Algunos dicen que cuando habla tiene un aire a Charles De Gaulle. François Fillon, un político de 62 años pausado y sobrio, encarna los valores clásicos de conservatismo francés y es el favorito para convertirse en el nominado de la derecha, luego de eliminar en la primera ronda a Nicolás Sarkozy, que perdió su oportunidad para regresar al Elíseo –palacio presidencial-.
Fillon logró el domingo, día en que “Los Republicanos” celebraron la ronda número uno de las primarias, más del 44% de los votos, seguido de Alain Juppé (28%), heredero de la centro derecha del expresidente Jacques Chirac, y Sarkozy, el ex mandatorio que el diario Le Figaro denominó “un candidato de la sociedad del espectáculo”, presentando un discurso casi de extrema derecha, que se confundió con las propuestas del partido ultraderechista Frente Nacional.
La aplastante victoria de Fillon en la primera ronda y su posible triunfo el próximo domingo, demuestra que el electorado francés, como el norteamericano y el inglés, se inclina por un candidato alejado del establecimiento político.
Según Le Figaro, principal diario de derecha, en la primera ronda de la nominación en la derecha existió una especie de voto “protesta”. Tanto en las encuestas como en los debates de televisión se dio como favoritos a Sarkozy y a Juppé, pero el domingo Fillon dio la sorpresa. “Es una revuelta popular contra las élites políticas y los medios de comunicación, una respuesta de la nación a la sensación de que una casta mediada quiere imponer TIC modo de ver, pensar y votantes”, dice Le Figaro, presentando a Fillon con el candidato por fuera del establecimiento político.
Fillon, propiamente, no es un hombre nuevo en la política, pero sí se reveló contra los clanes dentro de su partido, al darle la espalda a Sarkozy, quien lo nombró primer ministro de 2007 a 2012, y distanciarse del discurso de Alain Juppé, que también representa una vieja dinastía que viene de Chirac.
Ministro más de seis veces y en la política desde los 23, este candidato tiene un discurso duro contra la migración y una agenda repleta de medidas neoliberales, que lo han llevado a ser comparado con Margaret Thatcher, la ex primera ministra de Gran Bretaña.
Un país dominado por la amenaza terrorista, decenas de paros laborales, declive industrial y un rol crítico en la guerra en Siria, hacen que Fillon genere en el electorado francés confianza y austeridad, dos requisitos esenciales en un momento de incertidumbre y grandes retos para Francia.
¿Posible presidente?
El candidato que gane en la segunda ronda de las primarias de “los Republicanos” tiene altas probabilidades de convertirse en el próximo presidente de Francia. Esto se debe a que lograría capitalizar el apoyo electoral en contra de Marine Le Pen, candidata de la extrema derecha, y un descontento creciente con el gobierno de François Hollande, el saliente presidente socialista que a pesar de sus bajos índices de popularidad (4% en septiembre), estaría pensando en aspirar al Elíseo por segunda vez.
Fillon le saca casi 20 puntos a Juppé conforme a los resultados de la primera ronda, demostrando que es el claro favorito en la derecha. Él y su rival no se diferencian en muchos aspectos, aunque su visión es más radical frente al Islam, el terrorismo y las medidas económicas que se deben adoptar en una Francia, que, según este, vive los efectos de la desindustrialización.
El candidato favorito en la derecha pretende reducir el gasto público en 100.000 millones (54,6% del PIB, según Le Figaro) eliminando, entre otras cosas, medio millón de puestos en el estado. Con esto, busca eliminar el Impuesto de Solidaridad sobre la Fortuna (ISF-siglas en español), el cual hizo que Hollande, su promotor, pocos meses después de llegar al gobierno, bajara de manera estrepitosa en las encuestas.
Algunas de sus propuestas más polémicas son incrementar las horas de trabajo por semana, pasando de 39 horas a hasta 48, límite que impone la ley, y subir la edad de jubilación de 62 años a 65. Este tipo de iniciativas no son bien recibidas por parte importante de los franceses que ven en ellas un atentado contra los derechos sociales.
Juppé, su rival, sigue la misma línea, aunque sus medidas no son tan drásticas, al anunciar que recortaría 200.000 empleos en el estado y no tocaría la edad jubilación, por el momento. La dosis de neoliberalismo en este candidato es menor a la de Fillon, que, como se ha dicho, es calificado como el sucesor de Thatcher en Francia. Es decir, una Theressa May, primera ministra de Reino Unido, pero a unos kilómetros al sur.
La economía, sin embargo, no es la mayor diferencia entre los candidatos. Ambos coinciden en recortar el gasto público e incentivar la empresa privada. El verdadero contraste entre uno y otro está en el enfoque que se le debe dar al Islam en Francia, teniendo en cuenta la oleada terrorista de los últimos dos años.
Fillon es partidario de ponerle un límite a lo que llamó “el aumento de integrismo musulmán”, con leyes que prohíben el uso del burkini, pese a que el Consejo de Estado, máxima autoridad judicial en Francia, declaró inconstitucional cualquier medida que impida su uso.
Por el contrario, Juppé, político de centro derecha, ha propuesto un pacto con los musulmanes a partir de su tesis de “la diversidad feliz”, en la que se le permite libertad cultural a cambio de acuerdos sobre formación de los imanes y financiamiento de las mezquitas.
Este domingo se sabrá cuál de los dos será el próximo candidato de la derecha. El elegido, según los sondeos y la opinión pública, pasará a la segunda vuelta presidencial, en la que se enfrentará a un candidato que puede venir de la extrema derecha o del socialismo.