“No estamos en el Palacio de paso. Hemos llegado para quedarnos definitivamente, si es posible más de 500 años". Esta es la frase de batalla de Evo Morales, el presidente de Bolivia que con un fuerte viento de cola electoral logrará hoy su re-reelección y el control de los dos tercios del Congreso bicameral.
Bolivia escribirá, otra vez, la crónica de un triunfo anunciado con un Evo Morales presente y omnipresente en todos los ámbitos nacionales. Él empoderó su raza –la indígena-, se convirtió en baluarte de la inclusión social y gestó un nuevo modelo de país que, paradójicamente, bajo un corte estatista e izquierdista parece enrumbarse hacia un esquema capitalista.
De las entrañas de una empobrecida aldea aymará, Morales irrumpió en el escenario político hace escasamente 9 años, concitando el voto protesta de los campesinos y de los indígenas que, como él, históricamente habían vivido marginados y olvidados. Aupado bajo la bandera multicolor de su Movimiento al Socialismo, llegó al poder con el 54% de los votos, reeditó su triunfo tres años más tarde con el 64% y la mayoría en el Congreso y está en la antesala de su tercera victoria en línea. Y desde ya se vaticina que no será la última, porque en su horizonte está reformar un “articulito” de la Constitución que permita la reelección indefinida.
Así las cosas, el inquilino del Palacio Quemado no tiene nada de este popular nombre. Por el contrario, está “encendido” de poder, el que ha ido consolidando gracias a los espacios que otorgó desde su primer gobierno a los indígenas y campesinos. Con éstos coequiperos - hoy más empoderados que nunca- y la batuta en el Congreso (su partido es mayoría en ambas cámaras) nacionalizó los hidrocarburos, las telecomunicaciones y los servicios de agua y luz. Fueron éstos el combustible para echar a andar la economía nacional, que en poco tiempo alcanzó su bonanza gracias al buen precio de los hidrocarburos y que se mantiene, al punto que organismos como el Banco Mundial han considerado que Bolivia es “el que más está creciendo o el segundo que más lo hace en la región”. El FMI prevé que para este año será entre 5.0% y 5.2%.
Jalonado por una economía robustecida, implementó diversos programas sociales priorizando ayudas y bonos a niños, ancianos y madres gestantes, lo que mejoró la calidad de vida de la mayoría de la población. Y esa se convirtió en su mayor fortaleza e inamovible bastión electoral.
Sin embargo el presidente indígena también tiene sus pendientes: no ha podido derrotar la creciente inseguridad ciudadana -según la oposición producto del narcotráfico- ni diversificar la producción que sigue anclada en los minerales y los hidrocarburos.
Sus adversarios le acusan de irrespetar la independencia de poderes al manejar a arbitrio los poderes judicial y electoral y de hacer un manejo dispendioso de los recursos del Estado. Esas razones son repelidas por el mandatario boliviano como intentos fallidos de sus detractores para opacar su gestión y frenar el empoderamiento de los marginados.
Pese a que Evo no ha cambiado ni su discurso nacionalista ni su continua embestida contra el “Imperio” (Estados Unidos) al igual que lo hacen sus homólogos de izquierda en la región –Nicolás Maduro, Rafael Correa y Daniel Ortega- muchos analistas creen que paulatinamente ha dado un viraje hacia el centro. Evidencias de ello son la adopción de una política practicista y haber propiciado un desarrollo de élites de comerciantes.
Es común la participación de nuevas fracciones empoderadas de empresarios aymarás y quechuas no sólo en la toma de trascendentales decisiones de gobierno, sino en su relación con la clase alta de Santa Cruz, la otrora provincia otrora adversa, ya que hoy allí logra un apoyo de 55%.
Sin duda, Bolivia tiene Evo para rato. Porque mayoritariamente sus pobladores ya no sólo se identifican racialmente con él, sino porque en estos nueve años de gobierno ha logrado una histórica inclusión social y un visible bienestar económico de los históricamente marginados. Porque los indígenas, el 62.2% de su población enterraron definitivamente los recuerdos de semiesclavitud y la discriminación. Hace una década llegaron al poder, ahí están y ahí aspiran a quedarse. Evo llega a la contienda de hoy con una intención de voto del 59%, más de 30 puntos porcentuales de ventaja sobre su más inmediato rival, el empresario Samuel Doria. Su llama electoral está más encendida que nunca y no soplan vientos que amenacen con apagarla./Claudia Bermúdez