Escenario político, en obra gris | El Nuevo Siglo
Viernes, 18 de Octubre de 2013

La coyuntura política está muy movida, sin embargo aún no se producen hechos tan determinantes que generen cambios definitivos o sustanciales en el escenario.

Ese cuadro circunstancial no tendría mayor peso de no ser porque estamos en cuenta regresiva para la cita en las urnas. Apenas cuatro meses y medio nos separan de las elecciones parlamentarias y seis meses para la primera vuelta de la puja presidencial.

Desde la segunda quincena de agosto pasado –cuando el gobierno Santos sufrió su peor crisis por cuenta de la crisis generada por el paro agrario- a hoy, las maniobras de los distintos actores políticos han sido muchas pero, al tenor de los resultados de las encuestas de los últimos quince días, el ajedrez de la campaña muestra que la partida no toma ritmo y se mantiene, al estilo de los edificios que se construyen por fases completas y no por pequeños bloques que se van  terminando y habilitando progresivamente, en obra gris.

¿Cómo explicar esa situación?  La respuesta a ese interrogante no es fácil. Sin embargo, si se analiza de manera puntual lo hecho por cada protagonista de la campaña se entiende que los movimientos están dirigidos a lo que bien podría llamarse una ‘puesta a punto’ de la estrategia de la carrera, pero ésta como tal, pese a la premura del tiempo, no arranca.

 

Lanzamiento eclipsado

Sin duda alguna el hecho político de mayor eco en las últimas semanas fue el lanzamiento de la lista al Senado del ahora llamado “Uribe Centro Democrático”, encabezada por el propio exmandatario.

Sin embargo, el impacto fue más mediático que político, pues la polémica alrededor de la inclusión del exasesor José Obdulio Gaviria se tomó el escenario y eclipsó el reingreso del expresidente a la puja por los votos.

Aunque una encuesta contratada por los conservadores proyectó que esa lista podría sacar algo más de dos millones de votos, lo cierto es que como los partidos de la Unidad Nacional aún no deciden quiénes serán sus respectivos cabezas de lista, entonces no se ha podido hacer una medición real de cuántas curules podría arañar la plancha uribista.

Incluso, el eco político y periodístico de la lista de Uribe, así como las de Cámara, también fue ‘chupado’ por otra polémica: esta vez la generada por el cambio en las reglas de juego fijadas para la escogencia del candidato presidencial. Inicialmente se había acordado que sería mediante consulta interna en las elecciones parlamentarios de marzo, pero de un momento a otro el pacto se rompió y, promovido por el propio expresidente, se viró hacia una improvisada convención a finales de octubre. Ello llevó no sólo a evidenciar peligrosas fisuras al interior de las que se creían muy uniformes toldas uribistas, sino que puso de presente que hay maniobras internas para tratar de cerrarle el paso al precandidato que, al tenor de las encuestas, ganaría en las urnas la candidatura: Francisco Santos.

Hoy el uribismo es, literalmente, un campo minado. Siguen los ecos alrededor del caso Gaviria, hay inconformismo regional por la confección de las listas a Cámara, Santos ha evidenciando que no cederá ante el riesgo de una ‘encerrona’ en su contra en la convención  y, el expresidente Uribe, trata de mediar en las distintas tensiones pese a que algunas voces de su criticado ‘sanedrín’ le piden que ponga orden de manera directa, vertical e inapelable.

 

La U no arranca

Pero si en el uribismo la confusión reina, en La U parecen andar en cámara lenta. Pese a múltiples consultas no ha logrado encontrar un nombre lo suficientemente fuerte para encabezar la lista al Senado y tratar de neutralizar así el previsible arrastre político y electoral de Uribe. Desde generales retirados hasta exministros han sido mencionados pero de aquello…nada.

Se dijo que la demora estaba en que la decisión debía tomarla el nuevo jefe único de la colectividad, que desde hace dos meses se sabía iba a ser el entonces ministro de Comercio, Sergio Díaz-Granados, pero hubo una pequeña ‘rebelión’ en la bancada, lo que demoró su aterrizaje, que sólo vino a concretarse esta semana.

Lo cierto es que La U no quiere andar al ritmo que el Gobierno urge e incluso reclaman, a cada tanto, una mayor representación política y burocrática en el Ejecutivo. El lento avance de la legislatura se debe en gran parte a una actitud poco diligente de esta colectividad.

Si bien esta facción política reclama a cada tanto su calidad de “partido de gobierno”, no pocas veces los liberales actúan en la práctica como tal. Ello explica por qué, en medio de esa polémica por los amores y odios presidenciales, fue muy tibia su reacción al lanzamiento de la lista uribista, pese a que La U es su principal blanco para quitarle votos y dirigencia regional.

 

Cautela azul

Mientras que en La U tienen un andar cansino y desgastante, en el Partido Conservador la estrategia es ir paso a paso, pero con toda conciencia de que esa es la velocidad que conviene a su estrategia.

La colectividad, pese a estar en la Unidad Nacional, ya decidió que no se moverá en materia presidencial sino hasta que todo el panorama esté más claro. Le marca así distancia a La U y los liberales que se codean por ser los primeros en avalar la aspiración reeleccionista. Cambio Radical, a su turno, sabe que su suerte depende de las decisiones de Germán Vargas Lleras, quien estando al frente de la campaña reeleccionista ya dejó claro que sólo se moverá si Santos no busca un segundo periodo. En otras palabras, que si hay Plan B, éste sólo se materializará el 26 de noviembre.

