Frontera con Venezuela: ¿reapertura a la vista? | El Nuevo Siglo
Foto Xinhua
Domingo, 17 de Julio de 2016
Redacción Nacional

Tras un año de cierre, decenas de miles de personas que viven a lado y lado de la frontera entre Colombia y Venezuela están esperanzados en que la reunión del próximo 4 de agosto entre las cancilleres de los dos países pueda ser el principio del fin del bloqueo limítrofe ordenado abruptamente en julio de 2015 por el gobierno de Nicolás Maduro.

El optimismo se basa en tres elementos determinantes. Primero, que la crisis económica en el vecino país es cada día más asfixiante y la escasez de alimentos y medicinas tiene caldeados los ánimos, incluso entre los propios partidarios del chavismo, que ya no aguantan más penurias ni largas colas para poder conseguir algunos víveres que palien el hambre generalizada.

En segundo lugar, es claro que la presión de los venezolanos sobre los pasos fronterizos con Venezuela es cada día mayor, al punto que días atrás más de 500 desesperadas mujeres de ese país desatendieron las prohibiciones de la Guardia Nacional y avanzaron en masa sobre el puente que separa a Cúcuta de San Antonio del Táchira, forzando a los uniformados a dejarlas pasar para comprar en la ciudad colombiana alimentos, papel higiénico, pañales y otros productos básicos que no se consiguen en ese país de forma fácil y rápida.

No pero sí…

Aunque al comienzo el gobernador del estado de Táchira calificó a las mujeres de ‘bachaqueras’ o contrabandistas, lo cierto es que ante el temor de que se repitiera un fenómeno similar, el domingo pasado se reabrió por espacio de 8 escasas horas el paso por el puente internacional Francisco de Paula Santander (en el tramo colombiano) y Simón Bolívar (en el de Venezuela). Ese día por lo menos 30 mil venezolanos llegaron a Cúcuta y sus alrededores y se llevaron casi toda la mercancía de los comercios de la región.

Incluso hoy también se tiene previsto que se vuelva a reabrir el paso fronterizo. El gobernador de Táchira, José Vielma Mora, oficialista,  anunció el jueves que "el que quiera pasar, va a pasar".  Y no solo serán hombres y mujeres cabezas de familia los que hoy arribarán a la capital santandereana, ya que el presidente de la patronal Fedecámaras en Táchira indicó que no menos de 4.000 pequeños y medianos productores agropecuarios venezolanos planean adquirir insumos como semillas, abono y medicinas para sus animales que no se consiguen en ese país, y si se lo hacen son demasiado costosas. Para los empresarios venezolanos el bloqueo fronterizo ha salido muy caro y se calcula en más de 15 mil los empleos perdidos en el último año.

Y, en tercer lugar, es claro que la cumbre de las cancilleres María Ángela Holguín y Delcy Rodríguez, colombiana y venezolana respectivamente, tiene visos distintos a los de anteriores cumbres ministeriales en el último año.

"Hemos concertado con la señora canciller de Venezuela  el 4 de agosto para una reunión a nivel de cancilleres donde vamos a hacer un repaso general de absolutamente todos los temas", dijo Holguín días atrás.

Tras agregar que la necesidad de una "frontera segura" estaba en la agenda de la cumbre, recordó que se han realizado encuentros a nivel de ministros de Defensa para "concertar cómo van a ser esos protocolos y esa coordinación entre las dos fuerzas militares y de policía" para garantizar la estabilidad fronteriza.

A su turno, el propio presidente Juan Manuel Santos indicó que en esa cumbre Colombia presentaría a Venezuela un protocolo para que la reapertura de la frontera se haga de manera ordenada, responsable y conveniente para nuestro país.

¿Y ahora?

Aunque hay creciente optimismo en la frontera, lo cierto es que no hay nada seguro respecto a la posibilidad de que se reabra de manera definitiva el paso por todos los cruces limítrofes.

Hasta el momento Maduro no se ha pronunciado al respecto como tampoco la canciller Rodríguez, y menos aun cuando toda la atención del gobierno venezolano está puesta en la controversia diaria por las movidas internas y externas de la oposición, que tiene su principal bastión en la Asamblea Nacional.

Como se sabe, ambos bandos libran un duro pulso desde hace varias semanas por el referendo revocatorio de Maduro que impulsa la llamada “Mesa de Unidad Democrática” –que agrupa a la oposición-, lo que ha llevado al chavismo no solo a tratar de bloquear esa iniciativa por todos los medios políticos y judiciales (sobre todo a través del Tribunal Supremo de Justicia y el Consejo Nacional Electoral, de clara tendencia oficialista), sino que también se amenaza con la posibilidad de revocarle el poder a la Asamblea opositora.

Otro de los ingredientes clave de la polarización política en Venezuela es la decisión del secretario general de la OEA, Luis Almagro, de pedir semanas atrás la aplicación de la Carta Democrática a Venezuela por la crisis humanitaria, social, económica y el rompimiento del orden constitucional. Aunque el pleno de los embajadores no aceptó dicha petición, sí pidieron a Maduro aceptar la mediación de una comisión internacional para tratar de destrabar la polarización política.

Toda esta situación interna es clave en relación a lo que pase en la frontera con Colombia, ya que la oposición siempre ha exigido al Palacio de Miraflores que acabe con el bloqueo, pero este ha respondido que esos sectores contradictores políticos están aliados con los paramilitares colombianos que han realizado varios complots contra el chavismo en Venezuela.

Como se ve, por más que exista una luz de esperanza a lado y lado de la región central fronteriza, adelantarse a que ya asoma la reapertura limítrofe es muy arriesgado, más aun teniendo en cuenta la forma caprichosa y melindrosa con que Maduro ha manejado este tema.

Aunque es muy difícil hablar de cuál lado de la frontera ha perdido más con el cierre y si la reapertura permitirá el regreso de los más de 14 mil colombianos deportados por Venezuela hace un año y los más de 20 mil que se desplazaron a nuestro país por temor a que sus casas y bienes fueran decomisados, lo cierto es que el bloqueo de los pasos limítrofes no se puede catalogar de nada distinto a una medida inamistosa entre dos naciones que se tachan de hermanas, por más diferencias políticas que haya entre sus gobiernos.