Hambre y bonanzas: dos caras del mismo país | El Nuevo Siglo
Sábado, 12 de Mayo de 2012

 “Al menos 14 niños del Chocó han muerto de hambre este año”. Esta dramática noticia, titular de El tiempo del pasado 28 de abril, sin embargo no tiene nada de novedosa. Un simple repaso por google muestra año tras año titulares en el mismo sentido. La revista Cambio, esa que supieron cerrar por sus incómodas denuncias, señalaba en 2009 que: “Según el más reciente informe de Unicef, 5.000 niños mueren de hambre cada año en el país:… Y según un informe de la FAO (2008), además de las muertes por hambre, en Colombia hay una alta desnutrición: 64 personas de cada 100 no comen bien, no tienen cómo adquirir los productos básicos alimentarios de la canasta familiar. Están 'subnutridas'.”

Y esta miseria no era exclusiva de un paraje solitario; era extensa y cobijaba tanto ciudades como áreas rurales. “Si en Medellín llueve, en el resto del país no escampa. En Cauca, Nariño, Risaralda, Chocó, Boyacá, Casanare, Caldas, Cesar y La Guajira se presenta un grave problema alimentario cuyas principales víctimas son los niños, que podría aumentar si el desempleo sigue en alza”, decía Cambio. Y como si fuera poco, “según el Ensin” (2005) -informe del Gobierno sobre seguimiento nutricional-, (…) el 33 por ciento de los menores de cinco años y el 45 por ciento de las gestantes tienen anemia”.1/ ¡La tercera parte de los niños menores de cinco años, y casi la mitad de las embarazadas con anemia! Un crimen en un país que paradójicamente presentaba en esos mismos años cifras exorbitantes en otros indicadores, que por supuesto estaban muy lejos de afectar el bienestar de la mayoría de los colombianos.        

 

Contraste

 

El titular de prensa de abril no es pues primicia. Lo que sí resulta más novedoso es el agudo contraste con las noticias acerca de la gran prosperidad que a diario dan cuenta de otro país, muy distante de la miseria del Chocó y de muchas otras ciudades y áreas rurales. Recordemos, por ejemplo, a Cartagena donde al lado del “país” que exhala optimismo conviven miles y miles de ciudadanos en una situación de miseria que llevó a Jan Egeland, delegado de la ONU, a derramar lágrimas ante el dolorosísimo contraste. Nada ha cambiado; pero como en los grandes titulares la miseria se escondió por unos días durante la Cumbre.

Sí, Colombia ha brindado gran prosperidad a algunos; es irrefutable. Pero ésta se ha focalizado en los propietarios de grandes capitales e inversionistas extranjeros y los agentes vinculados a estas inversiones. Las grandes oportunidades son selectivas y muy esquivas al grueso de la población, como lo indican las elevadas cifras de desempleo y una tasa de informalidad superior al 50%. Dos millones trescientos setenta mil desempleados, equivalentes al 10,4% de la población económicamente activa, y una tasa de desempleo subjetivo de 30,6% o siete millones subempleados subjetivos en marzo del 2012 dicen mucho acerca del mito del gran “progreso” de Colombia. Y en los ocupados, más de 40% son por cuenta propia. ¿Cuántos de ellos en realidad son desempleados o informales?

Además la “confianza inversionista” y reformas laborales regresivas condujeron a una vertiginosa caída de la participación de los trabajadores en el valor agregado de las empresas financieras, de 42,1% en 2002 a 36,3% en 2010; ¡casi seis puntos del PIB de dichas empresas!, evidencian que los verdaderos beneficiarios del progreso de uno de los sectores de mayor crecimiento en el período y mayor grado de formalidad no fueron los trabajadores sino los dueños del capital.

 

Lo que viene

 

Con cuánta razón irradiaban optimismo los representantes de ese sector,- y el Ministro de Hacienda-, en estos días en Cartagena, en el Congreso de fondos de pensiones, según cuenta Rudolf Hommes 2/. ¿Cómo podrían estar pesimistas si han recibido todos los privilegios y garantías del Estado para que amplíen sus ganancias? Y mediante el TLC con Estados Unidos, que entrará en vigencia en unos días se les ratificaron a perpetuidad, inclusive incluyéndoles unos Anexos para el beneficio de los propietarios de los fondos de pensiones y cesantías en contra de la autonomía de Colombia de manejar su seguridad social.

“Pero, un expositor, el profesor James Robinson, de ciencia política en MIT, (…), trajo consigo el polo a tierra, la vacuna para impedir que todos los presentes fuéramos conquistados por el optimismo. Les dijo a los participantes que no era optimista sobre el futuro de Colombia, entre otras cosas porque el Estado no tiene el control de todo el territorio y hay regiones en donde ese papel lo asumen otros agentes, frecuentemente criminales” dice Hommes, y se pregunta: “¿Para qué tanta complejidad y sofisticación si lo elemental no lo estamos haciendo?”2/

Es evidente que las políticas económicas de los últimos veinte años y particularmente durante el mandato de Uribe exacerbaron la muy inequitativa y secular distribución del ingreso en Colombia. Sus políticas de “confianza inversionista” situaron a esta nación en el vergonzoso tercer lugar en desigualdad en el mundo después de Angola y Haití, según la ONU. Indudablemente un examen imparcial sobre el papel jugado por la inversión extranjera en estos años mostraría que parte de esa tarea elemental que no estamos haciendo es la revisión profunda de estas políticas, para lo cual infortunadamente el TLC se atraviesa como una talanquera prácticamente inamovible. La realidad es que el capital extranjero, con algunas excepciones, lejos de haber complementado el ahorro nacional en estos años ha constituido una gran filtración al ingreso nacional y ha potenciado la profunda desigualdad en la distribución del ingreso en Colombia.

1/http://www.cambio.com.co/informeespecialcambio/839/ARTICULO-PRINTER_FRI…

2/http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/rudolfhommes/en-que-pais-vi…