Por Álvaro E. Sánchez H*
Especial para EL NUEVO SIGLO
He tenido la oportunidad de estar en días pasados, con algunos de mis estudiantes de maestría, en compañía del señor Hitoma, cacique de la etnia huitota y quien tiene estudios de postgrado en Antropología, además de haber oficiado como profesor en diversas universidades del país, en dicha área.
Hitoma es un ejemplo de coherencia mental y del convencimiento de que la protección de la naturaleza es la base de la supervivencia del género humano; sus charlas siempre giran en torno a la importancia de la naturaleza en la vida del hombre y sobre la manera de protegerla.
La primera sorpresa que cualquiera se lleva al visitar su maloka surge al preguntarle sobre ¿por qué después de viajar al exterior y vivir otras experiencias, decidió regresar con su pueblo? Él lo explica y lo fundamenta en dos aspectos y de manera sencilla: “ante todo no fui a aprender, fui responsablemente a enseñar nuestro conocimiento ancestral, pero ellos no quisieron aprender, con lo cual yo estaba perdiendo el tiempo que podría dedicar a mantener las tradiciones de mi pueblo. En la cultura occidental tengo algunas relativas comodidades que también me puede brindar la naturaleza bien aprovechada, pero el precio es la destrucción acelerada de los recursos que harán desaparecer de manera aún más rápida nuestra civilización.”
Pretendo recoger algunos de sus planteamientos que quizá fueran de interés para quienes vemos el planeta en crisis.
El consumismo
Alguno de mis alumnos hizo una pregunta sobre la periodicidad de compra de ropa para los miembros de la comunidad, específicamente de camisas. El cacique respondió: “compro cuando las dos que tengo ya no sirven, entre tanto ¿para qué la compro si no la necesito?”. También fue interrogado por la ausencia de energía eléctrica en su comunidad y su respuesta fue: “La naturaleza nos proporciona la luz necesaria para realizar nuestras actividades y la oscuridad requerida para administrar nuestro descanso; nos proporciona el tiempo seco para recolectar alimentos y el tiempo húmedo para procesarlos; nos proporciona las aguas altas para pescar y las bajas para sembrar ¿Para qué requeriríamos de energía eléctrica que se produce a costa del deterioro de la naturaleza que tanto nos sirve y que todo nos lo facilita?”.
Cuando uno oye éstas respuestas de éste cacique, encuentra una gran coherencia entre el decir y el hacer, coherencia que, en general, no tenemos quienes nos dedicamos a los temas ambientales en occidente ¿No es extraño que el señor Al Gore vaya por el mundo dictando conferencias sobre el calentamiento global en su avión privado? O que las oficinas de Greenpeace en Noruega sean las de mayor consumo energético de la ciudad…
Educación ambiental
En otra parte de la charla se le preguntó de qué manera se lograba que las nuevas generaciones mantuvieran el cuidado sobre los recursos naturales. Su respuesta fue, si cabe, más contundente: “la primera manera de educar a un niño es actuando tal y como se le dice que se debe actuar; por lo tanto el tenerlos al lado mientras nosotros los adultos vivimos aprovechando, cuidando y respetando la naturaleza, hará necesariamente que él actué tal y como se le enseñó”. Agregó que “en nuestra cultura no existe el estudio como en Occidente. A un niño no se le pide que aprenda cómo se debe actuar, se le muestra cómo se debe actuar y de ésta manera él siempre actuará correctamente”. Entre tanto nosotros seguimos acumulando leyes como la 1549 de 2012 que no son más que manuales de buenas intenciones escritos en papel que destruye árboles, repartido en todas las oficinas públicas e inoperante desde el punto de vista práctico; estoy seguro de que, no importa cuál sea la ley que se expida, ésta no será suficiente por sí sola para educar ambientalmente a nuestra población hasta tanto no se actué en forma coherente por parte del Estado.
La caza
Hubo una inquietud sobre la caza de animales silvestres para la alimentación y el abrigo de las comunidades y específicamente se le preguntó a Hitoma sobre el impacto de ésta actividad en la naturaleza. Frente a ello explicó que los animales en la selva tienen épocas de apareamiento y de nacimiento que deben ser respetadas por el cazador, tienen edades en las que ya han cumplido sus ciclos, que son las que debe respetar el cazador para obtener sus presas y así evitar que la especie se extinga o disminuya; aclara que el hombre occidental ha practicado la caza como el arte de matar, sin necesidad de supervivencia y solo como pasatiempo; y además ha destruido el hábitat de los animales para sembrar pastos, haciendo desaparecer gran parte de la fauna existente.
La minería
Algún otro estudiante preguntó su opinión sobre la actividad minera. Hitoma, tomando algunos elementos de tierra (barro), de piedra y un machete, le dijo; “Todo lo que existe sobre la tierra y bajo ella nos fue dado para ser utilizado, acá ve usted elementos de uso diario que son producto de diferentes minerías; el problema no es entonces su uso, sino su abuso; es decir, nada justifica que la minería se haga dañando el resto de la naturaleza pero nada justifica que por proteger la naturaleza se deje acabar con la humanidad; el equilibrio es tan perfecto que si solo se utilizan los minerales que realmente se requieren, la tierra no se resiente”. Agregó que nada justifica minerías que se realizan solo para enriquecerse y no por necesidad.
Anotaciones finales
Si bien la charla duró algo más de dos horas y que hubiera podido durar días, semanas o meses si hubiéramos dispuesto del tiempo y que, por lo tanto, lo recogido en éstas líneas son pequeños fragmentos, también es cierto que con ellos es posible entender en su contexto la diferencia existente en el pensamiento y el actuar ambiental de las dos culturas. No sé quién tenga la razón, quizá parte y parte, pero me pregunto frecuentemente cuál de los dos merece el apelativo de “salvaje”.
* Director Maestría en "Gestión y evaluación ambiental". Escuela de Ingenierías. Universidad Sergio Arboleda. alsanchez2006@yahoo.es @alvaro080255