Francisco y su primer sermón | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Domingo, 30 de Julio de 2017
Hernán Olano
El cardenal Bergoglio, más que un jesuita, ha sido un Pastor, un hombre que al llegar al pontificado ha deslumbrado con su trato y encuentro personal sencillo y ajeno a protocolos y miramientos. 

__________________
Especial para EL NUEVO SIGLO

Hay una respuesta, diría yo, premonitoria, acerca de la renuncia de Benedicto XVI, en las respuestas que en el año 2000, el por entonces Cardenal Ratzinger le dio al periodista Peter Seewald y contenidas en el libro “Dios y el Mundo”: “Y aquel que no forma parte de los poderosos, estará agradecido cuando vea que el poderoso no se sirve personalmente en la mesa de la vida. Que considera el poder o los bienes que le han sido dados como una misión para convertirse en sirviente”. Eso significa que Benedicto XVI era muy consciente de que “Dios no pide a nadie, ni siquiera al Papa, más peso del que es capaz de llevar”.

Francisco le ha dado un “gran impulso para una Iglesia en camino”, como dice el Padre Federico Lombardi, S.J., y es el Santo Padre, sin duda, la gran atracción de la gente, por su mensaje, por sus palabra de amor, de cuidado, de compasión, de cercanía, de proximidad; es decir que a través del hombre, el Papa, nos muestra el amor que proviene de Dios.

Algunas de sus frases como Cardenal – Arzobispo de Buenos Aires, orientaron nuevos pronunciamientos durante el ejercicio de la cátedra de Pedro:

1.    La vanidad del poder es un pecado para la Iglesia, cónclave de 2005.

2.    Esta noche, cuando hagamos el examen de conciencia, miremos la cerradura de nuestro corazón a ver qué llave impide la entrada del Señor.

3.    La sombra del desmembramiento social se asoma en el horizonte, Jorge Mario Bergoglio a Carlos Menem, mayo 25 de 1999.

4.    El poder es servicio, sólo tiene sentido si está al servicio del bien común, mayo de 2000.

5.    El ejercicio de la política debe ser un noble, austero y generoso servicio a la comunidad y no un lugar de enriquecimiento personal y sectorial, Jorge Mario Bergoglio a Fernando de la Rúa, 20 de diciembre de 2001.

6.    La vanidad del poder es un pecado para la Iglesia, cónclave de 2013.

7.    No es posible que el pastor esté en el monte y el rebaño esté en el valle, cónclave de 2013.

Después de su elección, el Santo Padre Francisco expresó una misma línea de continuidad entre Fe y Evangelización.

“Esta noche, cuando hagamos el examen de conciencia, miremos la cerradura de nuestro corazón a ver qué llave impide la entrada del Señor”.

Para mí, tal vez el documento oficial más importante de los primeros días de su pontificado, fue el sermón que pronunció el martes 19 de marzo de 2013 en la Misa de Inicio del Ministerio Petrino del Obispo de Roma, que oficialmente marca el inicio de su labor pastoral al frente de la Iglesia.

El cardenal Bergoglio, más que un jesuita, ha sido un Pastor, un hombre que al llegar al pontificado ha deslumbrado con su trato y encuentro personal sencillo y ajeno a protocolos y miramientos, un ser “sensible y a la vez firme y muy agudo”; su obsesión desde siempre, ha sido el encuentro y la unidad, buscando siempre “ponerse la patria al hombro”; incluso, esa unidad fue la que se pudo apreciar de él, cuando en el cónclave de 2005, en la segunda votación de las tres que hubo para elegir al sucesor de Juan Pablo II, obtuvo 40 de los 117 votos, un caudal sin precedentes, colocándose en disputa con el cardenal Ratzinger, quien finalmente fuera elegido; y digo, esa unidad, porque “una demora podía leerse como síntoma de desunión de los cardenales ante un mundo que los miraba con enorme expectación” (como lo señalaron Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti), por tanto, Bergoglio decidió dar un paso al costado y pidió que sus votos fueran para el postrer Benedicto XVI.

Como cardenal siempre pidió –y esto es aplicable en todo el mundo-, “ponerse la patria al hombro” y no ser facilitadores de la intolerancia, pues “copiar el odio y la violencia del tirano y del asesino es la mejor forma de ser su heredero”.

Y luego, desde la misa de inauguración de su pontificado, el que podría considerarse su “plan de gobierno”, habló de la vocación de custodiar, que inicialmente, para el cuidado de su hijo, Dios se la dio a la Virgen y a san José y también dijo que “Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres. Es vivir con sinceridad las amistades, que es un recíproco protegerse en la confianza, en el respeto y en el bien. En el fondo, todo está confiado a la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custodios de los dones de Dios. Y cuando el hombre falla en esta responsabilidad, cuando no nos preocupamos por la creación y por los hermanos, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido. Por desgracia, en todas las épocas de la historia existen “Herodes” que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer”.

Esos “Herodes”, a los cuales se refería allí Francisco, que atacan con odio a la humanidad, pero, la fórmula, el rescate de esa decadencia mundana, para el Papa está en “ser custodios de la creación”, de nuestros sentimientos y de nuestro corazón, para que la destrucción y la muerte se aparten del camino, así como el odio, la envidia y la soberbia que nos <<ensucian la vida>>.

Síganos en nuestras redes sociales:

@Elnuevosiglo en Twitter

@diarionuevosiglo en Facebook

Periódico El Nuevo Siglo en Linkedin