El Gremio brasileño perdió 1-0 este miércoles ante el Barcelona de Guayaquil en su estadio de Porto Alegre (sur), pero clasificó sin aprietos a la final de la Copa Libertadores 2017 tras el valioso 3-0 que había conquistado hace una semana en Ecuador.
En un partido sin ritmo, el 'tricolor' tuvo problemas para mantener la tensión ante unos visitantes que siempre estuvieron muy lejos de la remontada. Pese a todo, el equipo 'torero' se adelantó en el minuto 32 gracias a un tanto de su goleador uruguayo Jonatan Álvez.
Ya había demostrado el Barcelona que los retos le daban alas en esta Libertadores, y más si eran en aire brasileño y con un gigante continental enfrente. Pero para salir de casa del Gremio con el boleto a la final precisaba de un milagro, y los 'canarios' venían del infierno con escalas.
Al durísimo mazazo de la goleada en casa se había sumado el penoso viaje hasta Porto Alegre, en el que un problema administrativo les dejó varados dos días en Bolivia, arruinando todos los planes de la comisión técnica de Guillermo Almada.
No era el mejor ambiente para una remontada épica, y el cupo ya lo había completado el Lanús la víspera con su hazaña histórica frente a River en la otra semifinal.
Tampoco querían sustos los locales, ansiosos por celebrar ante una Arena con más de 54.000 hinchas su regreso a una final de Libertadores, diez años después de haber caído dolorosamente ante Boca Juniors en 2007.
Le costaba, sin embargo, mantener la concentración a un 'tricolor' que ha dejado todo de lado menos su obsesión por reinar en América por tercera vez (ya fue campeón en 1983 y 1995), y solo los destellos de su joven estrella Luan, que pudo haber puesto el primero desde fuera del área en el 20, le devolvían la mirada al presente.
Con los descalabros de Palmeiras y Santos muy frescos -ambos eliminados en la vuelta, y en casa, por el Barcelona, en octavos y cuartos-, le aterrorizaba a Renato Gaúcho que su equipo se confiara en la vuelta, pero el 3-0 era un colchón demasiado cómodo como para no perder de vista de vez en cuando al veloz Álvez.
Sería el propio uruguayo el encargado de recordar a los brasileños que esos descuidos se pagan caro, cuando de un chutazo desde el corazón del área puso el 1-0 pasada la media hora, después de una gran jugada por la izquierda de Marcos Caicedo, que había dejado tumbados a tres defensores del Gremio.
Salió disparado entonces Álvez con el balón bajo la camisa, mostrando que los 'toreros' no habían llegado hasta allí para rendirse, pero los dos goles que todavía les faltaban para empatar la eliminatoria seguían quedando a una eternidad.
No estaba la noche para hazañas épicas con un Barcelona sin chispa y un Gremio mirando insistentemente la hora. Tanto, que ni siquiera rabió con el gran cabezazo que desperdició Cícero en el 35 y que podría haber cerrado definitivamente el partido.
Despedida
Pese a todo, nadie parecía tener prisa por irse de una Arena do Gremio con muchas ganas de celebrar una final que llevaba huyéndole una década.
Poco importaba lo que ocurría en un gramado donde el 'tricolor' se mostraba desdibujado por la falta de nervios y el Barcelona tiraba de golpes de orgullo para tratar de seguir creyendo. Asustó Esterilla con un zurdazo a los diez minutos de la reanudación, pero la noche, y la eliminatoria, se resistían a cambiar un guion que ya había venido sellado desde Guayaquil.
Allí, en su propia casa, se había dejado roto el equipo revelación del torneo su sueño de coronar una gran campaña internacional con la que hubiera sido la tercera final de Libertadores de su historia (tras las perdidas en 1990 y 1998), una decepción demasiado amarga como para volver a la lucha una semana después.
Mientras, el Gremio seguía intentando un gol que no vendría, contando los minutos para saltar el próximo mes a la que será la quinta decisión de Libertadores de su historia.
En la lucha por levantar su tercera Copa, el tradicional equipo del sur de Brasil se medirá ahora en la decisión con el Lanús argentino, lanzado tras su histórica remontada ante River Plate.