El Santo Padre se refirió a estos príncipes de la Iglesia como “abuelos”. En Argentina, un abuelo es una persona mayor y así, Francisco les recordó la misión de dar ejemplo y bajarse del pedestal escarlata para untarse de oveja.
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Aunque se les conoce como los "príncipes de la Iglesia”, con el tratamiento de "eminencia reverendísima” o, sencillamente, como cardenales de la Iglesia Católica, el papa Francisco en el consistorio de junio de 2017 dijo que no eran más que “abuelos que deben enseñar a soñar”. No se refirió a abuelos por tener hijos y nietos, sino porque en Argentina, un abuelo es una persona mayor y así, Francisco les recordó la misión de dar ejemplo y bajarse del pedestal escarlata para untarse de oveja.
El pontífice afirmó que la vejez en la Iglesia no es sinónimo de “gerontocracia” y subrayó que no es necesario encerrarse en la melancolía, sino esperar siempre en el Señor como lo hizo Abraham.
Un Diácono y un sacerdote son ordenados; un obispo o arzobispo, consagrados y un cardenal es creado por el Papa, lo cual ocurre en una ceremonia llamada Consistorio rojo, pues el Consistorio blanco es en el que generalmente proclama santos y beatos.
A partir del año 1150 formaron el Colegio Cardenalicio con un Decano, que es el Obispo de Ostia, y un Camarlengo en calidad de administrador de los bienes.
Desde el año 1059 son electores exclusivos del Papa. Pablo VI, con el Motu Proprio Ad Purpuratorum Patrum, del 11 de febrero de 1965, determinó también que los Patriarcas Orientales hicieran parte del Colegio Cardenalicio.
El mismo Sumo Pontífice, con el Motu Proprio Ingravescentem aetatem, del 21 de noviembre de 1970, dispuso que con el cumplimiento de los 80 años de edad los Cardenales: cesan de ser Miembros de los Dicasterios de la Curia Romana y de todos los Organismos Permanentes de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano; y pierden el derecho de elegir al Romano Pontífice, por ende, también el derecho de entrar en Cónclave.
En el Consistorio Secreto del 5 de noviembre de 1973 el mismo Pablo VI estableció que el número máximo de Cardenales que tienen la facultad de elegir al Romano Pontífice se fijara en 120; más tarde, san Juan Pablo II, en la Constitución Apostólica Universi Dominici gregis, del 22 de febrero de 1996, reiteró esas disposiciones.
Sur América cuenta con 11 cardenales electores (menores de 80 años) y 12 cardenales eméritos (mayores de 80 años). Actualmente, Colombia cuenta con un cardenal elector (Rubén Salazar) y tres cardenales eméritos (Pedro Rubiano, Darío Castrillón y José de Jesús Pimiento).
En el caso de monseñor Pimiento, Su Eminencia fue creado cardenal a sus 95 años y ha conocido a once pontífices en su vida, siete de los cuales han estado vinculados con su carrera episcopal, pues Pío XII lo eligió obispo auxiliar de Pasto en 1955 como Obispo Titular de Apollonis; luego San Juan XXIII lo nombró en 1959 obispo de Montería; el Beato Pablo VI en 1964 lo nombró obispo de Garzón y culminó su tarea como arzobispo de Manizales durante el pontificado de San Juan Pablo II.
Colombia ha contado con un grupo reducido de cardenales, pues además de los cuatro ya mencionados, han sido elevados a la nobleza pontificia Crisanto Luque y Sánchez; Luis Concha Córdoba, Mario Revollo Bravo y Alfonso López Trujillo.
El número de cardenales es relativamente pequeño si tenemos en cuenta la dimensión de la Iglesia universal. El colegio cardenalicio está formado por unos 220 cardenales, de los cuales aproximadamente más de la mitad son electores, ahora 120, es decir, tienen menos de 80 años y pueden votar en un cónclave.
Por eso, el papel de los cardenales electores es fundamental, especialmente, durante los cónclaves porque eligen al Papa. Son los únicos que pueden votar cuando se cierran las puertas de la Capilla Sixtina y como miembros de la Casa y Familia Pontificia en la Urbe y Extra Urbem, pueden ser los embajadores del Papa.
El papa Francisco en 2014 acusó a tres mil miembros de la élite de la Curia de ser demasiado egoístas. Además aprovechó el encuentro con los cardenales para hablar de las quince enfermedades de la Iglesia:
- La enfermedad de divinizar a los jefes: es la enfermedad de los que cortejan a los superiores, esperando obtener su benevolencia.
- La enfermedad de la ‘fosilización’ mental y espiritual: es decir, aquellos que poseen un corazón de piedra y ‘tortícolis’.
- La enfermedad de la acumulación de bienes materiales.
- La enfermedad de la cara de funeral: la de las personas bruscas y groseras, quienes consideran que para ser serios es necesario pintar el rostro de melancolía, de severidad y tratar a los demás -sobre todo a los que consideran inferiores- con rigidez, dureza y arrogancia.
- La enfermedad de la esquizofrenia existencial: es la de quienes viven una doble vida.
- La enfermedad de la excesiva planificación y del funcionalismo: cuando el apóstol planifica todo minuciosamente y cree que si hace una perfecta planificación las cosas efectivamente progresan, convirtiéndose de esta manera en un contador.
- La enfermedad de la indiferencia hacia los demás: cuando cada uno sólo piensa en sí mismo.
- La enfermedad de la mala coordinación.
- La enfermedad de la rivalidad y de la vanagloria: cuando la apariencia, los colores de la ropa o las medallas honoríficas se convierten en el primer objetivo de la vida.
- La enfermedad de los chismes, de las murmuraciones y de las habladurías.
- La enfermedad de los círculos cerrados en donde la pertenencia al grupito se vuelve más fuerte de la pertenencia al cuerpo.
- La enfermedad de sentirse “inmortal”, “inmune” o incluso “indispensable” descuidando los necesarios y habituales controles.
- La enfermedad del ‘Alzheimer espiritual’, es decir el olvido de la ‘historia de la salvación’, la disminución progresiva de las facultades espirituales.
- La enfermedad del ‘martalismo’ (que viene de Marta), de la excesiva laboriosidad: es decir de aquellos que se sumergen en el trabajo descuidando, inevitablemente ‘la parte mejor’: sentarse al pie de Jesús.
- La enfermedad del exhibicionismo y del provecho mundano, cuando el apóstol transforma su servicio en poder, y su poder en mercancía para obtener provechos mundanos o más poderes.
Con ocasión de la publicación de Amoris Laetitia, cuatro cardenales enviaron una carta al Papa y crearon, por así decirlo, una <disidencia> al malinterpretar algunos numerales de dicha exhortación apostólica, particularmente el que Sus Eminencias Reverendísimas Walter Brandmüller, Carlo Caffarra, Raymond Burke y Joachim Meisner consideraron que los divorciados están fuera de la Iglesia, ante lo cual, Francisco ratificó que “quienes se consideran al margen de la comunidad eclesial a causa de su fracaso conyugal no están fuera de la Iglesia”. Además, el Papa replicó: "No me quita el sueño. Yo sigo el camino de los que me han precedido, sigo el Concilio".
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