Más allá de las distintas lecturas que surgieron semanas atrás, lo cierto es que el segundo a bordo del presidente Santos puede hacer campaña para ser electo en la OIT sin tener que renunciar a la Vicepresidencia ni pedir una licencia; pero si llegara a ser escogido los Estatutos de la rectora internacional de las relaciones patrono-laborales establecen claramente que su Director General tiene dedicación exclusiva y no puede ostentar ninguna dignidad o remuneración de orden nacional. Otros analistas sostienen que la renuncia no es obligatoria (auque sí a la “remuneración” que recibe por la Vicepresidencia) y que podría pedir una licencia. Sin embargo, en la práctica Garzón, para el caso de decisiones de la OIT sobre Colombia, no podría ser juez y parte.
Aunque la postulación ha recibido respaldos internacionales y hay conocedores que la consideran fuerte y viable, se trata de una elección muy reñida en donde pesa mucho la geopolítica. Además, los sindicatos colombianos están en contra y hacen lobby externo para atravesársele a la aspiración del Vicepresidente.
¿Y si prosperara?
En ese orden de ideas, es posible que en mayo Colombia deba enfrentarse al hecho de tener que reemplazar a Garzón. Según el artículo 205 de la Constitución, “en caso de falta absoluta del Vicepresidente, el Congreso se reunirá por derecho propio, o por convocatoria del Presidente de la República, a fin de elegir a quien vaya a reemplazarlo para el resto del período. Son faltas absolutas del Vicepresidente: su muerte, su renuncia aceptada y la incapacidad física permanente reconocida por el Congreso”.
Es evidente que por más que Senado y Cámara tengan autonomía en la decisión, en la práctica no elegirían como segundo a bordo de Santos a quien no tenga el guiño directo de este, más aún si el Presidente maneja, a través de la coalición de Unidad Nacional, alrededor de 90 por ciento de las curules.
Así las cosas, la escogencia del reemplazo de Garzón recae lisa y llanamente sobre el Jefe de Estado. Y por lo mismo, desde hace algunas semanas viene creciendo el debate en los corrillos políticos en torno a quién podría ser el ungido.
Las hipótesis sobre cuál debería ser el elemento primordial a la hora de decidir son muy variadas.
Por ejemplo, hay quienes sostienen que el factor regional sería el de mayor peso. Estos afirman que siendo Santos de clara y alta estirpe rola debe mirar a la provincia para hacer el ‘guiño’ a su Vicepresidente, más ahora que algunos de sus críticos lo acusan de concentrarse demasiado en la Capital del país yno untarse de pueblo en las regiones.
Aunque Garzón es valluno, varios dirigentes y congresistas de la Costa Atlántica alegan que ese cargo debería ser para uno de los suyos, toda vez que el país viene de ocho años uribistas en donde primó la “paisocracia”. Sostienen, además, que en el mandato Santos la representación ministerial a los costeños ha sido muy baja y son los bogotanos los más presentes en las altas esferas. Además, salvo Gustavo Bell en el periodo del bogotano Pastrana, nadie de la zona norte ha llegado a un cargo tan alto en la Casa de Nariño, pues los vice del también capitalino Samper fueron uno caldense (Humberto De La Calle) y otro payanés (Carlos Lemos). Uribe, a su turno, tuvo a otro cachaco de pura cepa (Francisco Santos).
Sin embargo, en Antioquia consideran que sería conveniente mirar a esa región para reemplazar a Garzón, sobre todo ahora que los paisas están molestos por lo que consideran “señales inamistosas” de entidades del gobierno central hacia asuntos de ese Departamento, como la sanción a EPM por el caso Porce IV y las críticas al proyecto Autopistas de la Montaña. También se quejan de la barrida de “paisocracia” en altas esferas oficiales tras la salida de Uribe.
Y obviamente no faltan quienes sostienen que los Santanderes o los Llanos bien podrían aportarle a Santos una fórmula que lo hiciera ver como un Presidente más nacional y representativo de la provincia más olvidada.
¿Una mujer?
Otra hipótesis sobre el elemento que debería pesar más a la hora de escoger un posible sucesor de Garzón se basa en la cuestión de género. Es decir, que Santos debería analizar la posibilidad de que sea una mujer su segundo a bordo, con lo cual no sólo impactaría en un país que cada día le da más importancia a la equidad de género y castiga los atropellos a la misma, sino que se pondría a tono con una tendencia política latinoamericana en la que el número de presidentas y vicepresidentas va en aumento.
Además, hay temas como los de protección a infancia, lucha contra violencia intrafamiliar y otros ámbitos sociales en los que el perfil femenino tiene mucha más credibilidad y contribuye claramente a suavizar esa percepción e imagen de dureza y poca sensibilidad que rodea a los gobiernos presididos por hombres.
De otra parte, hay analistas que piensan que el reemplazo de Garzón debería salir de la misma cantera social, sindical, de derechos humanos e incluso de centro-izquierda de que éste proviene, visto que esa fórmula funcionó electoralmente en 2010, al punto que Santos logró más de nueve millones de votos.
Reelección, la clave
Para algunos congresistas y observadores políticos, la clave en la eventual escogencia de otro Vicepresidente dependería de una circunstancia superior a los factores regional, de género o el campo en que se haya destacado el posible candidato, o que combine esas características. En realidad, sostienen, el perfil de la designación estaría atado a la expectativa política más importante que tiene el país en estos momentos: la posibilidad de que Santos, que mantiene índices de aprobación y favorabilidad superiores a 70%, aspire a un segundo mandato en 2014.
Desde esa óptica, uno sería el “guiño” si la idea es entregar el poder en dos años y medio, y otro si la escogencia se basa en una movida dirigida a conservar, mantener o sumar más apoyos políticos y electorales para asegurar los ocho años en el poder. Es más, en ese marco no necesariamente el elegido tendría que salir de las canteras de la Unidad Nacional.
También están quienes argumentan que el segundo a bordo bien podría ser alguno de los presidenciables en ciernes o ya jugado en 2010, pues no sólo se podría disminuir por esa vía posibles competidores sino quitarle espacio a un uribismo cada día más radical, crítico y luchando contra la continuidad del actual inquilino de la Casa de Nariño.
Y, por último, obviamente hay quienes ven en la salida de Garzón una movida santista para neutralizar a un Vicepresidente muy protagónico, que ha generado más de un roce interno y que, incluso, algunos lo ven como aspirante al solio de Bolívar en 2014 o 2018. Así las cosas, el guiño de Santos bien podría inclinarse por alguien que acepte jugar un perfil más bajo y no tenga aspiraciones políticas inmediatas o de figuración difíciles de manejar.
¿Nombres? Suenan muchos en los corrillos. Desde reconocidas personalidades políticas, legislativas, sociales e institucionales hasta ilustres desconocidos. Ya habrá tiempo para poner el sonajero sobre la mesa. Hacerlo ahora no sólo es tempranero sino, principalmente, gratuito, pues ganar la OIT para Colombia no es nada fácil, por más que en el país haya una sensación de optimismo marcada al respecto.