En las aguas entre España y Gibraltar, 'el Choti' recoge sus rastros cargados de almejas: "Nada que ver con las escupiñas que se pescan allí", se lamenta este pescador español señalando el lugar donde desde hace semanas ya no puede faenar.
Patrón del "Divina Providencia", un viejo pesquero de ocho metros coronado por una bandera española, Francisco Gómez, al que todos aquí conocen como 'el Choti', faenaba desde hace años en el lugar donde Gibraltar acaba de formar un arrecife de bloques de hormigón.
El gobierno del pequeño enclave británico asegura que servirá para regenerar los bancos de peces, pero los pescadores de esta deprimida costa andaluza afirman que ha inutilizado uno de sus mejores caladeros.
"Allí se pueden sacar entre 30 y 60 kg al día de escupiña, que nos la pagan a 9 euros el kilo, mientras que aquí lo que se coge son conchas finas, que se cobran a 2 euros y además hay muy pocas", explica Francisco, de 51 años.
"Llevamos ya seis horas, desde las cinco de la madrugada, y son 40 kg lo que tenemos", se lamenta mientras con sus compañeros Juan y Salvi vacía las redes atadas a sus cuatro rastros.
Después desplazan un poco el barco, siempre muy cerca de la costa, y vuelven a echar al mar los aperos con que rastrillan el fondo.
"Si lo que estamos haciendo aquí lo hacemos allí", dice señalando de nuevo las aguas a escasos 1.500 metros, "los rastros se enganchan a los bloques y partimos el barco por la mitad".
Gibraltar, que no tiene flota pesquera comercial, asegura que la pesca intensiva de los barcos españoles no es sostenible y quiere imponerles una ley medioambiental que España rechaza por considerar que todas las aguas de la zona son de su soberanía.
"De ecología yo creo que los pescadores sabemos más que los políticos", dice 'el Choti', al que en mayo denunciaron las autoridades gibraltareñas: "Por entrada en aguas británicas, pesca ilegal, navegación temeraria y desacato a la autoridad", enumera.
"Para respetar la ecología", dice, los gibraltareños "deberían empezar por quitar las gasolineras flotantes", otra manzana de la discordia entre el Peñón y Madrid, que amenaza con sancionar una práctica denunciada desde hace años por los ecologistas.
En ese momento, junto al lugar por donde pasa una lancha turística para el avistamiento de delfines, tres buques mercantes anclados en el mar frente a Gibraltar reciben el carburante suministrado por pequeñas naves nodrizas através de largas mangueras.
"Con todo esto el gobierno de Gibraltar nos está abocando a la ruina", se lamenta Juan Morente, de 74 años, en el puerto pesquero de La Línea de la Concepción, localidad española fronteriza con el territorio británico.
Sentado en un pequeño taburete entre rastros y redes, Juan, que ya no sale al mar y confía el barco a sus hijos, arranca con destreza las cabezas de los más de mil peces voladores que han capturado, antes de lanzarlas al mar ante la mirada atenta de las gaviotas.
Su barco, bautizado "Juan Morente", faena ahora lejos de las aguas en disputa.
"Vamos para allá cuando en otras zonas hay mal tiempo y entonces nos podemos reunir allí unos 40 barcos entre los de La Línea y los de Algeciras", dice uno de los hijos, de 43 años, que también se llama Juan y se dedica a la pesca desde que era adolescente.
"Aquí, cuando acabas el colegio, o vas a la universidad o te metes en el charco", asegura.
La Línea de la Concepción se ve duramente golpeada por un desempleo que alcanza el 35,8% en la región sureña de Andalucía, por eso algunos se resisten a renunciar al maná de la pesca cerca del Peñón.
Desafiante, Elías Márquez, de 56 años, acerca su barco al arrecife de hormigón. "Ahora mismo me quedo aquí porque la pesca es buena, pero cuando aquí no haya nada, pues iré aún más cerca", afirma.
"Yo llevo 43 años pescando aquí y no me dan miedo ni los bloques ni la policía de Gibraltar", asegura.