águila cercados? Desafortunadamente sí porque aunque nadie garantiza que con ello no se presenten invasiones al terreno de juego, por lo menos obliga a un mayor esfuerzo, bien sea para saltar la cerca o para derribarla.
Desde luego que no es la única medida que se puede adoptar. Ya la Policía tiene identificados a muchos de los líderes de estas barras que hacen daño al fútbol y bien podría pensarse en prohibirles el ingreso a los estadios.
Equidad, en Bogotá, por ejemplo, tiene identificados a sus seguidores y al ingreso al Metropolitano de Techo deben poner la huella para confirmar su identidad. Ello se podría extender a todos los estadios, pero de manera inmediata y no como lo acaba de anunciar el Cali, luego de los desmanes de esta semana.
Lo que no está bien es tomar determinaciones como las del presidente de la Dimayor, que fueron echadas al piso por un juez que falló una tutela, como la de prohibir el ingreso de los medios de comunicación a los partidos.
Ahora, a Jorge Perdomo se le abona que presentó a la Asamblea de la entidad una propuesta para desligar las barras bravas de los equipos, pero fue derrotada.
Sin embargo, sí podría trabajar la Dimayor con las autoridades para establecer medidas adicionales a las de volver a instalar las mallas, como por ejemplo prohibir el traslado de hinchas entre ciudades.
El cierre de fronteras es necesario, como la prohibición del ingreso de hinchas de clubes diferentes al local con camisetas y banderas. También, no se debe admitir que prendan bengalas.
Algo se debe hacer pero es urgente para que no se siga acabando con el espectáculo del fútbol y para que éste vuelva a ser un plan familiar, que puedan ir papá, mamá e hijos, aunque ello solo será posible si en las tribunas reina la paz y en las afueras del estadio no hay desadaptados prestos a agredir a quienes llevan una camiseta de un equipo diferente al de sus preferencias.
Por ahora, Perdomo y compañía, antes que censurar la prensa, deberían pensar en serio y recurrir a las mallas de seguridad para evitar desmanes como el del Pascual Guerrero esta semana.
Síganos en nuestras redes sociales: