Lesbos fue la tierra de la poeta Safo, colonia de conquistadores bizantinos cabalgando sus caballos vestidos de hierro y, en tiempos más recientes, un lugar imperdible para pasar vacaciones de verano. Pero de un año para acá pasó de ser ese paraíso terrenal que inspiró las letras de la mejor poesía lírica según Platón, a convertirse en el epicentro del mayor éxodo masivo desde la Segunda Guerra Mundial.
Esta remota isla, con escaso acceso de los medios, tiene unas costas que, pese a su cercanía geográfica, miran África de soslayo y Europa con esperanza. Las imágenes de barcos, lanchas y pequeñas embarcaciones que se mantienen de pie pese al oleaje incesante que acompaña las aguas del Mediterráneo, representan una crisis que se le salió de las manos al continente.
Más de 150.000 refugiados llegaron en 2016 a Grecia, de los cuales la mitad pasaron por Lesbos, según el Servicio Jesuita para Refugiados y Mensajeros de la Paz.
Como una parada obligatoria de ese estruendoso camino hacia Grecia, la población de la isla, en su gran mayoría, cobija a los migrantes y les abre las puertas con alimentos y un techo para pasar la noche. Su compasión nace de un relato similar vivido décadas atrás por sus ascendientes.
La historia de un refugiado que huye de Siria es tan parecida a la del abuelo, probablemente fallecido o de un habitante de Lesbos. Lo único que cambia es la religión de los migrantes, no más. En 1920, 1,2 millones de cristianos ortodoxos fueron expulsados por Turquía. Ante la necesidad de encontrar un destino, se establecieron en la isla. Hoy, casi 100 años después, 50.000 habitantes dicen ser sus descendientes.
El esfuerzo de cada habitante de la ciudad no es suficiente. La isla se ha convertido en el refugio de miles de migrantes. Soportando la carga de albergar 75.000 personas, su horizonte económico es turbio. Los turistas no volvieron y Europa deja en manos de Grecia y Turquía la resolución de semejante crisis.
Francisco pisa Lesbos
Hijo de inmigrantes italianos, el papa Francisco visita mañana la isla como parte de su agenda para tratar la crisis que azota a Europa. Ya en 2013 había estado en Lampedusa para orar y compartir con los migrantes eritreos y magrebís que desembarcaron en esta isla italiana.
Durante su estadía será recibido por el primer ministro griego Alexis Tsipras, quien lo acompañará al centro de refugiados de Moria, en el puerto, para una oración por las víctimas de los naufragios.
"Voy junto con mis hermanos, el patriarca (ortodoxo) de Constantinopla, Bartolomé y el arzobispo (ortodoxo) de Atenas y de toda Grecia, Jerónimo, para manifestar cercanía y solidaridad, tanto a los refugiados como a los ciudadanos de Lesbos y a todo el pueblo griego por su generosa hospitalidad", anunció el pontífice.
La visita de Francisco se da tan solo unas semanas después de un polémico acuerdo firmado entre la Unión Europea (UE) y Turquía. Según este Grecia puede expulsar a los migrantes que estén en su territorio hacia el país vecino y en contraparte Ankara recibirá una ayuda económica.
La Iglesia Católica tras conocer este acuerdo lo calificó de “injusto” y exhortó a los países a que tomen medidas frente a la guerra en Siria para que no agrave la situación de los migrantes. El Papa ha sido tajante en su posición, abriendo el debate en la sociedad europea.
Su llamado por la compasión y no caer en la indiferencia ha sido habitual en sus intervenciones. “Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llanto. La ilusión por lo insignificante, por lo provisional, nos lleva hacia la indiferencia hacia los otros, nos lleva a la globalización de la indiferencia", dijo el sumo pontífice en Lampedusa.
Francisco apela argumentos históricos para abrirle la puerta a los migrantes. Recientemente en un encuentro con cristianos franceses adujo que Europa “se ha enriquecido por el intercambio cultural” y “ha sobrevivido a un sinfín de invasiones”.
Pero su principal mensaje es un llamado a lo más puro de la dignidad humana. A entender las complejas circunstancias del otro y abrirle la puerta con políticas inclusivas.
"La ausencia de un apoyo recíproco dentro de la UE corre el riesgo de incentivar soluciones particularistas del problema, que no tienen en cuenta la dignidad humana de los inmigrantes, favoreciendo el trabajo esclavo y las continuas tensiones sociales", acotó Francisco en su intervención en Lampedusa.
Mañana, en Lesbos, se espera que sus frases no sean simples palabras que se evaporen con el paso de los días y se materialicen en políticas a favor del refugiado, no en su contra, como el último acuerdo firmado entre la UE y Turquía.