Desde cuando Juan Manuel Santos asumió la Presidencia y le tocó afrontar uno de los más crudos inviernos, las poblaciones más afectadas han esperado de manera impaciente una solución efectiva a esto que ya parece un mal endémico de Colombia: las frecuentes aguas lluvias.
Torrenciales aguaceros. Pasados casi dos años del primer aguacero, ahora cuando han regresado las intensas lluvias la comunidad siente con rigor el abandono estatal. No existe un plan articulado de atención de desastres, cuando aún no se han reparado los daños dejados por el primer invierno y ya vivimos el tercero de este gobierno.
Como indigentes. Los miles de damnificados, en la mayoría de los casos, siguen en el más completo abandono; refugiados en albergues improvisados o en carpas levantadas a la vera de las carreteras, bajo plásticos negros y verdes y otros que todo lo perdieron deambulan hoy como indigentes en las grandes ciudades.
Política inexistente. Lo peor de todo este drama es que no existe una política clara del gobierno Santos para atender un fenómeno tan grave como el del cambio climático.
Solo se limitan a nombrarles padrinos a los departamentos; ofrecerles billonarias sumas de dinero en promesas que no se cumplen; convocar ruedas de prensa; montar en canoa y ofrecer soluciones que nunca llegan, en el marco de inútiles comités de emergencia.
Recomendaciones. Se olvidan de medidas eficaces para atender lo que se viene. Nunca se habla del uso y consumo de energía, ni de combustibles fósiles que emiten gases de efecto invernadero, cuya reducción y control es un imperativo para el mundo. Este fenómeno no se resuelve rezando ni hablando mal de “La Niña”.
El gran ausente. Este tema -quizás el más importante para el mundo entero- fue el gran ausente en la Cumbre de las Américas, donde solo se mencionó soslayadamente y se echó al olvido. ¿Dónde están los asesores de Santos? Solo preocupados por su imagen; pensando en su guayabera; en los pantalones amarillos o color petróleo; en los zapatos blancos y de marca; en la manera de caminar y en el besamanos de la nueva nobleza nacional, aposentada en el principado de Anapoima.
¿Por qué Colombia no toca esos temas que son de tanta trascendencia para el mundo y en especial para esta parte del hemisferio, como lo es el cambio climático? ¿No será para no incomodar a los Estados Unidos que no han firmado el protocolo de Kyoto?
En la estratosfera. En el edificio de siete pisos que es Colombia, aposentado en el penthouse en donde abundan la fiesta y el derroche, en el sótano campean la inundación, la desolación, el hambre y la miseria.
Qué bueno fuera que Santos siguiera bajando en las encuestas para que se compruebe lo que es vivir abajo. Así, la reelección hace agua. Ni siquiera se salvan en las goteras bogotanas los vecinos de Cota, Chía, Cazucá y Soacha, mientras Santos alista maletas para China y Singapur.