Por Giovanni E. Reyes (*)
DE conformidad con un comunicado oficial del Banco de Grecia del miércoles pasado se alerta que “una falta de acuerdo entre Atenas y sus acreedores llevará a la salida del país del euro, y probablemente de la Unión Europea”. Estas son las últimas noticias que llegan acerca de una crisis que como se recordará, se inició formalmente el 27 de abril de 2010, con una deuda del gobierno de ese país, que para ese entonces ascendía a 142 por ciento del producto interno bruto, cuando la media de endeudamiento de los gobiernos europeos llegaba a 86 por ciento.
No obstante, hay otras noticias adicionales que van causando recientemente, mayor revuelo.
Primero, que la comisión de expertos que realizó auditoría a la deuda pública de Grecia, señala que “no se debe pagar una deuda contraída desde 2010 a 2015 debido a que es fruto de unos acuerdos que infringen los derechos humanos”.
Segundo, el Banco Central Europeo (BCE) ha elevado en 1,100 millones de euros, el techo de la línea de liquidez de emergencia (LLE) abierta a Grecia, con lo que ese máximo llega a ascender a 84,100 millones de euros.
Tercero, el Primer Ministro Alexis Tsipras ha denunciado lo que califica de “responsabilidad criminal” del Fondo Monetario Internacional por la condicionalidad que trata de imponer.
Al estudiar los elementos en todo el recorrido de la crisis griega, que arranca relacionada con la crisis bancaria que emerge en septiembre de 2008 en el ámbito mundial, y las falsificaciones de cifras macroeconómicas de Grecia, es claro que –en medio de todo el bullicio- esencialmente este problema es de voluntad política.
Esto se pone en evidencia al reconocer que el peso de la economía griega en el total de la Unión Europea es de cerca del 7 por ciento. Es decir que por algo relativamente marginal en términos cuantitativos se está poniendo en riesgo el proyecto de integración mundial más importante de inicios del Siglo XXI. Europa realmente ha adelantado mucho en este proceso histórico, como para que factores marginales le estén representando obstáculos a la organización.
Como normalmente ocurre en estos casos, la dinámica del problema griego ha ido adquiriendo las proporciones de una “bola de nieve”, mientras más se deja que por inercia actúen las fuerzas del proceso, más difícil es poder atajarlo.
Muchos de los factores de lo que hoy es la amenaza de la salida de la zona del euro por parte de los griegos, se originó en el “salvamento” a los bancos. En las condiciones actuales, las restricciones o cláusulas de otorgamiento de los créditos no mencionan prácticamente los compromisos de las entidades financieras.
Y no es posible esperar que sólo con base en recortes en programas sociales se pueda buscar una salida a la compleja situación, al pago de las deudas. La gente no se suicida tan fácilmente, o renuncia a condiciones de bienestar o prerrogativas por más aletargantes que sea nuestra diaria saturación de frivolidades en los medios de comunicación. En todo caso, las gentes ven la corrupción casi omnipresente en muchas instituciones que antes no aparecían como tales, en el imaginario colectivo.
De manera seria, abordando los problemas actuales de la situación en Grecia, nadie duda de que sea necesario realizar un ajuste a la economía. El problema radica en determinar tres elementos fundamentales: (i) cuáles son las fases; (ii) cuál es la secuencia de esas etapas; y (iii) lo más importante, cuáles son los sectores sociales que pagarán por el proceso.
El problema de fondo que enfrenta Europa es llevar a cabo una eficaz coordinación fiscal en el ámbito macroeconómico. El Tratado de Maastricht, del 7 de febrero de 1992 –y que entró en vigor el 1 de noviembre de 1993- el cual constituyó la Unión Europea, estableció no sólo la moneda común, reforzó el sentido del espacio colectivo europeo, superó, además, el concepto de la Comunidad Económica Europea. Se tuvo coordinación en lo monetario y en lo cambiario, pero no en la gran política fiscal de Europa.
Es explicable. Los líderes políticos no quieren ceder en el manejo fiscal de los gobiernos, dado que ello impacta directa e inmediatamente en los votos y ellos no desean que se entregue hasta ese punto, la soberanía de los países. Situación que amenaza a los políticos en la retención de sus influencias y poderes. Pero sin esa coordinación, las crisis como la de Grecia serán recurrentes.
Las condiciones son difíciles, pero también existe miopía en la dirigencia política europea. Este rasgo ha cobrado fuerza en varios países, en particular en el Reino Unido. Como siempre, vivimos aplazando lo importante por hacer lo urgente. Los problemas más de fondo van quedando para mañana. Un mañana que se hace nunca.
(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.
Los escenarios
Acuerdo y ayuda financiera. Si Grecia llega a ponerse de acuerdo con los acreedores, recibirá un último tramo pendiente de 7.200 millones de euros, correspondiente al segundo plan internacional de rescate financiero. Ello le permitiría hacer frente al vencimiento de una deuda (de 1.600 millones de dólares, el 30 de junio) con el FMI, y pagar pensiones, salarios de funcionarios, etc. Pero este alivio sería apenas temporal, porque Grecia una deuda insostenible (180% de su PIB).
Renovación de la ayuda: La idea de un tercer plan de rescate, de 30.000 a 50.000 millones de euros, o más, fue alguna vez considerada pero ahora parece descartada. Es más probable que acuerde prolongar el actual plan, lo que le permitiría contar con el apoyo vital del Banco Central Europeo y recibir dinero del FMI.
Reducción de la deuda: Aún en caso de acuerdo, el tema de la deuda griega sigue planteándose. Atenas quiere un gesto de los acreedores y les recuerda que en 2012 ellos mismos habían aludido a medidas suplementarias para "garantizar una reducción creíble y viable" de la deuda. Pero esta promesa tiene ahora escasas posibilidades de materializarse. Muchos abogan por una quita parcial de la deuda pero nadie está dispuesto a asumir esta posibilidad.
Default: Ha dejado de ser tabú la idea de que Atenas no pueda pagar al FMI el 30 de junio. Si el gobierno griego no paga al FMI, se generaría sin duda un pánico bancario que podría llevar a la quiebra. El gobierno heleno podría imponer medidas de control de capitales e introducir temporalmente una divisa paralela, por ejemplo los "IoU" (del inglés I owe you, "le debo"), una forma de reconocimiento de deuda. Los "IoU" permitirían pagar los gastos internos, mientras que los euros estarían reservados al pago del servicio (intereses) de la deuda.
Grexit: Este es el escenario en el que nadie quiere creer, una salida de Grecia de la zona euro, ya que socavaría los fundamentos de la Unión monetaria y de Europa. El riesgo, que puede concretarse en caso de 'default' griego, es que genere un efecto de contagio en los mercados./AFP