Hipopótamos, la herencia “animal” de un narcotraficante | El Nuevo Siglo
Foto archivo El Nuevo Siglo
Sábado, 9 de Julio de 2016
Alvaro Sánchez

El tema de la conservación de la fauna es un asunto que da origen a permanentes discusiones entre diferentes grupos  de ambientalistas y sobre el cual difícilmente se llega a acuerdos.

Las posiciones oscilan entre la conservación a ultranza sin más consideraciones y la conservación controlada dentro de ciertos límites. En ese amplio espectro de opiniones es muy posible que jamás se llegue a puntos de vista convergentes que permitan solucionar algunos problemas generados hace décadas y de difícil pronóstico.

Observemos el tema de los problemas asociados a los hipopótamos que hoy por hoy están destruyendo la flora y la fauna propia del Magdalena Medio y afectando material endémico de nuestras regiones, generando, además, un peligro cada vez mayor para los pobladores de dichas zonas. No en balde se sabe que el hipopótamo es un animal de gran tamaño y despiadado, que habita tanto en el agua como la tierra. Es reconocido entre otras muchas cosas por el gran tamaño de su boca, la cual puede abrir hasta más de un metro con veinte centímetros y tiene una fuerza en la mandíbula superior a la de cualquier otro mamífero. Se tienen registros de 132 muertes por su causa en el último quinquenio.

Su línea genética se aproxima a la de las ballenas a las que podríamos considerar su más cercano pariente, aunque son conocidos como los “cerdos marinos” por su gran parecido físico con los porcinos. Son animales de un gran peso que en su edad adulta pueden llegar a sobrepasar las cuatro toneladas y no menos de dos toneladas en los adultos más pequeños. A pesar de que tienen este gran peso y patas muy cortas logran desplazarse a velocidades de hasta 50 kilómetros por hora, con lo cual pueden alcanzar y sobrepasar en carrera a cualquier humano. Pueden, además, caminar en el fondo de los ríos, nadar y también caminar en tierra firme.

La vida normal de un hipopótamo es pacífica en general y permanecen en lugares lodosos o en el agua, saliendo en la noche a pastar en las orillas de los ríos, alejándose de ellos un máximo de 9 kilómetros. Acostumbran vivir en grupos numerosos pero buscan su comida y la consumen de forma solitaria. Como es bien sabido, los hipopótamos son oriundos del África, más específicamente de las riberas del rio Nilo.

 

¿Qué hacen en Colombia?

Visto esto último, surge la pregunta: ¿Qué hacen los hipopótamos en Colombia?

Durante el apogeo del narcotráfico, por la década de los 80, el capo del narcotráfico Pablo Escobar Gaviria tuvo la idea de deslumbrar a sus amigos y conocidos con un zoológico privado, construido en el municipio antioqueño de Puerto Triunfo, más específicamente en la hacienda Nápoles. Entre la gran variedad de animales que allí alojó y trajo de los más diversos lugares del mundo, llegaron a Colombia los hipopótamos.

Al caer Escobar, el Estado envió la mayoría de los animales a zoológicos por todo el mundo, con muy pocas excepciones, entre las cuales estaban los hipopótamos. Ellos continuaron viviendo y reproduciéndose en aguas cercanas y terminaron por huir y desplazarse a través del rio Magdalena. Estos depredadores de nuestros ecosistemas primarios no conocen depredadores naturales en estas regiones y se están reproduciendo en forma alarmante. Hoy se calcula que existen más viviendo en nuestro territorio con todos los peligros que eso implica.

Como todos los animales, incluidos los humanos, los hipopótamos tienen procesos de adaptación relativamente fáciles en el tiempo y, a pesar de no ser oriundos de estas tierras, se han venido adaptando y se sienten confortables en las riberas del rio Magdalena, cerca del cual tienen suficiente hierba para su alimentación y a través del cual se han venido alejando del zoológico de Escobar, hasta una distancia cercana a los 275 kilómetros.

Este fenómeno de desplazamiento ha convertido los sembrados cercanos a la ribera en un “restaurante para hipopótamos”. Gracias a Dios estos animales no se alejan mucho de las riberas y no consumen carne, aunque sí son muy agresivos. Si bien no han ocurrido muertes en Colombia por sus ataques, los estudiosos dicen que es solo cosa de tiempo.

¿Qué se puede hacer?

Realmente no son muchas las opciones que se tienen para combatir el peligro generado por estos animales. Sin embargo se pueden plantear varias opciones aun reconociendo que ninguna de ellas es ideal:

  • La mejor opción que se plantea es la castración de los machos y la esterilización de las hembras. De esta manera se podría delimitar el problema en el tiempo y erradicar la especie de nuestro territorio. Esta opción tiene el problema de que se requiere un tiempo considerable para poder ubicar a todos los elementos de la especie y unos recursos técnicos, económicos y humanos para llevar a cabo el procedimiento. Además pondrá en riesgo la vida de por lo menos el 50% de los hipopótamos por su susceptibilidad a la anestesia y a los químicos que se debieran utilizar.
  • La opción de sedarlos y enviarlos a diferentes zoológicos no es viable por los costos de dicho procedimiento y por la dificultad de encontrar zoológicos o reservas suficientes que los acepten. Además de que se corren los mismos riesgos para la vida de estos animales que con la ya mencionada castración.
  • La caza de estos animales tuvo el antecedente conocido de Pepe. Aún no se han puesto de acuerdo sobre la conveniencia o no de esta cacería y en todo caso habría que solucionar el problema de los restos, pues aunque quienes comieron de la carne del animal aseguran que tenía un agradable sabor cercano al del cerdo, no podemos saber a ciencia cierta si tiene enfermedades o parásitos desconocidos que pongan en riesgo a quienes la consuman.
  • Algunos biólogos proponen la creación de una reserva para hipopótamos, pero esto requiere de una inversión de gran magnitud y el país prefiere, de manera lógica, invertir en la protección y cuidado de especies nativas.

El hecho cierto es que el problema sigue creciendo y el peligro aumentando. La solución que debió plantear hace años la CAR respectiva no llegó y ahora debe venir ahora del Ministerio de Ambiente. Si no hacemos algo es casi seguro que se seguirán destruyendo nuestros ecosistemas y acabaremos lamentando ataques a humanos en un corto plazo. Sabrá Dios qué otros problemas nos dejó don Pablo y que aún no hemos detectado.

* alsanchez2006@yahoo.es @alvaro080255