Por el contrario, los azules anunciaron que sólo en diciembre decidirán si apoyan la reelección de Santos (para entonces ya tendrá que haber oficializado si buscará un segundo periodo), optan por un candidato propio o vislumbran la posibilidad de una alianza con el uribismo. En otras palabras, sólo se moverán cuando se sepa el impacto del anuncio reeleccionista de Santos, haya encuestas más firmes sobre sus posibilidades y las de los otros candidatos, y se establezca qué tanto Uribe puede endosar votos a su eventual candidato.

En el entretanto, los conservadores sólo han realizado tres movimientos adicionales: un foro programático que no hizo más que ratificar la estrategia decembrina; no se ha desesperado buscando un nombre para encabezar la lista y optarán seguramente por el veterano Roberto Gerleín, ello bajo la tesis de que en la casa azul cada quien debe responder por su propia cauda electoral; y tres, no pelean con nadie, pues, al final, saben que evolucione como evolucione el escenario político, su  bancada será clave para el dominio del Congreso a partir de julio de 2014, como ha ocurrido en los últimos tres gobiernos.

 

Movida verde sin impacto

El otro gran hecho político del último mes fue el anuncio de una alianza entre el Partido Verde y el sector de los Progresistas, claramente petristas.

La nueva facción, que se llamaría Alianza Verde, nació en medio de la polémica no sólo porque Enrique Peñalosa la aceptó a regañadientes, sino porque entre los Progresistas, que comanda Antonio Navarro, aún hay dudas sobre su papel en la nueva organización. A ello se suma que el sector mockista está en la Alianza pero quiere reenganchar al excandidato presidencial, quien no ha dicho sí o no al ofrecimiento.

El anhelo de que la Alianza empezará a perfilarse como la tercería en un escenario polarizado  entre santismo y uribismo duró muy poco,  pues la opinión pública, y sobre todo la franja del voto de opinión, no digirió fácilmente que en un solo partido se puedan unir tendencias políticas e ideológicas tan disímiles. El ‘tuti frutti’ político podría ser mayor si se concretara un acercamiento con el Polo, lo que configuraría un escenario insólito: ¡Peñalosa, Petro y Polo en la misma tolda!

Al final quedó claro que lo que hubo fue una alianza entre necesitados electorales para evitar desaparecer por el umbral del 3 por ciento en las urnas el 9 de marzo.

Y para completar, las otras grandes cabezas de los verdes siguen por fuera de la Alianza. El fajardismo decidió separarse de esa maniobra, en tanto que Luis Eduardo Garzón siguió a título personal en el Gobierno, pese a que la naciente facción dijo que se salía de la Unidad Nacional. Difícilmente se podría dar un rompecabezas con más piezas cercanas pero desconfiadas de sus pares, otras alejadas y unas más definitivamente perdidas.

¿Y Santos?

En medio de todo ese escenario ¿cómo se movió Santos en las últimas semanas? A decir verdad, más allá del eco por los hechos de gobierno del día a día, el Presidente no ha realizado mayores maniobras políticas de impacto en septiembre y octubre.

El cambio en el gabinete y el anuncio del plan de acción contra el fallo de La Haya no movieron el escenario político sustancialmente. Como tampoco lo han hecho los pronunciamientos y advertencias en torno a que si el proceso de paz no progresa, podría pensar en romper la negociación o suspenderla mientras pasa la época electoral.

En realidad todos esos anuncios presidenciales y las réplicas de las Farc son pura ‘beligerancia verbal’ porque en la Mesa de Negociación siguen las tratativas sin que se llegue a un preacuerdo sobre el punto de la participación en política.

Es más, ni siquiera el plazo presidencial del 18 de noviembre para que se “den resultados” en La Habana es considerado como una fecha fatal para el proceso, pues el propio Santos dijo después que se la jugaría hasta último momento por alcanzar un acuerdo con la guerrilla y someterlo a referendo popular en marzo, mayo o junio, junto a los comicios parlamentarios o presidenciales.

¿Y la reelección? Santos tiene una estrategia en ese sentido que empezó a delinear al poner a andar la Fundación Buen Gobierno, que será el puntal de toda la campaña. Poco a poco ha ido enviando a sus principales alfiles para esa sede y ésta ha podido, en poco tiempo, abrir capítulos en no pocas ciudades de todo el país.

La polémica alrededor del papel de Vargas Lleras bajó la espuma y a hoy está claro que (por lo menos hasta el 25 de noviembre) sólo hay un Plan A: un segundo periodo del actual mandatario.

De resto, Santos se ha dedicado al día a día gubernamental, sin mayores hechos de impacto. Su popularidad, tras la crisis de agosto, se ha venido recuperando poco a poco, según lo evidencian las últimas encuestas Gallup, Datexco y Centro Nacional de Consultoría.

Tampoco se ha movido mucho lo relativo al apoyo o la oposición a la reelección. Y ello se explica, principalmente, como se dijo al principio, porque el escenario político todavía se encuentra en obra gris, en alistamiento y puesta a punto de estrategias y jugadas… La campaña tendrá un banderazo definitivo e inapelable: el 25 de noviembre, fecha límite para  que Santos anuncie si buscará o no un segundo periodo. Ese día, al caer la tarde, será el despegue.