El primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, se enfrenta a una de las situaciones más difíciles desde su llegada al poder en 2006, tras haber perdido el control militar de zonas clave cercanas a Bagdad, pocos meses antes de las elecciones generales previstas en abril.
El dirigente chiita está acusado de marginar a la minoría sunita árabe, en gran parte opuesta a su gobierno, en momentos en que la violencia en el país alcanza niveles desconocidos desde hacía por lo menos cinco años.
Maliki también ha sido criticado por los que apoyaron su llegada al poder en 2006 o fueron sus aliados, como el poderoso clérigo chiita Moqtada al Sadr.
Si se excluyen los temas de seguridad o las acusaciones de sectarismo, los principales desafíos para el jefe de gobierno provienen de "sus opositores chiitas y no de los sunitas", asegura el profesor de ciencias políticas de la Universidad de Bagdad, Hamid Fadhel.
En el plano militar, el Estado Islámico en Irak y el Levante (EIIL), un grupo vinculado a Al Qaida, se hizo en los últimos días con el control de Faluya y de diversos barrios de Ramadi, dos localidades situadas a 60 y 100 km al oeste de Bagdad respectivamente.
Se trata de la primera vez desde 2003 -cuando se produjo la insurrección en respuesta a la invasión de Irak liderada por Estados Unidos- que insurgentes vinculados a Al Qaida toman abiertamente el control de zonas urbanas del país.
Por el momento, ha sido aplazado el gran asalto de Faluya anunciado por varios altos responsables gubernamentales.
"Lanzar operaciones militares sin una clara coordinación con los residentes de la zona llevaría a un gran desastre", estimó Isam al Faili, profesor de ciencias políticas de la universidad Mustansiriyah de Bagdad. "Hay combatientes experimentados en guerra urbana" en Faluya, recalcó.
Bastión de la insurrección sunita
La provincia de Anbar, en la que se encuentran Ramadi y Faluya, se convirtió en un bastión de la insurrección sunita después de 2003, cuando las tropas estadounidenses sufrieron duras pérdidas en la zona.
Las fuerzas iraquíes y estadounidenses recuperaron el control a finales de 2006, gracias al apoyo de tribus sunitas.
Pero ahora, dos años después de la salida de las últimas tropas de EEUU de Irak, los rebeldes vinculados a Al Qaida han recuperado fuerzas, apoyándose en el conflicto en Siria y en el creciente descontento de la minoría sunita.
"Maliki se enfrenta el mayor reto desde 2006", según Ihsan al Shamari, de la Universidad de Bagdad, que también es profesor de ciencias políticas. "El principal problema es el EIIL", agregó.
Sin embargo, "si Maliki logra contener la situación" en la provincia de Anbar, estará una posición mucho mejor para las elecciones parlamentarias del 30 de abril.
Los analistas piensan que si Maliki logra una victoria en el plano de la seguridad, tal vez logre salir políticamente indemne de esta crisis y desvíe la atención de otros aspectos polémicos de su política, como las acusaciones de autoritarismo y sectarismo, denunciado incluso por ministros de su gobierno.
A partir de diciembre de 2011, cuando se retiraron las últimas tropas estadounidenses del país, empezaron a salir a la luz los desacuerdos y el bloque laico Iraqiya acusó a Maliki de ejercer el poder de modo autocrático.
Algunos de estos desacuerdos se intensificaron en torno al reparto de ingresos del petróleo entre la región autónoma kurda y el poder central.