Ecuador saldrá fortalecido tras el devastador terremoto que sufrió en abril pasado, que se convirtió en la mayor catástrofe de los últimos 67 años y deja centenares de muertos, dijo el martes el presidente Rafael Correa.
"Venceremos las dificultades, saldremos fortalecidos pese al dolor de centenas de muertos, heridos, discapacitados", expresó el mandatario al presentar su informe anual de labores ante el Congreso, controlado por el oficialismo.
Correa, en el poder desde 2007, señaló que a causa del terremoto de 7,8 grados de magnitud, que arrasó con poblados costeros, hay que "lamentar" 673 personas fallecidas, 9 desaparecidas, 6.274 heridas, 28.775 damnificadas y 6.998 edificaciones destruidas.
"La naturaleza nos está poniendo a prueba y vamos a demostrarle de qué fibra estamos hechos los ecuatorianos", anotó el gobernante al inicio de su último informe, pues en un año deberá tomar posesión el nuevo jefe de Estado ecuatoriano.
Correa, quien anticipó que no será candidato en 2017, resaltó que la rápida reacción de socorristas y actos de heroísmo permitieron rescatar a 113 sobreviviente tras la "prueba extremadamente dura" de hace cinco semanas, superada por el terremoto de 1949 en la provincia andina de Tungurahua (sur) que dejó al menos 6.000 muertos y 100.000 damnificados.
Sostuvo que un terremoto de 7,8 grados hubiera provocado víctimas fatales en cualquier parte del mundo, pero que en el caso de Ecuador las malas construcciones y los asentamientos en terrenos inadecuados hicieron que "tengamos que lamentar muchos más fallecidos".
Un mes después de la catástrofe natural, la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) reportó que las "necesidades humanitarias en el país continúan siendo acuciantes. La población lucha por reconstruir sus vidas, y las réplicas del terremoto son continuas".
Cerca de 1.650 réplicas, de hasta 6,8 grados, se han registrado desde el 16 de abril, de acuerdo con el Instituto Geofísico de Quito.
El ACNUR añadió que unas 73.000 personas fueron desplazadas de sus hogares y que miles están siendo acogidas por familias vulnerables cuyos recursos están ya al límite, aumentando el riesgo de tensiones entre la población, mientras que unas 15.000 perdieron sus documentos de identidad, dificultando su acceso a servicios básicos y programas sociales, y que unos 17.000 refugiados y solicitantes de asilo, en su mayoría colombianos, vivían en las zonas más afectadas por el terremoto