Los egipcios acuden hoy a las urnas para escoger entre candidatos con visiones islamistas o laicas de la sociedad al sucesor del presidente Hosni Mubarak, derrocado en 2011 en el apogeo de la "primavera árabe".
Un policía murió alcanzado por un bala en el pecho en uno tiroteo que estalló entre partidarios de dos candidatos ante una oficina electoral en el noreste El Cario, y un civil resultó herido en la pierna.
Se trata del único incidente grave del que se tenía conocimiento a mediodía en esta primera vuelta, en la que largas filas de espera se empezaron a formar ante los colegios electorales antes de que estos abrieran a las 08H00 locales (06H00 GMT), protegidos por un importante dispositivo policial y militar.
Más de 50 millones de electores están convocados a las urnas para elegir entre 12 candidatos -islamistas, laicos, de izquierda o liberales, partidarios de la "revolución" o antiguos responsables del régimen Mubarak-, quince meses después de la caída del "rais", "presidente" en árabe.
"Es un día maravilloso para Egipto", declaró Nemedo Abdel Hadi, de 46 años, quien votó en una escuela del noreste de El Cairo.
"Sea cual sea el resultado, lo aceptaremos", aseguró esta mujer, cubierta por un velo integral.
"No dejéis que nadie os diga por quien votar", lanzó el presidente de la oficina a los votantes que esperaban en un ambiente festivo.
Rania, una joven vestida con ropa deportiva y una gorra de baseball, aseguró sentir un "sentimiento agradable de diferencia" porque "es la primera vez en la historia de Egipto que eligimos realmente a nuestro presidente".
La votación en esta primera vuelta seguirá el jueves. Si ningún candidato logra la mayoría absoluta, está prevista una segunda vuelta los 16 y 17 de junio.
Los resultados son difíciles de prever, debido al gran número de indecisos y de la libertad de elección inédita de las que disponen los electores después de décadas de elecciones decididas de antemano.
Egipto, peso pesado del mundo árabe con cerca de 82 millones de habitantes, parece dividido entre la tentación islamista y la de una normalización encarnada por personalidades salidas del antiguo régimen.
"Compiten dos tipos de votos: el islamista y el de la estabilidad", afirmó a la AFP Hicham Kasem, comentador político. "Todas las combinaciones son posibles para la segunda vuelta. Los resultados son altamente imprevisibles", añade.
Los principales pretendientes son el candidato de los Hermanos Musulmanes Mohamed Mursi, el islamista independiente Abdel Moneim Abul Futuh, el último primer ministro de Mubarak Ahmed Shafiq, el ex ministro de Relaciones Exteriores y antiguo jefe de la Liga Árabe Amr Musa y el nacionalista árabe Hamdin Sabahi.
Musa y Shafiq podrían contar con el voto de aquellos que, después de 15 meses de transición movida, "están cansados de la situación y quieren volver a la normalidad", estima Hesham Kasem.
Los islamistas cuentan con el éxito logrado en las recientes legislativas. Los Hermanos Musulmanes, primera fuerza política del país, cuentan con una potente red de militantes.
Sabahi juega la carta de la nostalgia, todavía fuerte en Egipto, del carismático presidente Naser.
El consejo militar, en el poder desde la caída de Hosni Mubarak, llamó a votar en masa, prometió unos comicios "100% transparentes" y advirtió en contra de toda "violación" de las reglas electorales.
El consejo, muy criticado por su gestión del periodo de transición salpicado por las protestas y la violencia, se comprometió a entregar el poder al nuevo presidente antes de finales de junio.
Numerosos analistas estiman sin embargo que el ejército, columna vertebral del sistema desde la caída de la monarquía en 1952 y que posee un patrimonio económico considerable, seguirá siendo en la práctica un actor importante.
Los poderes del próximo presidente son de momento poco precisos, la Constitución en vigor bajo Mubarak fue suspendida y la redacción de la nueva estaba en punto muerto.
También tendrá que tratar con un Parlamento dominado de forma aplastante por los Hermanos Musulmanes y los fundamentalistas salafistas desde las recientes legislativas.
El próximo presidente deberá también hacer frente a una situación económica preocupante, que combina las extremas desigualdades sociales herederas del antiguo régimen y la fuerte desaceleración de la actividad, entre otros en el sector turístico, registrada desde la revuelta del año pasado.