LA educación en Colombia siempre ha sido un tema de segundo plano. El orden público, la economía, las fuerzas armadas, siempre fueron prioridad y muchas veces la gestión del Ministerio de Educación quedaba en la sombra, sin la atención de nadie, sin el interés del Congreso, como puede pasar hoy con el de Cultura.
Fue en el segundo mandato de Santos que la educación se convirtió en uno de los pilares de gobierno y para ello, designó a una de sus figuras políticas más representativas, la hoy exministra Gina Parody.
La cartera de Parody fue polémica. Sin embargo, por primera vez, una ministra salía a reclamar recursos, implementaba proyectos nuevos, se pensó en un currículo, en jornada única o compra de materiales educativos, y se diseñó un programa de becas para las personas de menos recursos. Así, todas sus acciones pasaron rápido a las primeras planas de los medios informativos y del debate nacional. La educación por primera vez estaba en boca de todos, y en 2016 se logró, también por primera vez, que la educación tuviera el presupuesto más alto del país.
Hoy muchos de esos programas han perdido fuerza, o se han diluido porque a un año del fin del Gobierno parece que la educación ya no es prioridad y a los precandidatos presidenciales les resulta más beneficioso hablar de corrupción que de educación, cuando esta puede ser el camino para mejores prácticas ciudadanas.
Sin embargo, el debate sobre Ser Pilo Paga, (SPP) sigue. Muchos lo quieren enterrado, otros piden modificaciones para que solo sirva para mejorar las finanzas de las universidades públicas y, a diferencia de cuando la educación no era atractiva, hoy frecuentemente se hacen citaciones en el Congreso para cuestionar esa iniciativa gubernamental.
La de hace dos años fue memorable. En esa ocasión, la senadora cristiana Vivian Morales acusó a la Ministra de desviar recursos del PAE (Programa de Alimentación Escolar) para SPP (Ser Pilo Paga) el debate agitado también por la senadora Sofía Gaviria, se centró más en diferencias ideológicas o personales que en la realidad del programa.
Pero lo más grave que ha pasado hasta hoy es que se desconoce que por primera vez existe un programa de becas por meritocracia y no para que los políticos hagan proselitismo o que las universidades de dudoso origen se beneficien por clientelas políticas.
En cambio, para nadie es un secreto, la enorme corrupción que representa el PAE, el despilfarro de recursos, los contratistas que se han hecho millonarios, los carteles que se forman y los pocos resultados del programa, que por ser asistencialista ha llevado a que los padres, pierdan hoy hasta el compromiso prioritario por dar alimentación a sus hijos.
Ahora de nuevo el presidente del Icetex y la Ministra de Educación serán citados al Congreso. Esta vez cinco congresistas los solicitan para revisar si efectivamente el programa le quita recursos a las universidades públicas, un tema que siempre es atractivo. Por ejemplo, cita Olga Lucía Velásquez, representante por Bogotá, que quiere ser una abanderada en la defensa de la Universidad Nacional y quien según artículos de Revista Semana y La Silla Vacía tiene gran influencia en las oficinas de talento humano del Distrito.
Porque lo que si caló hoy en la sociedad es que todos los recursos que obtenga el Estado deben ir a las Universidades Públicas por derecho adquirido, es decir, programas de becas, créditos, financiamiento o formación no se contemplan.
Independiente de las posiciones ideológicas es muy positivo que la educación pública, la educación superior y las formas para financiarla estén en un debate nacional, que se conozcan beneficios y retos, y que más allá de los intereses políticos se trabaje por el fin de la fragmentación de la educación, esa que dice que los ricos tienen derecho de ir a las mejores universidades, y que los pobres solo accedan a las públicas, independiente de si las mismas están haciendo esfuerzos por acreditarse de alta calidad.
El mayor beneficio que recibe el Pilo es que escoge la universidad en la que quiere estudiar. Muchos han escogido la Nacional y la de Antioquia, dos universidades donde acceder no es fácil y son sinónimo de calidad. El reto de las demás es, acreditarse y hacer atractivos sus programas para beneficiarse. Ojalá ese debate también vaya al Congreso, a las Instituciones de educación superior, y a todos los que realmente deseamos que la educación en Colombia sea una prioridad.
Como lo afirma Russell Ackoff: la prueba ácida de la misión de un programa es que su opuesto sea igualmente defendible. Así que otro aspecto positivo de SPP es que la implementación del programa hizo evidente muchos problemas del sistema de la educación superior.
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